Lúgubre "Vivir entre el dolor del pasado"

12. Víctima

⚠️ALERTA: CONTENIDO SENSIBLE ⚠️

Desde las sombras, contemplo en silencio a mi diminuta presa atemorizada, no ante mi presencia, sino ante el terror de ser sorprendida en un sitio prohibido. 


No me gusta esto


La contemplo desde la distancia, examinándola minuciosamente. Para ser una niñita de su edad, su físico se podría considerar pasable, pero lamentablemente mi mente está ocupada en otros asuntos más importantes. 


Sus movimientos son nerviosos, casi ridículos, mientras intenta ser cuidadosa para evitar ser descubierta, pero es lo menos efectivo que está haciendo. 


Hubiera sido una escapada más para ella si no se hubiera topado conmigo, desgraciadamente.


Para ella


Una sonrisa torcida decora mi rostro mientras observo a mi pequeña presa entrar a un salón.


Mátala


Siento éxtasis solo de imaginar que esa repugnante niñita estará suplicando pidiendo piedad,eso llena de serenidad y anticipación.


Empiezo a silbar mientras me dirijo al salón sosteniendo mi maletín en una de mis manos. Al llegar a la puerta, mi mano toca la fría manija abriéndola lentamente provocando un pequeño chillido.


Entro y me acerco sigilosamente mientras la ira nubla mis pensamientos, dejándome llevar por mis sentimientos. 


Esta asquerosa presa no puede hacer lo mismo que hace mi muñeca.


Solo ella puede


Los demás merecen sufrir lentamente hasta morir.


Paso desapercibido para ella por estar inmersa en unos auriculares, absorta de algún sonido del exterior. 


Es preferible acechar desde las sombras, donde nadie pueda siquiera imaginar tu presencia, donde la oscuridad es tu cómplice y el anonimato tu mayor aliado. 


Rápidamente coloco una bolsa sobre su cabeza mientras la sofoco. Desesperada por liberarse del peligro inminente, lucha por quitársela, pero solo derrocha sus fuerzas en vano.

 Su respiración se agita frenéticamente, mientras el oxígeno escasea, precipitando su rápido desmayo. Desplomándose en el suelo.


La observo con indiferencia, asco y repulsión.


Piensa y luego actúa 


Me dirijo hacia mi maletín sacando una cinta adhesiva y un pincel. 


Me enfundo unos guantes y aseguro la cinta alrededor de la víctima, dejándola inmovilizada.


Mi mirada se posa en el lienzo que yace en el caballete. Siento cómo mis manos tiemblan con una furia que apenas puedo contener, luchando por liberarse y desatar el caos.
Me abalanzo hacia el cuadro con rapidez, golpeándolo una y otra vez, visualizando el rostro del desdichado que se atrevió a arrebatar mi felicidad. 


El lienzo finalmente cede bajo la avalancha de golpes, convirtiéndose en un simple pedazo de madera con hilos mientras mis puños se tiñen en un manto de líquido carmesí. 
Lamo mi puño, disfrutando del metálico sabor de mi propia sangre. 


Un pequeño sollozo se escucha mientras una sonrisa perversa se dibuja en mis labios. 


Que inicie el arte


Me inclino lentamente para retirar la cinta de sus labios, pero enseguida me arrepiento al escuchar sus gritos desesperados.


- ¡Cállate! -grito mientras mi pie aplasta su rostro una y otra vez en un intento por silenciarla. El silencio que sigue a sus gritos me envuelve en una sensación de calma.
- Por favor, déjame -susurra débilmente entre sollozos.


- ¿Por qué lo haría? 


-Porque no merezco esto -sus sollozos llenan la habitación, causando mi desesperación. 


Vuelvo a ponerle la cinta en los labios para silenciarla- Nadie merece la felicidad en la vida, porque aquellos que la tienen supuestamente han causado desgracias a otros, son solo lobos feroces disfrazados de ovejas blancas -escupo con desprecio. 


Entre sollozos, ella niega con la cabeza una y otra vez, suplicando con la mirada que la deje ir, pero para su desgracia, las súplicas desesperadas no surten efecto en mí. 


Me acerco a mi maletín y tomo un hilo grueso con aguja. 


-No sé coser -miento - pero no estaría mal practicar. 


Su rostro palidece del miedo y la desesperación dominándola, mientras intenta liberarse de sus ataduras en un acto de desesperación.


Me acerco a ella con la aguja, susurrándole al oído: - Intenta lo que quieras, será inútil. De mí, nadie escapa -lamo lentamente su oreja, provocando un temblor en su cuerpo y una sensación de satisfacción en mi interior.


Provocar temor resulta más estimulante que generar cualquier otro sentimiento despreciable.


-Qué hermosos ojos tienes - otra mentira más, ¿qué más da? - Se verían aún más bellos cosidos.


Clavo la aguja en el centro de su ojo, desencadenando un grito que es sofocado por la cinta en su boca. Giro la aguja en su iris, observando cómo la sangre emerge lentamente, deslizándose como una lágrima carmesí por su pálida mejilla.


Lágrimas de sangre 


Retiro la aguja, repitiendo el mismo proceso en su otro ojo. Luego, tomo la aguja y comienzo a unir su párpado superior e inferior, cosiéndolos juntos con cada movimiento de la aguja. 


Ojos que no ven


Una vez terminado con sus ojos, contemplo con satisfacción parte de mi obra maestra. 


Una sonrisa se dibuja en mi rostro, complacido con el resultado.


Extraigo una navaja de la parte trasera de mi pantalón y deslizo su filo por su cuello, lentamente, sin hacer ningún corte.


Ni siquiera la he tocado y ya está llorando y temblando.


Que débil 


Hundo la afiliada hoja en su yugular de un lado a otro, provoco su muerte de manera instantánea. No hay nada mejor como una muerte rápida y limpia para culminar mi obra maestra.


Retiro la cinta de su cuerpo y comienzo a coser sus delgados labios. 




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