STELLA
Padre está muerto.
Madre está muerta.
Mis hermanos están muertos.
¿De qué se trata esta broma tan absurda? Y dolorosa a la vez. No hay ninguna posibilidad de que mi familia esté viva en este mundo.
Es imposible que alguno de ellos sobreviviera, yo observé sus cuerpos sin vida en aquella noche tan siniestra. Aún recuerdo toda la sangre derramada.
Las casas en llamas.
Las cenizas de una vida maravillosa.
Ni siquiera pude enterrarnos y darles una misa digna.
Y ahora se supone que uno de ellos está aquí.
Todo mi cuerpo tiembla cuando desciendo las enormes escaleras del palacio, mi cuerpo va en piloto automático y mi mente se esfuerza por crear una idea rápida de lo que ha podido suceder. Los peldaños parecen multiplicarse, las lágrimas se escapan de mis ojos y mi llanto es silencioso.
Killian ha ido delante de mí, ahora seguramente estará hablando con él. Yo no he dejado de llorar, no podía salir de mi dormitorio. Me he controlado, porque esperar más no es necesario. Si es mi padre de verdad, lo necesito en mi vida.
Los empleados se pagan para observarme, aún soy la cosa extraña que vaga por sus tierras libremente. No entiendo porque le tienen tanto miedo a los humanos, si jamás han visto a uno. A lo mejor eso es el motivo de tanto temor.
Una empleada muy bonita me lleva hasta el gran salón, donde me esperan. Mi vista ignora la decoración lujosa. Ingreso en el espacio con la bilis raspándome la garganta, trago saliva para controlar mi vomito. Veo a Killian de pie, su porte masculino impacta en primer lugar, está completamente serio. Después me fijo en el hombre más bajito junto a él, su cabello rubio con tantas canas bien disimuladas. Su rostro se gira para observarme. Y entro en pánico.
—Hija mía —murmura él.
—¿Papá?
Mi voz sale chillona, mis lágrimas colapsan en mis ojos y chillo corriendo a él mientras me abre los brazos para acunarme. Sus brazos son cálidos, tan cálidos como recuerdo. No puedo respirar debido a la emoción que siento en este momento.
—No puedo creer que estés...Vivo. Que estés aquí y conmigo —le lloro, mancho su jersey con mis lágrimas —. Te extrañé tanto. Me hicieron mucho daño, papá. Me-e rompieron.
—Que dolor, mi niña. Lamento tanto todo lo que pasó, pero ahora ya estás conmigo y estarás a salvo —me acaricia las hebras rubias.
Mi papá está conmigo.
De algún modo sobrevivió.
Ya no estoy sola.
—Y nos iremos de este lugar ahora —sentencia duramente.
A pesar de que toda mi atención está centrada en mi padre, escucho el gruñido molesto de Killian. Creo que no le agrada mucho su idea. Se da la vuelta para abandonar el salón, me deja sola con mi padre. Lo abrazo y lloro, porque pensé que todo estaba perdido.
Pero hay algo en mi corazón que se quiebra.
Es tan doloroso, tanto, que me cuesta respirar.
Es una necesidad.
La necesidad de ir tras Killian y abrazarlo a él, la de no moverme de aquí. Es un instinto mucho más fuerte que me aferra.
☾
KILLIAN
Ha pasado un día.
Un día desde que su padre apareció, no he aparecido por ningún lugar desde que escuché que se la quiere llevar. La rabia persiste en mi sistema. Tengo un odio enorme hacia ese hombre que se quiere llevar a mi compañera, lo detesto con todas mis fuerzas. Porque yo no puedo interponerme ahí, no puedo desparecerlo y tener a Stella para siempre conmigo.
Es su decisión.
Y ella ya ha elegido a su padre.
Estoy roto.
Malditamente encabronado.
Los rayos de luz arremeten violentamente contra la cortina negra de la ventana en mi despacho. No quiero saber nada de nadie, solo regodearme de mi miseria.
¿Por qué la quiero tanto?
¿Por qué me hace sufrir tanto?
El amor no debería ser así, los vínculos entre licántropos son sinceros y agradables.
—No todos son iguales.
Me revuelvo incómodo en el sofá de cuero. Estaba tumbado intentando dormir.
—¿Cómo demonios has entrado aquí? —cuestiono rabioso.
—No deberías pensar y hablar al mismo tiempo, que mala costumbre tienes cuando piensas que estás solo —me reprende mi prima Angelica —. Le pedí a una bruja que deshiciera el hechizo de tu puerta. Están adueñándose del jardín. ¿Cuando se irán?
—Cuando yo lo estime. Lárgate.
Angelica chasquea la lengua molesta. Si no fuera de mi sangre, hace mucho tiempo la hubiera mandado directa a una suite en mis mazmorras.
—Esa mujer te está dañando, Killian. Va a llevarte a la ruina. A ti, y a todos nosotros.
Me levanto del sofá para encararla, cuando paso por el espejo veo mi reflejo. Mis ojeras están más pronunciadas, con la sombra de mi barba y mi ropa desde hace dos días.
—Esa mujer es mi destinada. ¿Qué no te entra claro en la mente? Honra nuestra familia y usa las neuronas que heredaste —alzó la voz.
Ella rueda los ojos, se pasea por mi despacho y comienza a abrir todas las ventanas para que el sol ilumine el espacio. Esos rayos amarillos me recuerdan a las hebras de Stella, tan suaves y bonitas. Una punzada de dolor me atraviesa desde los pies a la cabeza, porque ya no podré acarícialas con mis dedos.
—Vete.
—Tanto la quieres y vas a dejar que se vaya con su padre —se burla echando la última cortina hacia un lado para completar la iluminación en el despacho —. Soy tu prima, me trajeron aquí para fingir que era tu penitencia. Pero la única verdad es que estoy aquí para llevarte por el camino del bien y revisar que todo esté como debe.
—Elegiré el camino que me salga de los cojones.
—¿Cuál? ¿El de dejar ir a tu mate porque su padre lo ordena? —inquiere de forma venenosa —. Me decepciona tus acciones. Eres el alfa más importante del reino, y dejas que te quiten a tu mujer.
—No quiero dañarla.
—Están dañándose mutuamente, Killian. Cómo dejes que se vaya con ese tipo —hace silencio, observa el jardín. Mi despacho da para el jardín de la entrada — Ya no la volverás a ver más. Porque estará muerta.
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Editado: 02.12.2024