Luna de Sangre I En Edición I

XI.

11. Lealtad.

 

Los pensamientos no dejan de dar vueltas en mi mente, intento apartarlos recordando alguna otra cosa, pero me es imposible porque una y otra vez vuelven a Benetem y a la noche del baile. Quisiera decir que es sobre las confesiones que se hicieron, pero mi mente me ha jugado sucio y solo me es insistente con algunas partes de aquella ocasión.

Con la oscuridad reinando en el cielo salgo de mi habitación en búsqueda de Edwin, su mente debe estar colapsando y eso es algo por lo que ya pasé, sé que lo último que necesita ahora es enfrentarse a esto él solo. Además, dijo que podía confiar en él y lo mínimo que merece es que yo le ofrezca lo mismo.

Aunque pienso en ir a su habitación me surge una corazonada y decido dirigirme al salón de música. El castillo está bastante tranquilo, supongo que esperaba más movimiento de parte del rey por el hecho de que Markus haya escapado y sea un peligro inminente.

Mi instinto resulta ser correcto y me hace encontrar a la persona que buscaba frente al piano tocando con tanto sentimiento que me eriza la piel. No logro distinguir las emociones que viajan entre sus dedos, pero me es fácil pensar que se debe de tratar de tristeza, furia y quizá decepción.

Me adentro en el salón caminando con lentitud.

            —¿Cómo te sientes? — pregunto manteniendo la calma

            —Fui solo un peón en un gran juego de ajedrez. — habla con pesadez

            —Entiendo lo que es eso, Ed.

            —Comprensión familiar supongo...

            —Es difícil aceptar que alguien más planeo tu camino.

Edwin aleja sus manos del piano dando la vuelta para mirarme.

            —¿Cómo puedes estar bien después de anoche? — pregunta con curiosidad

Había estado evadiendo ese pensamiento, prefería creer que si tenía opciones y no estaba aquí por conveniencia de alguien más.

            —Solo me estoy guardando mis sentimientos, Ed, esperare a que esto termine para descargar mi ira en algo más.

            —Espero que no hables de matar más humanos.

            —No pensaba en eso.

Él se comienza a reír al ver mi expresión, a lo cual decido hacerle segunda.

            —Lo único que no tortura mi mente es saber que somos familia. — se pone de pie colocando su mano en mi hombro

            —Es extraño, no creí volver a tener algún familiar cerca.

            —Yo tampoco.

Él tiene razón, lo único que no me genera molestia es tenerlo como familia.

El caos entra en el salón con Marian y Lowell dirigiéndose al mismo tiempo a Gaston haciendo imposible lograr entender sus palabras.

            —¿Qué sucede? — pregunta Edwin

            —No lo sé, quizá Gaston tenga la amabilidad de explicarlo. — pronuncia Marian con enfado

            —No entiendo nada de lo que está pasando aquí. — habla un confundido Lowell

El rostro de Gaston refleja cansancio y frustración, no está cómodo con la situación. Que se revelen cosas que querías mantener ocultas no debe de ser agradable.

            —He venido aquí para ser honesto con ustedes, se merecen la verdad.

            —¿Esta vez sin ocultar cosas? — pregunta Edwin

            —No omitiré nada.

Parece que el líder del clan está listo para confesar lo que tanto trato de mantener en la oscuridad por tanto tiempo, solo espero que por primera vez decida ser honesto con todos.

<<Gaston Clermont>>

Por casi dos siglos no he parado de pensar en que en algún momento tendría que decir la verdad del porque cree al clan media luna, después de hoy será un peso menos en mi conciencia.

            —Se merecen una buena explicación del por qué actué como lo hice y no espero que me perdonen.

            —Eso ya lo veremos. — responde Edwin

            —Solo escuchen.

Agrego antes de comenzar a hablar.

            «Durante el siglo diecisiete un vampiro nato conoció a una mortal en el corazón de Francia, ambas personas convivían en secreto por temor a lo que dirían los miembros de sus comunidades, sus encuentros se volvieron cada vez más íntimos.

Como fruto de la relación nació un medio vampiro, un acontecimiento tan poco probable como una mortal sobreviviendo a un parto de ese tipo.

Mi padre se encargó de criarme solo, algo poco regular para la época, pero los vampiros preferían eso a mantenerme cerca de mortales.

Nos alejamos de Francia para mudarnos a Crimson, habían ocurrido alrededor de cincuenta años desde la guerra de vampiros y humanos, sin embargo, aún se mantenía el resentimiento.

Es difícil crecer con dos morales distintas, algunos dicen que debes odiar a los humanos y otros dicen que no debes hacerlo, pero nosotros mismos somos responsables de los concejos que decidimos escuchar.

A los veinte años comencé a frecuentar malas amistades, vampiros que disfrutaban de proclamar su desprecio a los mortales y el deseo de su sangre.

Por años solo nos ocultamos entre las sombras de la noche observando a los humanos haciendo eso a lo que ellos mismos llamaban “vida”. En mil seiscientos cuarenta y uno las cosas tomaron un rumbo distinto, comenzamos a crear un plan para asesinar a un mortal y beber su sangre, solo uno.

Todo se salió de control, al probar la sangre humana perdimos el control y asesinamos otras cuatro personas. Al ser conscientes de nuestros actos huimos de Rumania a Francia, pero no paso mucho tiempo para que el concejo se acercara a nosotros.

Seguimos escapando entre distintos países siendo torturados por el miedo y la presión de ser encontrados. En mil seiscientos sesenta fuimos capturados y llevados ante el rey Tepes para recibir nuestra sentencia.

Apenas colocamos un pie dentro del salón el rey asesino a mis amigos dejándome solo a mí con vida, él me miro sin un solo brillo de interés antes de darme la orden.




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