Carol.
Tuve citas en el pasado. Citas a cenar, a ver una película, incluso para ir a una obra de teatro. Hubo buenas experiencias, otras no lo fueron, y desde entonces, no he encontrado a ninguna persona que me hiciera disfrutar tanto una velada. Como ya parece ser costumbre, Min Yoongi no deja de sorprenderme.
Hace apenas unas tres horas que me ha dejado en casa, y cuando estaba en el elevador, me di cuenta que su abrigo seguía cubriéndome. Al entrar a la comodidad de mi hogar, me quité el abrigo, y sólo por mera curiosidad, lo pegué a mi nariz para olerlo. Sí, en definitiva, huele muy bien.
Me reí de mi momento raro y tonto, caminando hacia mi estudio, dejándolo en un pequeño sillón, donde solía sentarme cuando me cansaba de pintar de pie. Me quité el vestido y los zapatos, colocándome una bata encima, amarrando mi cabello en un moño flojo. Fui hacia un caballete en blanco, y por primera vez en mucho tiempo, comencé a dibujar un retrato.
Casi no hago retratos, no porque no sea mi punto fuerte, es que son pocas las personas que han causado impacto en mí, tanto, que me gustaría tener una pintura de ellas, para no gastar su imagen en mi mente. Comencé a trazar suaves líneas con un lápiz, y cuando terminé, empecé a darle color.
Durante ese tiempo, reflexione sobre toda la cita, porque fue una cita, sólo que Yoongi es lo suficientemente amable o misterioso para negarlo, pero aun con eso, confieso que fue una cita perfecta, mejor de lo que hubiera imaginado, claro, si me lo hubiera permitido. Por supuesto, hay que sacar esos momentos reveladores que tuve.
¿Mi real motivo para irme? Estaba a nada de decirle todo. TODO. No censura. No juegos. No adivinanzas. La verdad cruda y sincera. ¿Cómo? ¿Cómo alguien en tan poco tiempo casi logra destruir todas mis defensas? Sé que se dio cuenta, supo el momento exacto donde comenzaría a flaquear, pudo haberlo aprovechado y sacado más, pero no lo hizo.
Ese pensamiento me hizo morder el mango del pincel. ¿Por qué se detuvo? ¿Qué lo hizo cambiar de opinión? ¿Fue lastima? No, no fue lastima, tampoco compasión… ¿Empatía, tal vez? Pienso y pienso en una respuesta, caminando con mis pies descalzos hacia la ventana, observando la oscuridad que rodea a la ciudad, aunque estaba más concentrada en buscar una respuesta a su modo de actuar.
¿Qué clase de persona es? ¿Cómo puede ser tan transparente y misterioso? ¿Cómo puede entender mis sentimientos más oscuros? Suelto un gruñido de frustración, aventando el pincel al suelo, salpicando el suelo de pintura, mientras pasaba las manos por mi cabello, alborotándolo y sacando algunos mechones, ensuciándolo de pintura.
Me siento descontrolada, ansiosa y nerviosa. Tengo dudas, pero no quiero respuestas. Me irrita la incertidumbre, pero mi curiosidad se mantiene a raya. Siento que lo detesto, y al mismo tiempo, me fascina como es. Veo el abrigo en el sillón, y sin evitarlo, suelto una carcajada. Ah, este hombre está enloqueciéndome, irritándome y sacando un lado descontrolado de mí.
¿Por qué siento tanto jubilo? Es como si hubiera ganado un premio, pero me niego a aceptarlo. Ah, hace años que no me sentía así, es como si por fin tuviera un motivo para reír y ser la persona más alocada del mundo. En fin, sea cual sea la razón que no pretendo saber ahora, me aventuraré a esto, siempre y cuando, no exceda mis límites.
Recuerdo lo que me contó sobre su primer amor. No pensé que alguien con su personalidad fuera tan tímido en asuntos románticos, pensé que sería más como de decir “sal conmigo antes de que cambié de opinión”, o algo así de directo. Me pregunto si la chica siente alguna especie de remordimiento por no haberlo aceptado, pero, eso va directo a la lista de cosas que no voy a saber nunca.
Me estiró un poco, caminando hacia una mesa, donde siempre dejó una jarra de agua y un vaso, sirviéndome un poco. Al ver el calendario en la pared, me doy cuenta de la fecha de mañana. Mañana es otro año de la muerte de Nicolás. Esta vez no puedo llevarle flores a su lapida, pero tal vez, pueda hacer algo más significativo que eso.
Ya es tiempo de dejar atrás ciertas distancias que hice, de revelar ciertas cosas a la persona más especial para mí. Caminó hacia mi computadora, buscando uno de los lugares más probables donde la encontraré, y cuando la localizó, anotó la dirección en un papel. Este podría ser el primer lugar, y si no funciona, iré a su casa.
Voy a arriesgarme, y a pesar de que la decisión que acabo de tomar me cause algo de miedo, lo voy a intentar, eso podría llevarnos a una buena reconciliación.
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–Para, deja ver si te entiendo –pide Jhoath, luego de veinte minutos de conversación en mi casa –. Fingiste tu muerte, te fuiste a Suecia con tu tía, regresaste cuando papá murió, y cuando estabas decidida a buscarme, ¿te rendiste?
–Lo tomé como una señal de que debía dejarte ir –respondí, tomando un poco del vino que me había servido.
–Que perezosa eres, Jessie.
–No me llames así, me hace sentir escalofríos, además, podrías exponerme.
–Perdona, es la costumbre.
–O sólo que quieres fastidiarme –ella sonrió dulcemente.
–Sí, puede ser.
–Las viejas costumbres nunca cambian.