(love &) Hate - Catradora

Interrupciones

—¿Mamá?—. Abrí mis ojos, encontrando una cabellera rubia en plena oscuridad.

—¿Sweet Bee?

—¿Puedo dormir contigo?—. Le hice un espacio entre las sábanas, indicándole que se recueste conmigo. Miré la hora, lo cual sólo logró que me estrese al ver que eran las 4 am. Había llegado a casa hace no más de dos horas y tenía poco tiempo para dormir. Cerré los ojos, abrazando a mi pequeña.

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—¡Nos vemos luego, ma!—. Me regaló un beso en la mejilla y corrió patio adentro. Sonreí, despidiéndome con la mano.

Llegando a la universidad, justo a tiempo para la primera clase, corrí hacia el salón. 

—Llegaste justo a tiempo —dijo Scorpia, mirándome de reojo.

—Lo sé...

El día había pasado rápido y la hora de almorzar había llegado. Esta vez no debía de buscar empleo, puesto a que había conseguido dos en el mismo día, pero necesitaba que mi cabeza descanse. Estaba por dirigirme hacia la cancha de fútbol, pero lo pensé dos veces, para finalmente ir hacia el jardín trasero. Sí, había gente, pero no era un desastre sonoro como lo era la cafetería.

Me senté bajo la sombra de un árbol, comiendo mi ensalada y mirando la naturaleza, pensando en los pequeños momentos de paz que uno podía tener. 

Cerré mis ojos, escuchando el sonido de los pájaros y las tenues voces de las pocas personas que se encontraban allí.

Comencé a pensar que no solía ver a Catra en la cafetería. Veía a su grupo de amigos, todos sentados juntos, pero Catra no estaba por ningún lado.

Mientras seguía pensando en dónde se iría ella, comencé a escuchar unos pasos en el césped cerca de donde yo me encontraba.

—Hey, Adora—. Sonreí, sin siquiera abrir mis ojos. Sabía perfectamente de quién se trataba.

—Hola, Catra—. Se sentó a mi lado. Terminé mi ensalada, negándome a abrir mis ojos.

—¿Tienes sueño?

—No, ¿por?—. Abrí mis ojos, girando mi rostro hacia ella. Su mirada era tan intensa, como siempre.

—Pregunto, ya que no abrías tus ojos—. Reí levemente.

—No, no es nada. Sólo estaba apreciando el aire, ya que hace mucho no me relajaba por un rato—. Ella asintió con la cabeza, quitando sus ojos de mí y observando el árbol sobre nosotras.

Estuvimos unos largos minutos así, sentadas una al lado de la otra, rozando nuestros brazos, observando el cielo despejado y demás, contando las curiosas miradas que nos regalábamos de vez en cuando, entrecruzando dedos sin dudarlo mucho.

Mi sonrisa era sincera, me sentía relajada, tranquila, junto a la persona que me gustaba, coqueteando de manera suave, sin palabras innecesarias de por medio. Me sentía como una adolescente otra vez.

Sonó la campana del segundo bloque de clases, haciendo que ruede mis ojos en ironía y ambas nos pongamos de pie, una frente a la otra.

—¿Te acompaño a clases?—. Miré sus ojos, como por decimoquinta vez en los minutos que estuvimos juntas. Me perdí unos eternos segundos en ese cielo tan detallado que me regalaban. Sonreí como una estúpida, pensando en lo afortunada que me sentía en ese momento.

—Tú también debes ir a tus clases. Nos vemos a la salida—. A pesar de haberme despedido temporalmente con las palabras, mis manos no tenían intención alguna de soltar las suyas. Ella lo notó, sonriendo y desviando la mirada.

—Está bien, nos vemos a la salida—. Soltó una de mis manos para acercar la suya a mi rostro, acariciando mi mejilla. Me regaló un pequeño beso en los labios y se fue, dejándome allí, procesando lo que acababa de pasar.

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—Llego tarde, llego tarde...—. Subí al auto. El profesor había decidido hablar conmigo al final de la clase, por lo que llegaba tarde al trabajo y a buscar a mi pequeña al colegio. Arranqué el motor y salí, sin pensar dos veces.

Una vez en el colegio, pude ver a un grupo de 5 niñas en el hall, entre ellas mi pequeña. Entré, sintiéndome culpable.

—Lamento llegar tarde, dulce. ¿Esperaste mucho?—. La sonriente Bee saltó a mis brazos, abrazándome.

—No te preocupes, mami. Sólo pasa que las niñas se fueron muy rápido. Apenas salimos hace un rato, ¿verdad, chicas?—. Las niñas asintieron sonrientes, devolviendo el aire a mis pulmones—. Además estuvimos jugando un rato en el patio, todas juntas. ¡Fue divertido!

En el camino al trabajo, ella me contaba lo que habían hecho en el día. Lo nuevo que había aprendido, los juegos que había jugado en el recreo y las nuevas amigas que había hecho. Mientras la escuchaba, no podía hacer más que sonreír, pensando en cómo su felicidad me alegraba los días y me animaba a trabajar más para mantenerla como se merece.

Llegando al taller, pude ver una fila de clientes. Estacioné mi auto en la cuadra del frente y bajé a Melsy, entrando al taller por la tienda.

—¡Hasta que llegas! Hay muchas personas hoy. La mayoría esperan por la tienda, así que si comenzaras ahora mismo sería mejor—. Mi jefe parecía alterado, pero me apuró de buena manera, al menos. Corrí a dejar las cosas de Bee donde estaba su lugar y me coloqué en la caja con el cartel de empleada en mi blusa.

Pasaron unos 30 minutos donde la gente entraba y salía, comprando entre 2 y 5 artículos. Los clientes dejaron de entrar por la puerta y yo sólo pude largar todo el aire, cansada.

Me giré hacia donde Melsy estaba, curioseando en lo que hacía. Por segunda vez, la vi sentada junto a Catra, haciendo la tarea juntas. Sonreí, guardando la escena en mis recuerdos preciados de ellas dos.

Llegaron dos autos juntos, siendo atendidos por los empleados que trabajaban al tiempo que nosotras. Catra se asomó a la tienda, dirigiéndose hacia donde yo estaba.

—Hola, princesa—. Reí, contenta. Los gestos coquetos plasmados en su rostro eran sexys, y estaba segura de que ella lo sabía.

—Hola. ¿Qué hacía con mi hija, señorita? —bromeé.

—Sólo la ayudaba con los números, así como hice el otro día—. Asentí, respondiendo con un "ah" corto. Seguí organizando algunas facturas del lugar, anotando precios, ganancias y gastos, todo bajo la atenta mirada de Catra—. ¿Sabes? Quiero pasar un día contigo...—. Levanté la mirada, encontrándome con sus ojos.




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