"Señorita Dae la espero en la tarde donde siempre nos reunimos, ruego no falte."
La muchacha sonrió al terminar de leer por quinta vez la pequeña y escueta nota que el joven, al que conocía desde niña, le dejó en su delantal muy temprano. Sabía a dónde debía dirigirse. A aquel lugar donde las jerarquías no eran nombradas y podían ser solo dos personas con anhelos y sueños por cumplir. Un lugar donde nada importaba más que sus palabras, sonrisas y amor. Guardó la nota dentro del delantal que llevaba cada día y tomó el paño húmedo que usaba para limpiar parte de la cocina mientras aún mantenía una enorme sonrisa en su rostro.
─¿Por qué sonríes niña? ─dijo su tía al entrar en la cocina para continuar con su trabajo.
─No es nada tía ─respondió la joven borrando su sonrisa mientras dirigía su mirada al suelo.
─Deja de soñar y ponte a preparar el desayuno que los señores Kim pronto despertarán ─le ordenó malhumorada su tía quien trabajaba sirviendo a la familia Kim desde antes que la joven Dae naciera.
─Sí tía, ya lo preparo.
─Esta niña, ¿Cuándo será el día en que deje de soñar estupideces? ─susurró para sí misma la mujer.
Dae al escucharla pensó en lo mucho que deseaba que su madre siguiera con vida y a su lado. Estaba segura que ella le diría que soñara todo lo que quisiera e incluso que luchara por cada sueño pero lamentablemente una enfermedad terminal le había arrebatado la vida cuando la joven era tan solo una pequeña niña de cinco años. Dejándola así al cuidado de la única familia que le quedaba, su tía quien trabajaba para una de las familias más aristocráticas de todo Corea del Sur.
De niña su vida no había sido muy distinta de como lo era en su actualidad pero en aquella época, a pesar de la tragedia de perder a su madre, de alguna manera había encontrado consuelo en aquella enorme casa al conocer a el único hijo varón de la familia Kim. Un joven bondadoso y caballero que la recibió con una enorme sonrisa al verla llegar por primera vez a aquella cocina donde llevaba trabajando hacía veinte años. En él encontró la amistad prohibida que nunca había tenido y con el tiempo el amor que necesitaba.
Levantó la mirada de las pequeñas tazas de té que acomodaba para llevar a los señores Kim, las personas que eran dueñas de prácticamente su vida, y vio al joven, que debía amar en secreto, llegar cabalgando desde algún lugar del bosque que había cerca de la casa. Sabía que cuando salía temprano en la mañana era para pensar o cuando algo lo atormentaba y eso la preocupó. Siguió observando y por un momento sus miradas se cruzaron, en esa fracción de segundos sus anhelos crecieron aún más.
Desde que ambos se conocieron sus encuentros debían ser cuidadosos ya que sus clases sociales no les permitía siquiera cruzar palabra en confianza. La familia Kim era estricta aunque Taehyung, el único hijo varón, no estuviera de acuerdo con eso no podía contradecir la palabra de los señores de la casa. Debía solo guardar silencio y morderse la lengua cuando de mala gana o con superioridad le ordenaban hacer cosas a la joven Dae.
Dae sabía que la salida de Taehyung en la mañana temprano solo se debía a intentar despejar su mente de alguna manera. Lo sabía porque lo conocía y por la nota que quemaba en su delantal. Quemaba tanto que debía esconderla de la vista de todos en aquella inmensa casa.
Volvió su mirada fugazmente hacia el exterior pero Taehyung ya no se encontraba allí.
-¿Buscaba algo señorita Min? -dijo Taehyung en un susurro detrás de ella.
Dae se sobresaltó dejando caer sin intención una de las tazas que debía llenar.
Al oírse el sonido de la porcelana contra el suelo la tía de la joven salió de inmediato del cuarto de almacenamiento.
-¿Qué has hecho niña estupida? -soltó la mujer con furia sin percatarse que Taehyung se encontraba allí. Pero al verlo las reverencias no tardaron en llegar-. Oh joven Kim, lamento lo sucedido -volteando a ver a Dae en voz baja y apretando los dientes la obligó a ir junto a ella-. Ven aquí mocosa y discúlpate.
-No hace falta hacerlo, fue mi culpa -dijo Taehyung comenzando a sentir ira y culpabilidad por como era tratada Dae.
-Lo siento señor -continuó la mujer sin dejar de hacer reverencia-. Pide disculpas -le exigió a Dae.
-Lo siento joven Kim -dijo Dae en un susurro mientras se agachaba a recoger cada pedazo de porcelana del suelo.
-Dilo en voz alta niña -la regaño su tía avergonzandola. Acción que hizo que a Dae se le acumularan lágrimas en los ojos al darse cuenta cuán distintos eran los mundos en los que pertenecían ella y Taehyung.
-Dije que no necesito ninguna disculpa -continuó Taehyung-. Esto no ha... -Pero las palabras no siguieron porque la mirada de Dae le rogaba que no empeorara más las cosas, que no delatara la relación que ambos mantenían.
-Le pido sinceras disculpas joven Kim, esto nunca volverá a pasar -dijo Dae en voz alta pero algo temblorosa mientras apartaba la mirada de la de él.
El pecho de Taehyung dolía de frustración, dolía por lo injusto que era la vida, dolía por no poder ser libre de amar a quien quisiera sin ser juzgado. También sentía rabia por no poder decirle a todo el mundo que la amaba y que odiaba que la trataran como si no valiera nada. Por eso ante el pedido en silencio que le hizo Dae salió de la cocina sin nada más que decir.
Taehyung estaba harto de la situación. Su enojo era evidente, por lo que cuando en el camino hacia su habitación cruzó a su madre no la vió ni escuchó. Al llegar a su habitación se encerró sin siquiera salir para desayunar o almorzar, solo esperaba a que la hora que tenía pactada con Dae llegara. Necesitaba poder hablar con ella.
Primera parte de este pequeño y emocionante relato.
Espero les esté gustando.
Agradecería mucho sus opiniones y apoyo.
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Editado: 25.04.2024