En estos últimos días, cada vez que pensaba en estar a solas con Jungkook, había desarrollado la manía de cerrar mis puños con fuerza, enterrando mis uñas en las palmas de mis manos formando así unas medias lunas en la palma. Era un hábito horrible el que había desarrollado, pero no podía evitarlo, los nervios llegaban y simplemente debía mantener mi boca cerrada para evitar decir alguna incoherencia y el enterrar mis uñas me distraían de ello.
Hoy eran uno de esos días, en los que mis nervios estaban a flor de piel porque nuevamente estaría a solas con Jeon Jungkook.
Jimin caminaba a mi lado como un fiel acompañante, había decidido recorrer la mansión una vez más para así poder controlar mis nervios. Ni yo misma entendía la razón por la cual estaba tan nerviosa solo por estar con Jungkook, pero mis sentimientos eran algo confusos desde que había llegado a esta casa. La pequeña Sora aún no se despertaba, seguía en su pequeña camita que estaba junto a la mía, así que evite molestarla y la deje dormir pacíficamente.
– ¿Porqué no hay cuadros de la familia Jeon? – pregunté con curiosidad al ver una vez más, los espacios vacíos donde deberían estar los cuadros familiares, observando la casi invisible marca que los retratos habían dejado en aquella pared.
– No preguntes por eso, realmente no debes preguntarle nada de esto a Jungkook – respondió Jimin con algo de pánico en su tono de voz. Me miraba suplicante mientras me tomaba ligeramente de los hombros.
– ¿Porqué? ¿Él realmente se enojara esta vez? –
– No es lo que él vaya hacerte, si no lo que recordaras al preguntar. Se que no planeas quedarte aquí, y desde que llegaste del hospital has estado más servicial con Jungkook cuando antes no hacías más que rebelarte contra él, no se lo que estas planeando Minying, pero si no planeas quedarte por favor no abras una herida que aún no se cierra – dijo Jimin con una seriedad que antes no había visto en él. Me soltó del agarre que tenía sobre mis hombros y desapareció de mi vista al bajar de las escaleras con pasos apresurados, dejándome sola, con un molesto nudo comenzando a formarse en mi garganta.
Trate de ignorar la duda que crecía en mí cada vez que pensaba en la familia Jeon. Para mí Jeon Jungkook era una completa incógnita llena de misterios, como si fuera una caja de pandora. Desconocía la razón por la cual él me había elegido a mí de entre muchas mujeres, desconocía sus razones y conforme pasaba tiempo en esta casa, me daba cuenta que habían muchas más cosas que Jungkook escondía y que yo no iba a descubrir porque planeaba irme y dejarlo. Aunque la duda me estaba comiendo viva, tenía que poner todo mi esfuerzo en ignorar todas las preguntas que se formulaban en mi cabeza, porque esa clase de cosas que yo no sabía, eran los secretos más oscuros que Jungkook guardaba en su interior y que no quería compartir con nadie.
– Su medicamento –. La voz de Yeji me había sacado de mis pensamientos y me giré hacia ella con una sonrisa.
– Gracias – dije tomando la caja de pastillas y el agua que ella me ofrecía. Tome el medicamento de un trago y fruncí los labios al notar el sabor amargo de la pastilla en mi paladar.
– El joven Junkook compro esto para usted –. Yeji sacó un dulce de su falda azul marina y me lo entregó con una gran sonrisa que mostraban sus blanquecinos dientes.
– ¿Él dijo que me dieran esto después de mis medicamentos? – pregunté mientras jugaba con el dulce de fresa en mis manos.
– Él dijo que de seguro los medicamentos eran amargos, así que compró una bolsa enorme de estos dulces –.
Yeji bajó las escaleras después de lo que había dicho, con esa aura radiante de felicidad que siempre traía consigo. Yo observé el dulce en mis manos, le quite la envoltura con detenimiento para llevarlo a mi boca, sintiendo como el dulce reemplazaba lo amargo de los medicamentos, provocando que una casi invisible sonrisa se apoderara de mis labios.
Después de un rato en el que estuve sumida en mis pensamientos, bajé las escaleras al escuchar la puerta de la entrada abrirse y el sonido de los zapatos de Jungkook resonar por toda la casa. Bajé para estar a su lado como si fuera un cachorro yendo a recibir a su amo.
Al llegar al final de las escaleras, Jungkook me estaba esperando en el pasillo. Me miró con una de esas sonrisas atractivas que él tenía mientras se acercaba hacia mí con una caja color blanca en sus manos. Una vez estuvo frente a mí, se arrodillo dejando su pierna derecha en el suelo y la izquierda ligeramente alzada formando un ángulo de noventa grados. Abrió la caja que traía en sus manos dejando ver unos zapatos color durazno en su interior.
– Se que las zapatillas no son de tu agrado, lo siento por obligarte a usarlas – se disculpó. Sacó los tenis de la caja y los puso frente a mí. Se levantó acomodándose sus ropas con elegancia mientras me miraba con ternura.
– Gracias – murmuré sin saber que decir. Él asintió ante mi agradecimiento.
Me senté en uno de los escalones de la escalera y me quite gustosa las zapatillas que traía, poniendo en su lugar los zapatos color durazno de plataforma que Jungkook había comprado para mí, sonriendo ante lo cómodo que se sentían sobre mis pies.
– Vamos – dijo, y lo seguí.
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Editado: 30.01.2021