8. Antes de la cacería.
Hoy ha sido una noche muy activa en el castillo, los sirvientes entran y salen de todas las habitaciones haciendo limpieza, están retocando los símbolos que hay pintados en el piso del salón del trono.
Todos parecen tener algo por hacer antes de la cacería, excepto yo y el resto del clan, los avistamientos de suguinem en Crimson han cesado y extrañamente todos ignoran lo sospechoso que es, quizá esto sea la calma antes de la tormenta.
Caminando sin prestar atención a mis pasos llego a un pasillo que me es familiar, hace unas semanas encontré aquí a Marian observando con fascinación la pintura donde están Vlad y Solacht, en un principio no comprendí que le atraía de la misma, pero ya lo veo.
El cuadro muestra a dos personas con los brazos entrelazados mostrando la dualidad de la vida, el bien y el mal. El cabello de Solacht es dorado y la ropa que usa es de tonos claros, mientras que Vlad tiene el cabello color negro azabache y sus ropas son oscuras.
El lado derecho de la pintura se muestra con iluminación, así como por el lado izquierdo se observa la oscuridad. Se trata de dos personas uniéndose como uno solo, ambos lados forman un entero perfecto ¿Cómo no lo entendí antes?
—¿¡Dónde has estado!? — Gaston aparece muy exaltado a mí lado —. Esta semana has estado muy ausente.
—No he estado en ninguna otra parte que no sea este castillo. — pronuncio a media voz
—¿Tengo que advertirte sobre el peligro nuevamente?
—¿¡Cual es el peligro del que hablas!?
Me cansé de que las personas solo insinúen cosas sin ser realmente directos con sus pensamientos.
—Los vampiros de aquí no son como tú y yo, no piensan igual que nosotros. — su voz se calma, pero la mía no
—¿Y cómo somos “tú y yo”, exactamente?
—Libres, pertenecemos lejos de aquí, lejos de todos.
Tal vez este fue el momento en el que acepté lo cómoda que me sentía en este sitio, a excepción de como mis relaciones habían cambiado, me sentía como si estuviera en el lugar correcto.
—Ven conmigo, Lina — me toma de las manos —. Escapemos solo tú y yo.
—Yo no quiero ir contigo. — una lagrima brota de mis ojos
—¡Me lo debes! — su agarre se intensifica
—Perdón. — la culpa en mí aparece
—Arriesgue mi vida por ti ¿¡Y no eres capaz de hacer una sola cosa por mí!? — la ira en su voz es clara
—¡Yo no te lo pedí!
Esta no es la primera vez que me “recuerda” lo que hizo por mí, usa esa estrategia cada vez que me niego a hacer lo que él desea.
No entiendo como su único argumento para amarlo es haber hecho algo que él mismo se dispuso a realizar, aun cuando yo lo rechace.
—No, lo hizo Edwin — aparta sus manos de las mías —. Él me pidió que te ayudara aquella noche.
—¿Lo estas culpando de mi desinterés por ti? — la pena en mis palabras es sustituida por la ira
—Tal vez haya alguien más a quien culpar — retrocede sin quitarme la mirada de encima —. Fui un estúpido, tal como él lo quiso ¿No es cierto?
No entiendo a que se refieren sus palabras, pero por su mirada parece estar entendiendo algo.
—¿¡Acaso fuiste parte de esto también!? — habla tan fuerte que genera un eco por los pasillos
—No comprendo de lo que estás hablando. — respondo con el mismo nivel de voz que él uso
—Ahora me doy cuenta, se burlaron de mí todo este tiempo…
Se aleja del lugar tan rápido como apareció.
Todo lo que dijo es muy confuso, solo balbuceo cosas sin realmente decir algo concreto, quisiera saber qué es lo que estaba pasando por su mente.
El estado de desorden mental se esfuma como una estrella fugaz en cuanto lo siento, el sonido de los corazones latiendo retumba en mis oídos como un eco, mis manos comienzan a temblar al mismo tiempo que mi vista se vuelve borrosa.
Camino hacia donde proviene el melodioso sonido de los corazones llenos de vida y sangre tan dulce, tan única, tan perfecta y sobre todo tan deliciosa.
Una parte de mí quiere que me detenga y corra en dirección contraria, pero mi lado moral desaparece dejando a mis instintos actuar como les plazca.
Mi conciencia abandona mi cuerpo y me adentro en la cocina del castillo, camino por el lugar hasta que el sonido se intensifica detrás de una puerta de piedra, utilizo la adrenalina que me causa el momento para abrirla.
Me encuentro con un frio pasillo que solo está iluminado por unas cuantas antorchas, al final del mismo hay una reja con una cadena y un candado que contiene el mismo símbolo que vi en las puertas del cementerio en Sanatis.
No le prestó atención a lo recién visto para intentar romper el seguro, sin embargo, una mano me sujeta de la parte superior del brazo sacándome a la fuerza de aquel lugar.
—¿¡No puedes contenerte cerca de humanos!? — exclama Benetem
Intento liberarme de su agarre.
—¡No te importa! ¡Ya suéltame! — exijo
—Te comportas como neófito.
Cada palabra que sale de él me hace enfurecer.
—Es tu culpa, es culpa de este lugar... lo cambia todo. — una rabia terrible me invade
El hombre agarra mis muñecas con fuerza para después empujarme contra la pared de la cocina.
—Esa es nuestra naturaleza y solo significa que te estas olvidando de tu humanidad.
Pensar en perder lo único que he querido conservar de mi pasado me aterra.
—¡Mientes! — mi voz se quiebra
Benetem ríe.
—Es patético que intentes negarlo, tú te conoces mejor que nadie. — habla con tanta calma que es exasperante
Su voz resuena en mí y la frustración me gobierna, tantas palabras y oraciones se forman en mi mente, pero no soy capaz de externar ni una sola.
El rey permanece en silencio por un momento, antes de finalmente lanzar un suspiro.
—Acepta que al final de todo somos monstruos.
Escucharlo decir la palabra “monstruo” es nuevo para mí, no imagine que precisamente él se referiría a los seres que se ha dedicado a defender toda su vida con esas palabras.