STELLA
—¿Qué es ese sonido tan infernal? —le pregunto.
Killian me levanta con un solo brazo de la hierba, acomoda mi vestido y mi cabello húmedo rebelde mientras lanza mirada de desconfianza hacia todos lados, incluso a las esquinas más inhóspitas. No parece haber nadie por aquí, los soldados guerreros se han ido hace tiempo.
—Es la alarma de la manada, suena cuando hay peligro dentro de la fortaleza —explica.
—¿Significa que vamos a morir? —me lanzo a sus brazos aterrada.
¿Por qué hago eso? No debería hacerlo. Me remuevo para escaparme de su agarre, pero es demasiado tarde. Después del abrazo, de que me acariciara la punta de la nariz y me de un beso en la frente, me sostiene entre sus brazos. Coloca una mano debajo de mis piernas y la otra la pasa por mi espalda. Mi piel con tanta intensidad que me asusta. Me está protegiendo y arrastrándome hacia algún otro lugar.
Y me dejo, pero solo por unos minutos.
—No te vas a morir, preciosa —se le escapa una sonrisa ladina —. Seguramente haya sido un error. No existe ser que puedan sobrepasar los muros que protegen mis tierras.
Le dedico una expresión de desaprobación.
—Pues parece que hay uno que sí.
Lamé sus labios divertido.
—Es un error ya te lo he dicho.
Justo en este momento, hay una oleada de personas que sale por una zona del bosque donde los árboles son altos y están muy juntos entre sí. Estamos en el final de la pradera cuando divisamos a la últimas cosas personas huir despavoridas, son las doncellas que me ayudaron a alistarme hoy. ¿Qué hacen ellas por aquí?
Algunas personas pasan cerca de nosotros gritando por auxilio, cuando ven al Alfa se les alegra el rostro de terror y correr en la dirección opuesta a la que aparecieron. Hay algo que está pasando, debe ser muy malo, ya que sino, no correrían así de espantados.
Busco con la mirada a Killian, sus ojos están fijados en un punto en las copas de los árboles. Las cuales se zarandean como si una brisa violenta las azotará. No solo se mueven las ramas de esos árboles, la tierra vibra bajo nuestros pies. Rodeo con mis brazos el cuello de Killian.
—¿Por qué los árboles están temblando? —susurro miedosa.
—De acuerdo, no es un error. Si no chillas, no te aterrorizas, ni hablas, te dejaré llenarme de besos por la noche.
—¡Yo no te quiero besar, tonto! —le grito cuando me deja en el suelo.
—¿Qué? ¿Por qué demonios no me quieres besar? —me grita de vuelta con una sonrisa, agarrándome por la cadera.
Los ruidos extraños y las vibraciones son más brutales, esa cosa que está escondida en el bosque está arrancando árboles. ¿Por que lo sé? Bueno. Tal vez porque los troncos están volando sobre mi cabeza y aterrizando en la pradera.
Un ser amorfo de un tamaño inhumanamente grandes, con una cabeza desproporcionada, pelo abundante grasoso, piel de color inusual verde y un cuerpo fuerte. Se parece mucho a los dibujos de los ogros que me leía mi padre cuando era pequeña. Mi dulce padre, que se quedaba cada noche protegiéndome, ahuyentando a los sueños malos y pesadillas horribles que azotaban mi pequeña cabeza.
Me duele el corazón de repente, una debilidad hace que mis músculos se sientan más pesados y me cueste moverme. La agonía se instala en mi pecho, me lo oprime mientras el ogro se abalanza hacia nosotros, sale del bosque con un hacha en la mano, con pasos grandes y pesados. Tiene un solo pantalón raído que le tapa sus partes, y una cuerda con la que sostiene una gran espada de metal.
—¿Es normal que ese ogro este mirándome como si quisiera matarme?
—No. Pero va a dejar de hacerlo ahora mismo —sentencia.
Me mueve, se pone de espaldas al ogro y me observa intensamente. Cómo si discutir conmigo fuera más importante que el hecho de tener a un ogro amenazante, rompiendo el bosque para llegar hasta nosotros.
—Rppp —su sonido es monstruoso.
—Oh, cállate estoy peleando con mi princesa.
—No es momento para bromear, Killian. Esa cosa nos quiere matar —tiro de su brazo, su piel está firme gracias a los músculos.
—Me vale mierda. ¿Qué problema hay con mis besos? ¿No te gusto? ¿Huelo a perro? ¿Fui demasiado rápido? Te recuerdo que la que comenzaste a besarme fuiste tú.
—No es eso. Killian...
Me horrorizo cuando la cabeza monstruosa del ogro aparece arriba de la de Killian, su hacha se proyecta contra el cráneo del que fue mi salvador. Chillo porque falta un segundo para sentir sus sesos esparcidos y la sangre en mi cara. No sucede. Su brazo se eleva en el momento justo para parar el hacha en el aire, ha estado a unos centímetros de partirle la cabeza. Mis ojos se abren por el horror, retrocedo porque ese ogro está demasiado cerca y mi corazón está empezando a salirse de mi pecho.
Siento la necesidad de huir.
Killian le arrebata el hacha a ese monstruo, yo corro hacia atrás por instinto. El brazo del ogro cae a la hierba, y un ruido agónico de él atraviesa la pradera. Pero no termina, el caos detrás del bosque sigue. Las ramas azotándose. La tierra moviéndose y haciéndome caer mientras quiero huir. El ogro levanta su espada de metal, empieza a luchar con Killian, me fijo en que las uñas de sus dedos se han convertido en garras. Creo que quiere trasformarse, pero no puede.
Ambas hojas de las armas chocan. Killian está luchando contra un ogro que le saca dos cabezas, tiene una complexión física mayor y un arma más efectiva. Pero aún así se mueve hipnóticamente, de manera agresiva, fuerte y letal. Es un guerrero que se desenvuelve contra lo que sea, tiene seguridad en sus golpes, sabe dónde proyectar el hacha para dañar al ogro. La sangre se mezcla con la lluvia, el cabello negro de Killian se le pega a la frente y su expresión se mantiene dura.
Estoy casi aliviada, hasta que otros tres más salen del bosque con armas afiladas y peligrosas. Mi esperanza se evapora.
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Editado: 02.12.2024