Con el paso de los días un ferviente deseo de venganza invadió el corazón de la doncella; por su reino, por el talismán robado, por orgullo e incluso por ella misma.
A pesar de no tener herramientas, con ayuda de aquel pequeño cuchillo, a pesar del tiempo que le tomó, logró hacer un arco y flechas. Ahora podía cazar presas más grandes. Tejió cuerdas y algunas cestas, preparó algunos recipientes en los cuales pudiera guardar agua o provisiones, y se marchó en cuanto tuvo todo listo.
Se había fijado como primera meta, el encontrar a aquel que la había hecho su esclava y hacer lo necesario para acabar con él.
Sin embargo, paso tras paso, sólo tenía consciencia de su propia realidad.
La doncella no sabía que mientras ella se resguardaba en el bosque, la familia del guerrero había sido asesinada como parte de la venganza de su emperador, incluso los esclavos habían tenido un trágico final. La batalla había sido solo un pretexto para distraerlo, que resultó más que exitoso; inconscientes de ello, el ejército de su captor se había burlado de la cobardía de sus enemigos, ni uno solo se había presentado a la batalla pactada y todos regresaron días después pero él, aquel guerrero, fue el único que encontró la tragedia bajo su techo.
Juró venganza y cegado por el dolor se prometió que, de ser necesario, daría su vida para conseguirla.
Sin perder tiempo montó en su corcel y emprendió camino hacia el lugar donde encontraría a aquel emperador que había destruido su vida y familia. Le haría pagar por la vida de sus padres, sus hermanos, su mujer e hijos.
Llegar al reino enemigo le tomó unos cuantos días. Fue sigiloso al escabullirse entre los pueblerinos y más aún, al informarse del lugar en que encontraría al emperador, con calma estudió la zona y las rutinas de los guardias. Pronto estuvo seguro de lo que haría y sin pensarlo más, usando una entrada secreta, ingresó al palacio de su enemigo.
Él no era nada más que un simple y glorioso guerrero que estaba dispuesto a terminar con su enemigo, pero jamás imaginó que esa mujer, a la que todos llaman emperatriz y a quien había elegido como primera víctima; sería aquella de quien debió tener más cuidado.
Para el guerrero fue imposible llegar de sorpresa. La mujer que tiempo atrás había vuelto de su viaje, había aprendido tanto, que antes de que el guerrero ideara un plan de ataque, ella ya sabía lo que sucedería.
Con calma, usó un conjuro que inmovilizó al guerrero y mientras este lidiaba con la desesperación por verse libre, le advirtió que lo que intentaba hacer era inútil; días después de que el emperador diera la orden de vengar a la doncella, ella misma se había encargado de terminar con la vida del hombre con el que una vez se había casado; así se lo hizo saber al guerrero.
Por supuesto nadie había sospechado de ella y ya que su hijo aún era pequeño, ahora ella era quien gobernaba ahí.
El guerrero no creyó ni una sola de sus palabras y con enfado, grito que la bruja era una mentirosa, además de que exigió que lo soltaran.
La emperatriz cumplió su deseo, lo dejó libre de su hechizo, pero también había dado la orden de que lo golpearan y abandonaran en lo profundo del bosque, muy lejos de su reino.
Cumpliendo las órdenes, en algún lugar lejano, montaron al guerrero ya moribundo en su corcel y le abandonaron a su suerte.
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Editado: 21.11.2021