Noruega, 1625.
Mixxa nunca pensó que su vida podía cambiar de un momento a otro, al menos sin haber estado preparada para ello. Una joven inocente como ella siempre creyó que el curso de la vida cabía en la palma de sus manos. Su padre llevaba una semana enfermo con frialdad en los pulmones, aunque no le sonaba grave, se había dado cuenta de que solo empeoraba y las posibilidades de curarlo eran pocas. Su madre lo cuidaba durante todas las horas de la semana. Había comenzado a toser sangre y le costaba respirar incluso hablaba entrecortado. Noches en vela con el pecho oprimido desesperaban su aliento con una mórbida sonrisa de muerte.
Mixxa se encargaba de limpiar los ropajes de la casa en el río cercano al costado de las cosechas. Se ocupaba de extraer la leche de las cabras, alimentarlas e iba al bosque varias veces al día en busca de leña para mantener caliente a su padre. No le gustaba ese lugar, solía ser bastante oscuro por la altura de los árboles que bloqueaban la luz del sol. El silencio del ambiente podía ser tan sepulcral como inquietante el sonido de roedores moviéndose por el sitio. El pueblo de Orvigg contaba con diferentes versiones acerca de una bruja que se ocultaba en el corazón del bosque donde la inquisición no tendría acceso a ella y a la vez estuviese lo suficientemente cerca para secuestrar niños y comerse sus lenguas obteniendo diferentes sabores desde cada perspectiva del ser humano. Una de las versiones afirmaba que cada noche asesinaba a una joven para extirpar de su piel toda la juventud que podía faltarle, se decía que nadie estaba a salvo y cualquier persona podía ser utilizada en sus rituales a pesar de las diferencias como edad y género. Otras versiones añadían que mediante danzas y cantos en lenguas desconocidas modificaban su figura femenina a la de animales, resultaba doloroso y los pueblerinos aseguraban escuchar sus gritos durante la madrugada, el crujido de los huesos quebrándose uno a uno atormentaban su subsconsciente y quedaban impregnados entre las hojas secas sobre el suelo.
Mixxa regresaba apresurada a casa con dos cestas grandes repletas de madera mientras pensaba en todas las especulaciones que el pueblo había creado sobre ese bosque. Ella no las creía, más bien percibía una extraña conexión espiritual con la naturaleza que no podía explicar ni tampoco comprender, en ciertas ocasiones la asustaba pero confiaba que esas historias de brujas eran producto de una iglesia que necesitaba convencer a todos en el pueblo de un mal que acecha y solo dios podrá exterminarlo. Nunca había sido partícipe de supersticiones. Se preguntaba si el bosque a veces cobraba vida, quizás tenía control sobre cada persona que pusiese un pie sobre su tierra y dirigía el curso de su destino. Varias veces intuía que estaba siendo observada sobre todo cuando se marchaba, su espalda acariciaba la fría sensación de acecho que erguía los pelos de su nuca. Los pájaros cantaban una constante melodía que llegaba a ensordecer la tranquilidad, la tornaba en una perturbación alarmante para quien estuviese expuesto.
-Madre he regresado-anunció mixxa abriendo la puerta de golpe-¿cómo se encuentra padre? He traído bastante madera, debemos encender el fuego rápido.
Hincada de rodillas en el suelo, rezaba a los pies de su esposo, temerosa de que dios no escuchase sus oraciones y sus plegarias no fuesen entendidas.
-Ya no se que hacer para que mejore, está dormido.-respondió entre sollozos levantándose del suelo y cambiando los paños húmedos de su frente.
Mixxa no perdió tiempo en echar madera al fuego, suficiente para que siguiese encendido por varias horas más.
-Axie fue al pueblo a vender una de las cabras para pagarle al doctor, ya debe estar de regreso con él.
Mixxa se acercó a su padre y comenzo a acariciarle la mejilla.
-Debería ir a buscarlo.
-No Mixxa, necesito que me ayudes a bajarle la fiebre, yo iré a por paños limpios y más agua, tu hermano ya esta de camino.
Orvigg era un pueblo al sur de Noruega bastante pequeño, poseía plantaciones y un favorable comercio de pieles y variedad de ganado. El crudo invierno del sur era inminente, el aire comenzaba a ser más frío y había sido un año de malas cosechas, no todos los campesinos estaban preparados para esta temporada. Las creencias religiosas de la zona estaban regidas por estrictos principios de la Inquisición, por lo que todos en el pueblo se ceían obligados a asistir a la iglesia. Era mal visto y reprendido todo asomo de liberalidad, ateísmo o interpretación lejana a las lecciones del sacerdote. La meticulosidad a la hora de juzgar tales atrevimientos se ajustaban a los preceptos de un enfrentamiento contra el diablo.
Axie a pesar de ser un niño bastante ingenuo y de que su familia evitaba a toda costa que adquiriése estado de consciencia respecto al alarmante riesgo de que corría su padre. Estaba grave y debía apresurarse en llevar la cabra a Trakian, negociante de gamado en el pueblo, este la compraría y debía retornar con la ayuda.
Se abre la puerta de golpe, axie entra corriendo y gritaba sin parar-AQUÍ ESTÁ EL DOCTOR, AQUÌ ESTÁ!!!!-venía sudado, su ropa se veía sucia como si hubiese caido en un agujero de lodo, no tenía zapatos y lloraba sin parar, probablemente la desesperación de creer que no llegaría a tiempo. El doctor Forg entró tras el niño y fue a examinar a su paciente de inmediato. Mixxa agarró a su hermano de la mano bajo la excusa de que la ayudase con sus labores y salieron juntos de la casa evitando que escuchara la consulta.
-Axie por favor debes calmarte, padre se pondrá bien, estas muy desaliñado. Ve al río para que te limpies un poco...mejor, yo te acompaño.
Este no dejaba mirar al tejado de la casa, fue como haberse olvidado por unos minutos de todo lo que estaba sucediendo, como si estuviese flotando en la nada sin apenas importarle.
-Axie, Axiee!!!
Seguía abstraido sin moverse. De repente comenzó a respirar de forma violenta y sus manos se frotaban una a la otra sin cesar al unísono de golpes en el corral, seis cabras arremetían contra la madera compulsivamente en todas direcciones de un extremo a otro. El sol comenzaba a ocultarse oscureciéndo la tarde, acompañado de una bandada de cuervos que huían desesperados como si un espantapájaros los persiguiera. Mixxa asustada no encontraba qué hipnotizaba a su hermano en semejante lapsus como ese. Comenzó a sacudirlo por los hombros y no respondía. Cada vez mas fuerte hasta que lo giró posicionándolo frente a ella.
-Qué pasa, Axie qué pasa??
Su hermano permaneció unos segundos aturdido, no comprendìa que pasaba ni donde estaba, ni siquiera reconocía a su hermana. Tenía los labios pálidos, deshidratados en cuestión de minutos. No dijo una palabra, sus ojos color café expresaban un terror incontenible que se reprimía en el vacío de su interior. La mirada perdida sin objetivo, era como si estuviese viendo un destello de niños muriendo de diferentes formas brutales desfilando frente a sus ojos hinchados, saliéndose de las cuencas como si en ese desfile su alma estuviese siendo masacrada y él podía sentirlo en la piel cuyos poros se erizaban. Su cara se mostraba irritada y una lágrima le recorría la mejilla abriendo un grifo de llanto sin mover ni un solo músculo de la cara. Parecía el rostro inexpresivo de un muñeco hecho con trapos que en plena confección siendo perforado innumerables veces por un despiadado creador.
-Él....te quiere para él...eres...suya!!!-dijo Axie con voz agotada desplomándose sobre los brazos de su hermana.
-quién??...quién??...qué dices??
-me ha obligado...yo no quiero...ayúdame, ayúdame-suplicaba a mixxa aterrado tirando de las mangas de su vestido.
-Axie cálmate, estoy aquí contigo, no ha pasado nada. No es momento para juegos, me estas asustando mucho.
Al escuchar las palabras de su hermana reaccionó irritado y se aferró a su cuello aprentando con todas sus fuerzas y dijo con una sonrisa cínica:
-me he cortado de un tajo la cabeza yo mismo con el hacha de padre y permaneci vivo para sentir como la sostuve entre mis manos a la altura de la cintura para volver a colocarla de vuelta sobre mi cuello ensangrentado.
Mixxa que lo tenia recostado a sus brazos lo solto de inmediato y comenzó a alejarse de él retrocediendo con manos temblorosas. No podía creer lo que había escuchado, un niño de su edad no suele maldecirse a si mismo y mucho menos uno tan inocente. Vió reflejada una maldad en él que nadie le había enseñado y ni siquiera había visto cuando su padre sacrificaba el ganado. Ese episodio no podía ser obra suya.