Lucy.
La sala está sola, yo sé que lo está. Pero este sentimiento de ser observada pone mis nervios de punta. Mamá y papá de fueron a Nueva York, pero esta vez no los pude acompañar por tener que cuidar a mi hermano. Miro alrededor esperando a encontrarme con mi pequeño hermano, pero no está ahí. Seguro seguía en su recámara.
Me paro del sillón del sofá y voy hacia la cocina por unas fresas.
—Lucy? —grita Matthew.
—En la cocina —grito de vuelta.
Escucho sus pequeños pasos acelerados.
—Lucy, había alguien en mi cuarto —susurra asustado.
Me tenso. Miro a todos lados y no veo a nadie. Me parece escuchar pasos y abrazo a Matthew. Él está muy asustado, apenas tiene seis, no sabe llevar éstas situaciones y la verdad yo tampoco.
Los pasos se hacen más audibles, pero me recuerdo que no son reales.
—Lucy?
—Shh.
Abro mis ojos como platos. Un hombre alto y mayor se asoma a la puerta, me quedo estática y tiemblo. Sus ojos tan verdes como los míos me miran con intensidad y no puedo formular palabra alguna.
Matthew se gira e intenta hacerme volver a la realidad, pero no puedo moverme. Matthew comienza a buscar, seguramente mi inhalador. Va hacia la sala y mi corazón para cuando atraviesa al hombre.
Es un fantasma. Pensé.
El hombre se va y cuando siento que vuelvo a tener movilidad caigo al suelo.
—¡Lucía! —Exclama mamá al verme en el suelo —¡Mark, el inhalador!
Mamá va hacia mí y me levanta en sus brazos, al menos lo intenta. Traen el inhalador, pero, estoy segura que eso no fue una crisis. Puedo respirar correctamente, sólo no podía moverme.
Matthew abraza a papá y puedo ver lágrimas en sus oscuros ojos, su labio inferior tiembla y fortalece el abrazo con papá.
—Mamá... —intento decir, pero me detiene.
—Creo que lo heredó, Mark —mencionó mamá.
Papá puso cara de preocupación y no logro recordar lo que sucedió después.
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Desperté en mi cama, las sábanas rosas me cubrían y luz cálida entraba por las cortinas. Miré a un lado y Matthew descansaba allí. Acaricié su cabello y le di un beso en la frente, me levanté y fui a la cocina.
—Estás segura, Leah? —interroga papá.
Me asomo con cuidado de no ser vista y visualizo a mamá, estaba sin maquillaje y sus ojos estaban cristalizados.
—Ví su cara de terror. Sé que vió algo, un espíritu o lo que sea. Matthew dijo que habían movido uno de sus juguetes y que cuando a Lucy le dio la crisis miraba a un punto fijo. Estaba petrificada.
Mamá mira con culpa a papá y se hecha a llorar.
—Debí hacer el hechizo cuando estaba gestando a Lucy, el mismo que hice con Matthie. Debí alejarla de eso.
Papá niega y la abraza. Iba a subir de nuevo al cuarto pero casi tumbo un jarrón en el intento.
—Lucy, qué haces despierta?
Miré mis manos con gesto nervioso.
—Quería comer algo y no pude evitar escuchar su conversación.
Papá me sonríe y me dice que vaya. Yo lo hago y me siento en la mesa con los dos.
—Y Matt? —Pregunta papá.
—Estaba totalmente dormido —afirmo.
Él asiente y mira a mamá.
—Dile todo acerca de sus poderes.
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Poderes...
Rayos, cómo iba a estar preparada para algo así? Apenas tenía trece. Si mucho sabía cómo llamar a emergencias y freír un huevo —si es que no lo quemaba—. Ahora suponía que tenía que cargar con poderes que en su mayoría, ni podía, ni debía, utilizar.
Simplemente ridículo.
—Eres como una "X-Men"? —cuestionó Matt. Sus ojos brillaban entre la curiosidad y la intriga.
—Nah... Más bien soy como Carrie.
Se estremeció y yo reí. Con Matthew cerca no puedes aburrirte.
Mamá entró a la habitación y le mandó a Matt que fuera a la suya. Él, como siempre, protestó antes de obedecer. Cuando ya se había ido mamá me miró con lástima. Maldita lástima.
—No puedes contarle a nadie sobre esto. Le contamos a Matthew porque es parte de tu núcleo familiar cerrado. Nadie más se puede enterar.
Asentí lentamente, repitiendo cada palabra en mi mente para que quedara impregnada en mi memoria.
—Mamá, puedes repetirme mis poderes?—musité.
—Por supuesto —aclaró su garganta y se removió en su sitio —. Ver el aura, manejar energías, manejar los elementos, manipular pensamientos, aunque eso va en todo lo psíquico —rodó los ojos y continuó —. Ah, y claro, como puedes manejar energías, puedes verlas, así que también ves fantasmas.
—Tú también tienes todos esos? —interrogué.
—No. Sellé algunos de mis poderes porque me resultaba difícil controlarlos por mis emociones. Sólo me quedé con los psíquicos.