Luz oscura

04. Entre el cielo y el infierno

—¿Quieres salir a almorzar algo?

Ángela se recostó sobre el marco de la puerta, cruzándose de brazos, y desde allí observaba a Nero, que iba y venía acomodando sus cosas. Nino y Scarlett se habían ido hacía unas dos horas ya, no sin antes dejarle encargada la tarea de “ayudar a Nero con el desempaque” (ese había sido su padre, por supuesto). Al parecer, tenía a su nuevo guardaespaldas en una muy alta estima. Para empezar nunca antes había asistido a una mudanza, y mucho menos se había preocupado tanto porque Ángela se comportara como una princesa. Aún no sabía cómo había logrado comprárselo en tan poco tiempo. “Por supuesto que lo ayudaré” había contestado con la mejor sonrisa que pudo elaborar, y no bien se cerraron las puertas del ascensor pegó media vuelta y volvió a su departamento. Allí, en soledad, comprendió que lo que había hecho era estúpido y que si quería ganarse a Nero no podía comenzar así; por lo que, cuando dieron las doce, tocó a su puerta y abrió sin esperar ninguna clase de aprobación del interior. Ese tipo ni siquiera había echado llave.

—¿En serio? ¿La princesa Borgia está invitándome a almorzar? —Nero detuvo sus tareas por un breve momento para mirarla y sonreír divertido—. ¿Debería arrodillarme? ¿O quizá besar el cielo? ¡Ah, ya sé! Un sacrificio humano, ¿verdad?

Ángela rodó los ojos y suspiró.

—Estoy hablando seriamente, así que espero una respuesta igual.

Nero se quedó observándola unos segundos y luego se fue hasta una caja, levantándola del suelo.

—¿A dónde propones ir? —inquirió, sin sarcasmo ni ironía en su voz, desapareciendo en su habitación.

Milagro.

—No lo había pensado. —Se encogió de hombros, ingresando al departamento un par de pasos, mientras le echaba un vistazo general; la arquitectura era igual a la del suyo, sólo que en espejo (y claro, mucho más sobrio y… aburrido)—. ¿Algún restaurante? ¿O mejor una tienda de comida rápida?

—Me da lo mismo, mientras no tenga que usar traje. —Volvió a la sala, sacudiéndose las manos en el pantalón, y se detuvo a unos metros de Ángela.

Entonces la joven advirtió que se había cambiado de ropa. En la mañana estaba impecable, de saco y corbata; pero ahora llevaba unos jeans y una simple sudadera blanca.

—Sabes que está en el contrato que uses traje, ¿verdad?

—Sí, lo leí.

—¿Y entonces?

Nero sonrió de lado, se acercó a Ángela, y bajó la voz a un murmullo grave y pausado.

—Contaba con que, en vista de la valiosa información que tengo entre manos, podrías mover tus bonitas pestañas y convencer a tu papi de que esa cláusula es una estupidez innecesaria.

Allí volvía el Nero que había conocido en Marquee.

—Yo también tengo información, ¿sabes? —murmuró Ángela, tranquila, sin dejarse amedrentar—. También podría batir estas lindas pestañas que tengo y decirle a mi papi que no eres el caballero que pretendes ser.

El muchacho rió bajo.

—Deberías pensar mejor con lo que amenazas. Consideremos que sucede esto que dices, ¿cuáles son los resultados? Yo pierdo el trabajo —indicó, señalándose a sí mismo, y llevando su dedo hacia el pecho de Ángela prosiguió—: y tú pierdes tu vida. —Frunció el ceño, desviando la mirada—. Bueno, eso sonó mal. Mejor dicho tu estilo de vida.

Por mucho que odiara admitirlo, Nero tenía razón. Se lo podía sacar de encima con un chasquido de dedos, pero tampoco tendría sentido si eso significaba la pérdida absoluta y total de libertad; porque por mucho que acusara a Nero de mentiroso, hipócrita y cuantas cosas se le ocurrieran, perdería la confianza que con tanto esfuerzo había construido a lo largo de los años. Su padre comenzaría a sospechar y, tarde o temprano, estaría acabada.

—Mejor comida rápida —resolvió Ángela de repente, renovando su sonrisa—. Estate listo en quince minutos. Yo conduzco.

—Pero el contrato dice que...

—Si voy a tomarme el maldito trabajo de convencer a papá no vas a ser el único que se beneficie. Estoy harta de que me lleven a todas partes como si fuese alérgica a los volantes —definió con voz clara y sin brindar derecho a réplica—. Podemos turnarnos, si quieres; pero esta vez yo conduzco.



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En el texto hay: mafia, amor y traicion, nueva york

Editado: 25.09.2018

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