El ruido de los tacones de las enfermeras pasando de un lado a otro y de los teléfonos al sonar ante cada emergencia hace que la poca paciencia que tengo vaya desapareciendo con velocidad.
Estoy debatiéndome si venir aquí fue una buena idea en vez de estar concretando los últimos diseños para la línea deportiva de esta temporada más las nuevas consolas que saldrán este mes. Pero no puedo hacerle eso al abuelo, no puedo irme o ignorar el hecho de que este aquí debido a su salud.
Observo la hora en el reloj con ansiedad, los lentes de contacto me fastidian, aquí dentro no me los puedo quitar ya que tienen una estúpida regla donde no se puede usar lentes de sol, gorra o capucha, así que, no tengo de otra más que aguantar hasta que termine la visita.
— ¿Familiar de Haibara Kenjiro? —Alce la mano—; ya puede pasar a verlo.
—Gracias —dije, traté que mi voz no sonara áspera ante la evidente incomodidad.
Como desde niño he venido al hospital una y otra vez los pasillos siempre se han visto envueltos en olor a formol, soluciones salinas, sangre, vómito, cloro o alcohol. Muchos de los rostros aquí presentes ya son tan desagradablemente familiares para mi gusto.
Ignorando los murmullos incesantes sobre mi persona, seguí el extenso pasillo hasta dar con la puerta que era. Suspiré con profundidad, mentalizándome para ver al señor dentro de esta habitación, que seguramente me regañara por la idiotez que se me ocurrió hace poco más de medio año.
También me preguntara si di con alguna pista o nombre de su paradero, a lo que yo, tratare lo más que pueda evitar ese tema porque no estoy interesado en contraer matrimonio.
¿Por qué mi familia tenía que ser tradicional por esa parte hasta hoy en día? De solo pensar en formar una familia o cuidar de alguien cuando no estoy óptimamente capacitado para eso me dan ganas de vomitar, enojarme y quedarme mullido en la cama jugando videojuegos.
Considerando que me había quedado viendo a la puerta enojado presionando los puños como si esta tuviera la culpa de mis desgracias fue lo suficiente como para espantar todavía más a las personas, toque suave esperando respuesta.
No la obtuve.
Toque otra vez.
Tampoco la obtuve.
— ¡Mierda! —Masculle, ¿en serio me hará eso? No me sorprendería si realmente lo hace— ¿Ojīisan¹...? —Abro con lentitud, temeroso, el abuelo tiene tendencia de lanzar los zapatos a la cara a cualquiera de nosotros cuando hacemos una burrada.
Y sí que metí la pata hasta el fondo esta vez.
El crujir de la puerta me hizo dudar, no puedo escuchar nada, ni siquiera algún movimiento de sábanas o algo.
—Vamos, Kenma, abre.
Dándome animos en voz baja, empuje un poco más la madera reaccionando con sorpresa y miedo ante la imagen furiosa de mi abuelo.
— ¡Ahí estás! —No dudo en lanzar uno de sus típicos zapatos elegantes con el ostentoso tacón característico.
Lo sabía.
Por suerte, previniendo el ataque pude esquivarlo cayendo al suelo.
Eso estuvo demasiado cerca.
— ¡Tú! —me apunto con el dedo— ¡Chamaco pendejo! ¡¿Qué demonios intentaste de hacer?!
— ¡Jiji², espera! —No había terminado de levantarme cuando lanzó el segundo zapato, esta vez sí dando de lleno a la frente sin poder evitarlo.
—Podré fallar una, pero no dos veces, niño —se mofo—. Si quieres pregúntale a tu padre, él sabe muy bien de estas cosas cada vez que mete la pata.
No hace falta que pregunte. Sí que tienes puntería.
—Como sea —masculle, por segunda ocasión en el día.
— ¿Te estás quejando?
—No, no, para nada —mentí—, dije que... que te creo jiji, es eso.
El abuelo alzó una ceja, por supuesto que no me iba a creer, es el más sabio de la familia, es patriarca principal de esta rama familiar. Hizo el amago que me sentara en la silla frente a su cama. Ahora más calmados, es cuando saca el lado cariñoso.
—No estaba razonando —hable rápido—; me conoces bien jiji yo...
—Kenma.
Me abrazo.
No soy de dar tantas muestras de afecto incluso entre miembros de mi familia, solo por momentos que si algún evento o por cortesía, ¿pero el abuelo? Con él es diferente.
Sin previo aviso, sus lágrimas empapan mi sudadera negra contagiando el sentimiento rápidamente por mi sistema nervioso. Envolví los brazos alrededor de su cuerpo dejando que gane la melancolía sacando ese yo que no suele salir mucho.
—Gomenasai³, jiji, soy un terrible nieto. —Lo trémulo que me sale la voz al hablar es prueba de mi arrepentimiento.
—Por supuesto que no muchacho —murmuró, dejó unas cuantas palmadas en los hombros antes de separarse revolviendo mi cabello para terminar dejando un piquete en la frente con el dedo medio—, por supuesto que no —repitió—. No eres un terrible nieto, tampoco un mal hijo. —En la sonrisa que me regaló demuestra lo afable y melancólico que se siente—. Sólo quisiste liberarte de toda tu amarga carga pensando que era la única solución, una que como adultos no nos dimos cuenta que la llevabas... o que tal vez, la vimos, pero no le dimos el mismo peso importante y problemático que tú le estabas dando.
—No los culpo de nada, Jiji, tampoco les tengo algún tipo de rencor u odio.
—Pero somos tu familia, fallamos como tus mayores al tener el poder de ayudarte en lo que sea que estabas cargando sin mucha consideración.
Agaché el rostro mirando mis dedos, suspiré lentamente moviendo el mentón tratando de no sentir culpa.
—Seguramente tu padre también está...
—Ocupado —corte. No lo hice de mala gana, es solo que el sentimiento negativo crece y crece. No quiero hacerlo un problema—; papá se la pasa ocupado en la empresa. A veces me acompaña a las citas.
—Entiendo.
No dijo otra cosa al respecto, entendió perfectamente mi estado corporal así que cambió la conversación. Al menos un poco.
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Editado: 22.08.2024