"Al fin, paz y tranquilidad".
Luka se acomodó con poca torpeza en el techo del pequeño edificio cerca del río. Desde ahí, no solo tenía una mejor vista de la torre, sino de toda la plaza en general. Todo se veía más diminuto, casi tanto como las pequeñas estrellas. A pesar de que se encontraba más lejos de la multitud, se sentía más cerca de ella, tal vez porque en esta ocasión la música que planeaba tocar era más genuina que antes. Como sea, daba igual. Se sentía más cómodo así.
Contempló el cielo nocturno, permitiendo que una nueva inspiración le inundase el pecho. Había subido ahí para pensar mejor, tener clara sus ideas de lo que haría a continuación con su vida. Ser Viperion había sido algo que jamás olvidaría, pero sabía que solo cumplió con aquel personaje para ayudar a Marinette.
Sacó un papel del bolsillo de sus pantalones, un folleto arrugado de una prestigiosa escuela de música. No había hablado con su madre sobre ella, ni siquiera a Juleka. Era un secreto que planeaba reservar antes de tener que escoger una universidad. Cuando se encontró con el volante, supo al instante qué es lo que haría: dedicarse a la música.
Lo malo es que estaba al otro lado del mundo, a años luz de su anhelado hogar. Sin embargo, sabía que tomaría la mejor decisión llegando a cabo el momento.
Ubicando su guitarra entre sus brazos, permitió otra vez que sus dedos se movieran alrededor de las cuerdas siguiendo su propio instinto. Siempre le había parecido sencillo, ni siquiera necesitó de mucha práctica para desenvolverse bien con ella. Era como si aquel instrumento supiera que estaba en las manos adecuadas, se acoplaban, eran uno solo.
Ese era él. No Viperion, ni tampoco un intento de artista, solo... Luka. Le bastaba con eso.
Se dejó llevar por largos y eternos minutos, sintiendo el aire fresco nocturno soplar las hebras de su cabello azul. Cerró los ojos...
Y una piedra le pegó la cabeza.
—¡Auch! —se quejó. Miró a todas partes, sosteniendo aquella piedrecita oscura que había rebotado justo a su lado. ¿Pero qué...?
—Chist... Luka —escuchó a una dulce voz susurrar.
Él abrió los ojos, reconociéndola.
—¿Marinette? —miró hacia abajo, sosteniendo su guitarra contra su pecho para impedir que ésta cayera al vacío. La chica de coletas mostró una enorme dentadura blanca—. ¿Qué haces aquí?
Marinette chocó sus dedos entre si, nerviosa.
—Yo... estaba... buscándote.
—¿Buscándome? —Luka le tendió una mano para ayudarla a subir. La joven batalló un poco, pero con ayuda del chico pudo sentarse junto a él sin caer de sopetón al suelo—. ¿Por qué?
—Pues es una larga historia —Luka la miró con extrañeza, esperando a que continuara—. La verdad es que...
—No puedes estar aquí.
Eso la cortó en seco.
—¿Cómo dices?
Él se corrigió.
—Quiero decir, se supone que tendrías que estar hablando con Adrien —explicó, casi queriéndose disculpar—. Todos sabemos que esta noche él correspondería a tus sentimientos. Hoy sería especial para ustedes dos, pues comenzarían a salir juntos.
—Ah... —Marinette tomó sus rodillas contra su pecho, evitando cruzar la mirada con él—. Sí, bueno... hubo un cambio de planes.
—¿Cambio de planes?
—Es sobre eso de lo que vengo a hablar contigo —sintió sus mejillas enrojecer. ¿Por qué se sentía tan torpe al hablar de esto? Se suponía que desde la primera vez, las confesiones se volvían más fáciles—. Verás, hace tiempo que me he dado cuenta de una cosa.
—Antes de que digas algo —dijo vigorozado derepente, interrumpiéndola—. Tengo que enseñarte esto.
Marinette se extrañó por el cambio de actitud, pero esperó a que él continuara. Luka buscó algo en su bolsillo trasero y sacó victorioso un folleto arrugado. Se lo ofreció con gran expectación.
—¿Qué es esto? —inquirió la joven dándole vueltas a aquel volante—. ¿Una escuela de música? ¡Pero si está en Japón!
—Más lejos todavía. Dicen que es una de las mejores escuelas de música que hay en el mundo. ¡Y me acaban de ofrecer una beca completa en cuanto decida irme a la universidad!
—Whoa, esto es... quiero decir...
—Alucinante, ¿no es cierto? —Marinette jamás había visto a su amigo tan feliz antes. Sus ojos brillaban, la sonrisa genuina en su semblante era del mayor éxtasis, una oportunidad fantástica para su vida.
Y le dolía.
—Sí... sí, es alucinante.
Luka pareció percatarse del ánimo decaído de su amiga, porque arrugó el ceño preocupado.
—¿Crees que es una mala idea?
—¿Qué? ¡No! Puff, claro que no, es fantástico. Es una situación única, estaría mal que la rechazaras, ¿quién te ofrece una beca completa a kilómetros de tu casa? Ja, ja...
—Sé que está demasiado lejos —Luka guardó el papel de nuevo, con cierta desgana—. Pero, es el sueño de mi vida. Digo, conocerlos fue lo máximo, ¿y ser Viperion? Vaya, nunca me lo pude haber imaginado. Aún así, ¿vivir para la música? Es lo que soy.
—Lo sé —Marinette miró hacia la luna, cayendo en cuenta que cualquier cosa que dijera a partir de ahora, no importaba tanto como apoyar la decisión de su amigo.
—Entonces, ¿qué es lo que querías decirme?
—¿Ah?
—Dijiste que viniste porque deseabas hablar conmigo, ¿sobre qué?
—¡Oh! Sobre, sobre los... ¡sobre lo genial que tocaron tú y el resto de la banda en el escenario! —Marinette se rio nerviosa, llevándose un brazo tras la nuca—. Eso fue, whoa... es decir, ¡estuvieron sensacionales! Ya veo por qué te ofrecieron una beca, eres demasiado bueno.
—¿Tú crees?
—¡Pues claro! Arrasaste el escenario, fuiste una estrella. Las chicas no dejaron de aplaudirte y luego...
—Entonces, ¿no me quitaste los ojos de encima, eh?
Marinette se detuvo.
—¿Qué? —se carcajeó y resopló—. ¡Por su puesto que no! ¿Verte yo? Obvio que estás equivocado, Alya no dejó de decírmelo, la impresionaste.
Luka se rio con fuerza, se rio tanto que se dobló en dos. Marinette no supo qué otra cosa hacer que seguirle la corriente, insegura.