En algún lugar muy lejano en dónde los ángeles y arcángeles controlaban todo a su paso existió un hermoso ángel de ojos grises, piel tan blanca, cabello rubio y una sonrisa muy hermosa. La comunidad de ángeles y arcángeles estaban encantados con ella, porque además de tener una belleza descomunal tenía una inteligencia superior a muchos, pero aquella perfecta ángel fue tentada y sucumbió a una de sus más bajas pasiones y está tenía nombre Astrid una hermosa mujer de ojos verdes, cabello negro como el ébano, piel tan o más blanca que la contraria y una sonrisa sarcástica digna de ser admirada, llena de pecados un ángel caído que vivía en lo más profundo del bosque en dónde los ángeles no tenían permitido ir aquella regla fue rota por Sara y cada viernes Astrid y Sara se encontraban a media noche en el lago para observar la Luna brillante y tomar sus manos aunque para algunos era un acto pecaminoso para ellas era el acto más puro que podía existir.
- Te amo Sara como nunca he amado a alguien- dijo Astrid tomando entre sus manos la cara de la rubia
-Te amo Astrid nunca lo olvides- susurro mientras se acercaba y beso sus labios.
Profanaron sus más oscuros deseos y sus más puros sentimientos, pero no todo es felicidad para ellas... alguien ajeno observo el acto con asco y algo celoso, aquel arcángel que vio todo era un fiel admirador de Sara soñaba con algún día poder ser su tipo ideal al ver aquel acto se llenó de irá y fue a contarle todo al jefe de la guardia de ángeles.
Sara con una sonrisa después de despedirse de su eterno amor fue hacia la guardia, pero al ver al jefe ahí hizo una reverencia, aquel señor lleno de irá y decepción la miro y abofeteo su cara
-Sara debes dejar de ver a ese demonio - dijo el señor con voz firme
Sara no podía creer lo que estaba pasando sus ojos comenzaron a soltar lágrimas mientras su mano iba hacia su mejilla la cuál ardía
-yo…..yo no sé de lo que…..que habla- Su voz no salía del todo bien
-POR EL AMOR DE DIOS SARA ESTAS COMETIENDO MUCHOS ERRORES - grito aquel hombre
-yo...la amo mi señor- sollozo la chica
- El amor no lo es todo, no para los ángeles, así que terminas con ese acto tan impuro que estás cometiendo antes de que sea tarde - y sin más aquel hombre se fue dejando a una destrozada chica en la esquina de una habitación vacía
Su cabeza daba vueltas y decidió hacer lo propio lo que un ángel debe hacer, se encamino a la orilla del lago como de costumbre, pero está vez sola y se sentó lloro mientras susurraba sus penas al viento, Al estar distraída no se percató de la persona que había tomado un lugar a su lado, con disimulo giro para encarar a la persona, la cual conocían muy bien, ella era la causa de sus penas y desgracias, un ser tan bello, ella era la viva reencarnación de los pecados que la pequeña de ojos grises no estaba dispuesta a seguir, se miraron por un largo rato como era posible que un ángel como ella esté tan profundamente enamorada de un ser tan impuro como aquella chica de ojos verdes.
-Debemos terminar lo que sea que tenemos- dijo Sara
-Sara - hablo la de cabello negro
-no podemos seguir haciendo esto yo soy un ser de luz y tú...solo debemos olvidar esto - habló la rubia mientras limpiaba sus lágrimas con su mano
- ¿Por qué me dices esto? - la pelinegra con expresión dolida se acercó- no estás dispuesta a luchar esto
+No, no estoy dispuesta a renunciar a todo para cometer tan grave atrocidad como lo que es un nosotros- sus ojos volvieron a ponerse aguados.
El silencio reinó entre esas dos almas necesitadas de amor.
-yo….debo esperar a la mañana para volverme a dónde pertenezco, si vuelvo no me verás nunca más - su voz salió en un susurro -¿Quieres eso?-pregunto
-Si, al final de cuentas el amor no lo es todo, no para los ángeles y estoy segura que esto que tenemos no es amor - Y bajo una luna tan brillante como unos cristales se besaron por última vez las caricias repartidas por Astrid y los susurros dados por Sara son lo único que se presenció aquel 3 de junio...
Después de esa noche no se volvió a saber de Astrid muchos dicen que murió, otros dicen que se desterró a lo más profundo de su hogar, pero nadie sabe lo que pasó con ella.
Sara al contrario se casó con un arcángel el cual la admiraba y aunque nunca lo amo igual soñaba con que era Astrid quién estaba a su lado como aquella última noche en la que sucumbió a su deseó carnal y entrego su cuerpo al igual que su alma a la misma persona.
FIN