Yoongi.
–¡Agust! ¡Qué bueno que regresaste! –exclamó Jun Pyo al verme, haciendo que sonriera un poco.
–No iba a dejarlos esperando por siempre, tenía algunas cosas que hacer antes –respondí, chocando su puño con el mío.
–Bueno, amigo, es que El Sótano no es lo mismo sin ti –aseguró.
Esta noche, he venido al viejo bar donde por primera vez, me dejaron hacer un pequeño show. El papá de Jun Pyo, fue el primero que vio mi talento, el primero que me dio una oportunidad, y aun cuando este falleció hace tiempo, Jun Pyo sigue con su fe, al dejarme presentar cada vez que se me antoje.
Aquí nadie me reconoce por mi nombre real, aquí todos me conocen por uno de mis alias: Agust D. Me gusta el anonimato que he creado, eso me ayuda a llevar una de las pasiones que más amo en secreto, sin cámaras de por medio, sin nadie que me juzgue, sólo yo y mi música, quien siempre será mi mejor amiga.
Para pasar un poco desapercibido, pinte mi cabello de un color morado tenue, usando un tinte que se va con el agua, unos lentes de contacto de color verde olivo y un antifaz que siempre oculta la parte inferior de mi rostro. Sé que eso no podría ayudar mucho a ocultar mi identidad, pero al menos, ayuda un poco, pues nadie ha querido saber mi verdadera identidad.
» ¿Has venido con material nuevo? –me preguntó Jun Pyo, sacándome de mis pensamientos.
–Así es. Espero que el público lo disfrute, fue algo inesperado.
–Claro que les gustará, eres un Dios al escribir canciones. Deja ir con los demás para organizarte un espacio, mientras, puedes ir a tu camerino –me invitó.
Asentí ante su petición, encerrándome en el pequeño cuarto que me servía de camerino, cada vez que decidía venir aquí. Me cambie de ropa, poniéndome algo más casual y cómodo. Mientras esperaba a que me llamaran, recordé la conversación que tuve hace unos días con Carol. Sonreí un poco ante los recuerdos. Sé que me va a costar mucho conocer a esta mujer, y a pesar de todas las barreras y obstáculos que me pone, no me rindo, al contrario, eso me da más fuerza para ir tras ella.
Aun no me explico esta fuerte curiosidad que siento hacia su persona, aun no sé cuál es la fuerza que me impulsa a conocerla, a descubrir sus secretos y ver qué hay detrás de esa mascara que usa con todo mundo, pero supongo que en algún momento de la vida lo descubriré, no en vano, la verdad siempre sale a la luz, aunque a veces, no nos gusta el resultado de esta.
–Agust, te toca salir en cinco minutos –me dijo un chico, por el otro lado de la puerta.
–Ya voy –le contesté.
Sacudí un poco mi cabello, me levanté y salí del camerino. Tomé un micrófono y dejé que me ayudarán a ponerme los auriculares. Luego de una breve presentación de Jun Pyo, salí al escenario. Nunca me cansaré de esta sensación de euforia que experimento cuando escuchó los gritos de la audiencia. La emoción, locura y éxtasis se sienten en el aire, y con eso en mi pecho, comienzo a rapear.
Mientras interpretó esta nueva canción, siento una mirada familiar en mí, sin embargo, no me enfocó en ello, sólo hago lo mejor para dar una increíble interpretación, me esfuerzo por dar lo mejor de mí, por expresar todo lo que hay en mi alma, por dar voz a aquello que oculté tanto tiempo, y que ahora, ruega por salir y darse a conocer.
Cuando finalizó mi pequeño show, los aplausos que da la audiencia amenazan con dejarme sordo, y cuando recorro con la mirada el lugar, no puedo evitar sonreír. Ahí está esa mirada familiar, observándome con admiración y euforia, aplaudiendo con júbilo y locura. Su sonrisa es brillante, resplandeciente, lo que ocasiona que sonría del mismo modo.
No creí que fuera fan de mi música, pero me alegra saberlo, me alegra ser quien pueda ver esa imagen, quien pueda ver una faceta más de su persona, así puedo intuir, que su alma esta igual o menos rota que la mía, y puede darme una pista, de cuál es su verdadero yo.
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–Bravo, Agust, fue un increíble show –me felicito el cantinero, cuando le pedí una botella de agua.
–Gracias, hoy me sentí inspirado –respondí, pasando una mano por mi frente, tratando de quitar un poco el sudor que se había concentrado en ella.
–Inspírate así más seguido, te queda –sugirió, haciéndome reír.
Retomé mi camino al camerino, saludando a algunas personas y firmando algunos papeles, cuando sentí un golpe en mi costado, llamando mi atención de inmediato.
–¡Demonios! –exclamó, en inglés –. Lo siento, unos idiotas me han empujado –se disculpó en un titubeante coreano una voz.
–No te preocupes, no sucedió nada malo y me alegra haber amortiguado el golpe –respondí en inglés, haciendo que la persona a mi lado me mirará.
–N-no es cierto…
–¿Qué cosa? ¿Qué hayas tropezado conmigo?
–Y-yo… –parecía confundida y atolondrada, así que para evitar alguna escena incomoda, la tomé de los hombros, girándola y guiándola a mi camerino.
No la solté en ningún momento, hasta que llegamos al cuarto y cerré la puerta detrás de mí, quitando mis manos de sus hombros.
» Ahora sí, puedes explotar –sugerí, sentándome en el sofá.
–¿Cómo es esto posible? Se supone que eres Min Yoongi, el abogado estrella de la empresa Empire, no un rapero de nombre Agust D –señaló Carol, con cierto reproche en su voz.
–A veces soy Min Yoongi, a veces Agust D, pero no creí que me reconocieras tan rápido –confesé con sorpresa.