Aquello era extraño; Cedrik había puesto un aviso para que supiera en que momento debía irse sin levantar sospecha, pero dentro de la torre no había funcionado, además de que el tiempo había pasado con gran velocidad.
No tenía dudas de que había una magia extraña ahí.
No podía evitar dar vueltas de un lado al otro dentro de aquella habitación, incluso se sintió aliviado cuando escuchó que finalmente habían entrado, pero aquel sentimiento duró poco al escuchar la forma en que le gritaba.
Quiso salir y lo único que lo detuvo fue saber que esa era una pésima idea, sobre todo por ella.
Sin embargo, recargado en la puerta, sosteniendo la perilla, se lamentaba por no poder hacer nada por ayudarla. Había sido él, quien le sugirió hacer lo necesario para mantenerse con vida hasta que pudiera volver a su mundo.
—Ya se fue —sintió el giro de la perilla entre su mano—. Pero, estamos encerrados —se apartó para que ella pudiera entrar.
No supo que decir, ni siquiera supo cómo reaccionar ante la sonrisa que le regalaba, ni mucho menos cuando lo abrazó.
¿Como podía encontrar una razón para sonreír, después de un mal momento?
—No sé que hacer para que escapes.
—¿A dónde fue Owen?
—Briana dijo que su madre acababa de llegar —frunció el ceño al escucharla.
—Debe haber algún error.
—No. Briana lo dijo claramente.
—No entiendes —la alejó—. Su madre murió cuando era un niño.
—¿Qué?
—¿La conoces? —intentó abrir la puerta y luego las ventanas.
—No podrás abrir —se acercó, para detenerlo—. Gallagher; no vas a poder abrir —comenzó a cerrar las cortinas—. Las ventanas están selladas y la puerta… no es la primera vez que me encierra.
—¿Conoces a esa mujer? —exhaló, notando que los brazos de la chica comenzaban a verse morados.
—No. Cuando ella viene siempre me encierra, por lo general, me deja salir hasta el siguiente día, sólo para que vaya a la casa de Gwyddyon.
—Señorita. Viene hacia acá —escucho a través de la puerta.
—¡Gracias Bri! —volteó a mirarlo.
—Ya sé… —no le agradaba aquello—. Me esconderé —se apresuró, cuando la voz de Owen se escuchó en el pasillo.
—¿Sabes lo qué hay en la torre? —fingía salir del baño.
—¿Ratas? Dime que no hay ratas. Odio a las ratas, son asquerosas y…
—¿Ratas?
—¿No hay ratas? Por un instante me asustaste —fingió alivio.
—Puede ser que haya ratas… —se recargó en la puerta, cruzando los brazos.
—Pero no saldrán de ahí; ¿o sí? —no respondió, pero dio un largo vistazo a la alcoba.
—Más te vale, Cariño; que sean ratas. De lo contrario…
—Ya sé… Enedina y Gallagher lo pagarán por mí.
—Tienes que ser honesta conmigo —exhaló con frustración—. Esto se salió de mi control, pero no… —le sorprendió ver genuina preocupación en su rostro.
—¿Qué sucede?
—Duérmete ya —volvió a salir, encerrándola una vez más.
—Claro… —regresó al baño, luego de colocar en la puerta un hechizo que ya antes le había funcionado—. Temo que tendrás que quedarte.
—La poción no durará hasta mañana.
—Encontrare una forma para sacarte de aquí —salió para dirigirse al baúl y buscar un libro en específico—. Tengo una idea qué tal vez funcione —buscó entre las páginas.
—¿Te hizo daño? —se colocó de cuclillas ante ella, sosteniendo su brazo levemente amoratado.
—No es nada —sonrió, animándose a darle un beso—. Creo que puedo enviarle un mensaje a Cedrik, hace poco vi un hechizo para enviar algo así como un mensaje de voz que recibirá como si fuera una nota. Le pediré que venga. Él sabrá que hacer.
Se acercó a la ventana y con libro en mano leyó las palabras necesarias, para luego pronunciar el mensaje antes de repetir el hechizo. Entonces cerró el libro.
—Deberíamos intentar dormir —sugirió, volviendo a cerrar el baúl.
—No sé si podré
—Al menos inténtalo —buscó su camisón—. No tenemos otra opción —entró al baño para cambiarse.
Suspiró al salir y encontrarlo junto a la puerta de la alcoba.
—Volviste a ser tú.
—Te dije que ya no duraría demasiado —regreso la mirada a la puerta—. ¿Qué pasará si regresa?
—No te verá. Puse un hechizo de reflejo —le explicó—. Cedrik me ayudó a crearlo y ya me ha funcionado antes —se detuvo al tener una idea en mente—. Tal vez pueda modificarlo y hacer que funcione en ti —fue al escritorio, para buscar entre los papeles ocultos que tenía por ahí—. Sólo tengo que hacer algunos cambios —encontró lo que buscaba y de inmediato escribió algunas cosas.
Gallagher se acercó, estaba orgulloso de poder ver cuánto había avanzado y el entusiasmo que mostraba al aprender a usar la magia.
—Tendremos que probarlo en el momento adecuado —murmuró antes de levantarse—. Es este, pero no creo que puedas ver nada —le extendió la hoja.
—Lo veo —frunció el ceño.
—¿En serio? —afirmó en silencio—. Interesante —volvió a dejar la hoja en el escritorio—. Debemos apagar la luz.
Regresó hasta la cama, donde encendió una lámpara y apagó la iluminación principal antes de acostarse. La siguió, comenzando a desabrocharse la ropa, dejándose la camisa, acomodándose a su lado antes de que ella apagará esa última luz.
—A pesar de todo, me alegra estar a tu lado —al escucharlo, lo hizo levantar el brazo para así acurrucarse abrazada a su pecho.
—¿Qué haremos después de que Cedrik nos una?
—No sé, no lo he pensado —no quiso mencionarlo, pero temía a lo que Owen pudiera hacer en cuanto intentara unirse a Lenora y descubriera que aquello no sería posible gracias a su unión con él—. Lo que sea que pase, no importara, siempre y cuando puedas volver a tu mundo —procuraba hacer que se sintiera tranquila.
—No. Si vamos a estar unidos, entonces me quedaré a tu lado.
Pero Gallagher sabía que no había otra opción. Owen los perseguiría hasta destruirlos, aunque escuchar que por él era capaz de hacer algo así, le arrancó una sonrisa.
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Editado: 21.11.2021