Love Sonets

Capítulo 28. Último secreto.

Yoongi.

Esta noche va a ser la más importante de todas, de eso estoy seguro.

No sé qué sea lo que quiera decirme Carol, pero algo me dice que tiene que ver con lo que Allison me insinuaba hoy. Estoy algo nervioso sobre lo que pueda decirme, pero no voy a huir, me quedaré para enfrentarlo. Para tranquilizarme un poco me puse a cocinar la cena, algo ligero como unos fideos y carne asada con verduras al vapor.

No tengo el don de la cocina como Jin, pero tampoco soy tan malo como Namjoon. El reloj en la pared me hizo consiente de que Carol no tardaría en llegar, así que comencé a preparar la mesa, para dejar todo listo. Cuando me encargaba de colocar la comida en la mesa, el timbre sonó, anunciando su llegada.

Caminé hacia la puerta, pasando una mano por mi desordenado cabello, abriendo para ver a Carol al otro lado de ella.

–Eres puntual en tus citas –fue lo primero que dije, para hacerla sentir cómoda.

–La puntualidad es algo que me ha caracterizado siempre –contestó, sonriendo un poco.

–Es un buen rasgo. Pasa, por favor –la invité, haciéndome a un lado.

Cerré la puerta cuando entró, así que caminé hacia ella, para tomar su abrigo en el perchero. Al igual que yo, vestía de manera informal, lo cual es bastante cómodo.

–Huele muy bien –mencionó, haciendo a un lado su cabello.

–Y sabe bien, eso te lo aseguró –confirmé, encaminándola al comedor.

–Veo que comienzas a conocer mis gustos. Me gusta mucho la pasta.

–Me lo imaginé, es algo que quise hacer para ti –confesé, ayudándola a sentarse, para luego ir a mi puesto –. Por favor, disfruta de la comida.

–Por supuesto que eso haré. Muchas gracias –dijo ella, comenzando a comer.

A diferencia de otras veces que me ha contado sus secretos, aquí no esta tan nerviosa o asustada, de hecho, parece tranquila, pero estoy seguro, que en su cabeza comienza a crear varios escenarios de como comenzar a decirme las cosas, sin embargo, algo que resuena en mí, es que se ve de ese modo, porque ya confía en mí, razonamiento que me hace sonreír, comenzando a comer de ese modo.

–Dijiste que tu tía vino de visita. ¿Se ha sentido cómoda? –pregunté, para iniciar una conversación.

–Sí, está bastante contenta. Creo que sólo esperaba el momento en que la invitará de manera formal.

–¿Son muy unidas?

–Bastante, pocas veces hemos estado separadas por largos periodos de tiempo. Tenemos este pacto silencioso de apoyarnos la una a la otra, sin importar nada.

–Esa es una lealtad muy fuerte.

–Una lealtad llena de amor, así de fuerte es –murmuró, jugando con un anillo en su dedo –. Hizo la cosa cursi de comprar anillos iguales y ponerlos en este dedo. Se supone que es una especie de lazo que nos une.

–He visto que siempre lo llevas, algo igual que esa pulsera –señalé su muñeca –. ¿Algún significado en especial?

–Ese me lo regaló quien fue mi salvador en su momento.

–Me siento ligeramente celoso de él –confesé, haciéndola reír.

–No tienes porque, son personas distintas y mi cariño es diferente hacia cada uno.

–¿Esa es una declaración, sobre que me quieres? –Carol desvió la mirada, sonrojándose levemente.

–Yo… supongo que sí –sonreí, acercándome a ella, aprovechando que estaba a un lado, para darle un beso en la mejilla.

–Yo también te quiero –susurré convencido. Su mirada pareció brillar, y luego, se volvió opaca, como si recordará algo –. ¿Qué? ¿Dije algo malo?

–No, sólo… lo que tengo que decir es importante, es mi último secreto.

–¿Y crees que me hará cambiar la imagen que tengo de ti?

–Podría, así que, por favor, no más confesiones ahora.

–De acuerdo –acepté, continuando con la cena.

Hablamos de otros temas, pero tengo demasiada intriga por lo que va a contarme. ¿Qué tan grave puede ser, para que cambié el concepto en que la tengo?

♣♣♣♣♣

A Carol realmente debe gustarle mi jardín, pues fue el lugar donde me pidió ir, para tener por fin esta conversación. Estábamos sentados en uno de los divanes, ella observando las flores y yo el cielo, esperando que se sintiera cómoda para comenzar a hablar, aunque la curiosidad está carcomiendo mi paciencia.

–¿Recuerdas cuando te conté sobre el acoso que recibí en la escuela? –comenzó.

–Claro.

–Bueno, hoy voy a retomar el tema, pero antes de ello, quiero aclarar algo –pidió, mirándome a los ojos –. Me gustaría que no juzgaras las decisiones que tomé en su momento, que ahora sólo escuches y cuando te sientas listo, me des tu opinión.

–De acuerdo –acepté sincero. Ella respiró hondo, comenzando a relatar su ultimo secreto.

–Como ya te había dicho, había sufrido de acoso muchas veces, y en la última donde casi muero, tome una de las decisiones más importantes de mi vida: Terminar con ese infierno. Contrario a lo que te puedas imaginar, no fui a denunciar a alguien, tampoco a exigir una explicación, yo sólo… desaparecí.




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