Luna de hielo.

18.Casa En La Playa.

—¿Eso te pareció normal? —preguntó sorprendida y no es que ella fuera una psicóloga, pero eso no era para nada normal.

 

—Si, cuando vamos de cacería se comporta parecido, es algo tétrico, pero siempre vuelve a la normalidad, ya verás mañana estará como nuevo —dijo restándole importancia al asunto.

 

—No sé, pero yo no voy a acercarme a él —dijo decidida a evitar una muerte temprana para ella o para el pequeño—, por lo menos unos días sólo para ver que pasa.

 

—No seas paranoica, princesa, por favor —pidió después de un suspiro hondo.

 

—Fred, ya te dije que no me voy a acercar y tampoco dejaré que el niño se le acerque, es por seguridad y en caso de equivocarme sólo me disculparé con él —dijo con tono contundente.

 

—Princesa, por favor, él y yo nos llevamos muy bien —acarició su cabellos para calmarla—, te aseguro que nada vá a pasar.

 

—Pues si se llevan tan bien —se soltó de su abrazo y apartó su mano de su cabello— ¿por qué no se quedan juntos aquí? 

 

—¿Quieres que lo haga? —dijo sorprendido ante la reacción de ella.

 

—Puedes hacer lo que quieras Manfred —se dió la vuelta y salió del refugio dejándolo con la palabra en la boca.

 

 Al día siguiente Liselot y el pequeño ayudaban en todo lo que podían buscando ramas piedras troncos y todo lo que les pudiera servir, mientras que Manfred y Boss (quien parecía estar buscando un motivo para pelear con Liselot) construían la casa, pasaron toda la mañana y parte de la tarde en eso, luego comenzaron a cocinar, Boss parecía vigilar sus movimientos y Manfred no lo notaba, después de un rato la comida estuvo lista y se sentaron a comer, Liselot sólo quiso comer frutas que habían conseguido cerca de ahí por lo que terminó mucho antes que ellos, el pequeño (que vivía pegado a ella para todo menos para dormir) tomó su plato y comía mientras la seguía e intentaba hablar con ella.

 

—Creo que tendrá una vista increíble —dijo Manfred a Boss mientras debía un gran trago de agua.

 

—Ya lo creo, oye mocoso....¿Y desde cuándo te acuestas con ella? —preguntó Boss haciendo que Manfred escupiera el agua.

 

—¡Qué cosas dices! —se limpió la boca y su rostro automáticamente se enrojeció al recordar lo que había pasado la noche anterior— no me acuesto con ella.

 

—No me mientas mocoso te ví salir casi desnudo de su alcoba anoche, ¿desde cuando te gusta? —el hombre era insistente en su pregunta por lo que Manfred sabía que no iba a dejar de preguntar hasta que le respondiera.

 

—No te mentiré anciano, si me gusta muchísimo y desde hace ya un buen tiempo, pero no me acuesto con ella.

 

—Grave error niño, no te enamores de una mujer como ella, el día de mañana si es que sale de aquí te dejará por otro en cuanto pueda, mujeres como ella no merecen nada, ni siquiera vivir —dijo con odio en la voz haciendo que muchas alarmas se activaran en su mente.

 

—¿Por qué dices eso? —intentó no parecer preocupado— ¿y si la princesa tiene razón? Esto se está poniendo cada vez más extraño —pensó mientras trataba de disimular sus expresiones faciales.

 

—Yo lo sé mocoso, esas mujeres lindas sólo buscan hombres que les compren carteras de diseñador y cosas así, las mujeres de ese tipo no merecen nada....

 

—Terminé —lo interrumpió tan pronto como pudo— descansa un momento no vayas a partirte un hueso ¿está bien?

 

—Ten cuidado tú, una piedra podría aplastarte la cabeza por ser tan testarudo —dijo entre sus risas habituales.

 

 Manfred corrió hacia la casa y comenzó a poner piedra sobre piedra uniéndolas con savia de árboles, arena y otras cosas más tal y como les había dicho el pequeño, intentaba llamar la atención de Liselot, pero ella no lo miraba, pasó un rato y no podía sacarse de la mente las palabras de Boss y la conversación con Liselot, sabía que Boss lo observaba así que tenía que ser cuidadoso con lo que hacía, una mala jugada y podría ponerla en peligro. Liselot venía arrastrando una rama bastante grande y reconoció la oportunidad que había estado esperando.

 

—¿Qué tanto miras mocoso? —preguntó Boss acercándose a él.

 

—Nada viejo, ya vuelvo, la ayudaré con eso; no te muevas de aquí —corrió hacia ella.

 

—No necesito tu ayuda —dijo ella al tenerlo de frente.

 

—Sólo escúchame por favor —comenzó a ayudarla a arrastrar la gran rama— tenías razón sobre el anciano.

 

—¿En serio, y cómo lo notaste? —preguntó sarcásticamente y él negó con la cabeza.

 

—Hablo en serio, creo que puedes estar en peligro, porque me dijo unas cosas muy raras, sobre que las mujeres son malas y que no merecen la vida y cosas así.

 

—Lo sabía —dijo ella dando un suspiro de angustia.

 

—Princesa, debes tener cuidado, por favor no estés sola y menos si él está cerca, tampoco salgas sola, no quiero que te pase nada malo —Liselot parecía tratar de procesar la información que le acababan de dar. 

 

—Bien, tú también ten cuidado no quiero que nada malo te pase. Aquí está bien, déjalo —le dió un beso en la mejilla.

 

—Niña —la llamó Boss tratando de esconder su ira— ven aquí un momento.

 

—¿Necesitas algo? —preguntó cuando estuvo cerca de él.

 

—Si, necesito que dejes de ser tan inútil, hagas las cosas por ti misma y dejes a los hombres trabajar en paz, si no puedes hacer eso será mejor que te vayas al refugio —dijo tratando de provocarla,pero ella estaba tratando de contenerse.

 

—Lo siento, Boss —se defendió sin dudar, aquellas palabras habían sido las más groseras que había escuchado en mucho tiempo—, pero yo en ningún momento del día he interrumpido su jornada de trabajo, así que por favor no te metas conmigo.

 

—Es cierto —intervino Manfred al notar la malicia en las palabras de él—, yo fui voluntariamente a ayudarla.



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Editado: 25.10.2022

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