Los asientos estaban uno al lado del otro, como era claro, pero eran los asientos que estaban separados por el reposabrazos fijo.
Aquel cine tenía dos tipos de sillas: las que podían subir el reposabrazos y las que no. Lamentablemente a nosotros nos tocó la que no.
Alan miró las sillas y los demás asientos, pero estos estaban ocupados ya. Reí, y lo invité a sentarse porque, a pesar de estar en la última fila, que estuviera parado podía molestar.
Se dejó caer en el asiento y me tendió mi bebida y las palomitas que habíamos comprado y que él llevaba. No me había dejado pagar por nada de eso, alegando que había dicho que él me invitaría, no que solo lo acompañara. No me quejaba, de hecho, pero estuvo bien discutir con él unos segundos para que me dejase pagar por lo menos mi bebida.
—Gracias —susurré acercándome un poco a él. Se giró para poder sonreírme y asintió, pero no dijo nada más, porque la película comenzó.
Habíamos elegido una de suspenso. Puede que haya sido como una excusa de Alan para que me asustara y corriera en busca de su consuelo, pero lo cierto es que me enganché rápidamente en la película y, a pesar de los sobresaltos y sustos que me llevé, no necesité de sus brazos, aunque llegó un punto en el cual la idea de acercarme a él solo para que me abrazara, llegó, pero tan rápido como apareció se fue, aunque me dejó con las mejillas con un tenue arrebol que en la oscuridad, claramente Alan no notó.
Camino a mi casa me quedé dormida casi al momento de sentarme en el auto. En el camino a este había conversado sobre la película, pero era tarde, bastante tarde, así que el cansancio le ganaba a mis ganas de seguir hablando.
No me quejé al despertarme y encontrarme en mi cama. Me sentí como una niña, pero a la vez, Alan logró que le tomara un poco más de confianza. Me levanté para cambiarme mi ropa por un pijama, y, cuando estuve lista, revisé mi teléfono sabiendo que debería tener un mensaje del pelinegro allí.
Y así fue, aunque solo decía que pasaría a la tarde por mi casa.
Volví a dormir, soñando, increíblemente con un lobo que no me hacía daño.
***
Me había despertado con mucho dolor de cabeza.
Eso era lo malo de dormir por tanto tiempo: parecía enfermarme al despertar.
Me tomé otra píldora para el dolor antes de escuchar como alguien llamaba a la puerta. Me apresuré en abrir, sabiendo que era Alan.
Frunció el ceño en cuanto me vio.
—¿Estás bien? —Asentí.
—Sí, solo dormí mucho y ahora me duele la cabeza, pero no es nada.
Asintió y dio un paso dentro de la casa. Cerré la puerta detrás de él y miré mi atuendo que solo consistía de una camiseta extragrande, unos pantalones de algodón y un gorro robado de Maxon hacía años.
—Lo siento por recibirte así.
Él dejó una bolsa sobre la encimera y se giró para verme mejor. Él, al contrario que yo, estaba bien vestido y sabía que la razón era porque había estado en la empresa de su padre. Iba con una camisa, aunque esta ya tenía varios botones abiertos y las mangas remangadas hasta los codos, el cabello lo llevaba peinado hacia atrás y se veía elegante y tremendamente atractivo, mucho más cuando me regaló una sonrisa ladeada.
—Prefiero que me recibas así a que no lo hagas en absoluto.
Reí un poco e hice una seña hacia la bolsa que había dejado en la encimera.
—¿Qué es?
Él se supo a rebuscar en ella. Sacó dos cajas de comida china y otra bolsa.
—Te traje comida.
—Me estás malacostumbrando, Alan. —Solo se encogió de hombros y me tendió la otra bolsa. La tomé con mucha curiosidad, la cual aumentó al ver que era la camisa del equipo de futbol americano, su camisa del equipo.
—Del uno al diez ¿Qué tan cansada estás hoy?
—No lo sé ¿Un seis?
Asintió, pensativo.
—Un seis es un buen número para ti ¿Quieres hacer algo hoy?
Lo pensé ¿Qué tenía en mente?
—¿Tienes algo planeado?
—En realidad, sí y no. Hoy hay un partido, nada importante, pero me preguntaba si quisieras ir.
Me mordí el labio, pensativa. Miré la camiseta en mis manos, y asentí.
—Está bien ¿A qué hora es?
Él me quitó el gorro de mi cabeza, despeinándome. Me quejé y lo miré mal, pero solo me sonrió y lo puso sobre su cabeza.
—Como en media hora tendríamos que salir.
Jadeé.
—¡Es muy poco tiempo, Alan! —Se carcajeó, pero solo se acercó a mí con la caja de comida.
—Entonces es mejor que nos demos prisa.
***
—Alan, no.
Siguió acercándose a mí con esa sonrisa maliciosa.
—Es solo una foto, Abril.
—No me gustan las fotos, no así.
Intenté esquivar la mano que buscaba hacerme cosquillas. Reí por acto reflejo, aunque en sí no me hubiera tocado.
—No se la mostraré a nadie, solo es para nosotros.
—No —dije de nuevo, pero, ante la negativa, se lanzó hacia mí para hacerme cosquillas. Grité un poco cuando sentí sus dedos en mi piel y me retorcí intentando quitármelo de encima, aunque se me hizo imposible. Claramente las risas eran incontrolables y por supuesto que se le pegó a Alan las ganas de reír conmigo—. ¡Bien, me la tomaré! —logré decir. Inmediatamente paró su ataque.
Mi sonrisa menguó cuando su brazo se enredó en mi cintura y me llevó un poco más cerca de él. Volvió a sonreír grande, sacando tu teléfono.
—Bien, mira a la cámara. —Con lentitud lo hice, porque lo cierto es que mis ojos se habían enganchado de más en su rostro.
Hundió su dedo en mi costilla, haciendo cosquillas. Reí y escuché también su risa. En ese momento escuché cómo capturaba la imagen.
Me la mostró y debía admitir que no salía mal, especialmente por la sonrisa que ambos mostrábamos a la cámara.
—¿Me la puedes pasar, por favor?
Asintió y solo un momento después mi celular vibró. Sin embargo, lo tomó antes de que yo pudiera abrir la imagen. Tecleó un par de cosas y luego me lo devolvió, pero hizo llamada desde el suyo para que notara lo que había hecho.
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Editado: 18.05.2021