Atravesé la puerta que daba hacia el pasillo central de la cámara secreta de la ciudad del vaticano, yo Yisrael el hebreo, he sido convocado por el papa y sus más allegados súbditos para aparentemente cumplir una misión de suma relevancia para la iglesia y para el mundo.
Pese a que ya yo sé lo que debo hacer, dentro de la cámara secreta se me darán los datos y las armas para cumplir con mi deber, para el cual he sido preparado toda mi vida.
Mientras caminaba por el largo pasillo de arquitectura romana antigua, mis ojos se iban deteniendo en cada busto y estatua que se encontraba a los lados del corredor, todos según los libros más antiguos, datan de la época romana, cuando los reyes gobernaban y Roma era dueña del mundo conocido. Amo el arte así que me parecen hermosos, no creo que haya nada igual en este mundo, no hay nada como esta iglesia, después de todo los católicos somos el inicio y el final.
Me detuve al llegar al final del pasillo donde se encontraba una gran puerta dorada rodeada de un arco de ángeles, esta es la entrada a la gran cámara de reuniones del papa, una habitación secreta oculta a los fieles, ya que en ella es donde se planea la guerra contra los demonios y paganos. El lugar es guardado con tal recelo, que yo mismo que soy uno de los más altos rangos dentro de la iglesia solo he podido entrar tres veces, con esta cuatro.
Coloque mis manos sobre los pomos de la puerta y los jale hacia abajo, enseguida un chirrido me indico que la puerta estaba cediendo y en pocos segundos pude atravesarla, al entrar el aire cambio, se puso más pesado, como si hubiera entrado en un mundo antiguo, pude sentir como la combinación de olores entre tierra y hierbas aromáticas me golpeaba. Como siempre mis ojos brillaron maravillados al ver el gran salón de la cámara.
Era una cúpula enorme como la de la capilla Sixtina, coloreada en el techo con el dibujo del cielo, dios y todos sus arcángeles en formación, alrededor del salón cuyo piso era de cerámica fina de color vino tinto y blanco, había varios pilares con incrustaciones del idioma de los ángeles, no había ventanas, en su lugar todo estaba decorado con cuadros de los mayores artistas de todas las épocas.
El salón a su vez contenía numerosos estantes ordenados de forma circular, tan altos que se asemejaban a muros de un castillo, eran 5 hileras de estos muros de estantes, los cuales contenían un montón de artefactos de todas las eras conocidas por el hombre, para llegar al medio solo había un pasillo, el cual estaba justo al frente de la puerta que yo acababa de atravesar.
Camine por el medio del mismo hasta llegar al círculo central, lugar donde estaba el papa sentado imponente en su trono hecho de marfil, alrededor se encontraban sus tres obispos asesores, que se distinguían a él porque vestían túnicas rojas en vez de blancas y doradas.
-Finalmente llegaste Yisrael- dijo sonriendo su santidad- si padre, disculpe la tardanza, me distraje como siempre admirando la ciudad del vaticano- él soltó una pequeña risa- no tienes que disculparte, ambos sabemos que no lo sientes- al término de su frase se levantó sonriente y dio unos pasos hasta llegar a la mesa que estaba en el centro, en la cual se encontraban un montón de documentos de notoria antigüedad.
-¿Ha llegado por fin el día?- pregunte impaciente por oír la respuesta que tanto había esperado durante toda mi vida- si- respondió él su santidad, ahora un poco más serio.
-El día del juicio está sobre nosotros Yisrael, finalmente ha llegado el momento para el que te he entrenado, el diablo ya camina sobre la tierra- su mirada y ojos azules se oscurecieron cuando dijo eso, luego volteo hacia la mesa que tenía enfrente- mira, este texto escrito en papiro es una de las posesiones más antiguas de la iglesia católica, en él están escritos tres bendiciones o hechizos en el idioma de los ángeles, lo he traído aquí porque será tu arma principal contra Lucifer.
Mis ojos se abrieron con sorpresa- ¿bendiciones?, no me hacen falta, con lo que he aprendido y mis armas convencionales estoy más que convencido que puedo derrotar al diablo, y erradicar el mal de la tierra- su santidad me miró fijamente- tu soberbia nunca acaba de asombrarme Yisrael, ¿crees que con un par de puñales benditos y agua mataras al diablo?, toma el papiro, es una orden.
-No-respondí tajante-con todo respeto, no necesito trucos de fiesta y usted lo sabe- el papa frunció el ceño y estaba a punto de reprenderme cuando una risa se oyó desde detrás de ambos, rápidamente me voltee cubriendo a su santidad con mi cuerpo, al hacerlo me encontré frente a frente con un hombre alto que vestía una túnica gris con capucha, la cual solo dejaba ver su boca.
-De verdad eres tan impresionante como el padre te describió, llamar truco de fiestas a uno de los textos sagrados más importantes de esta iglesia es todo una osadía- el hombre sonrió, y yo estaba a punto de responderle cuando me distrajo el hecho de que todos, incluyendo la máxima cabeza de la iglesia católica, se habían arrodillado con su presencia, ¿Quién es este tipo?
-Mi nombre no es de importancia- dijo el como si leyera mis pensamientos- pero puedes llamarme Lino- ¿Qué clase de nombre tan tonto es ese? pensé- a mí me parece lindo, además nunca había podido elegir mi nombre, por lo que mi falta de experiencia en nombres humanos es vasta- ¿nombres humanos? Pensé de nuevo.
-¿Vas a seguir pensando todo?, ¿o me preguntarás algo?, ya me habían advertido que siempre decías cosas para complacer a la gente y sobre analizabas todo, pero yo no tengo tiempo para juegos, así que si no tienes una pregunta toma el papiro y vete.
-No puedo irme sin instrucciones- respondí ignorando que por tercera vez había leído lo que pensaba, o al menos eso parecía, al finalizar mi frase el papa aun arrodillado jalo mi pantalón- no le hables en ese tono-dijo por lo bajo- y arrodíllate.