Matt O'Brien
La fiesta pasó de ser música y diversión a observar perversiones en cada lugar de la casa. Bueno, sin exagerar. Había demasiada gente comiéndose por todos lados, no me incomoda. Pero me causa risa la gente en pleno apogeo hormonal.
—Fíjense que lo presentí —exclama Deryl. No estaba ebria, pero si con algo de alcohol en las venas—. Por un momento pensé que seríamos Christian y yo. Pero fueron ustedes… —Da un sorbo a su bebida.
—¿Me estás diciendo que te gusto? —Pregunta Christian. Él si ya estaba más allá que aquí en la tierra. Apuesto que no se acordará de nada de esto.
—Lo que tienes de bonito lo tienes de bruto. —Acaricia su mejilla amablemente causando el sonrojo de mi hermano.
—Y sentí que nosotros éramos raros. —Ríe Melanie al ver la pequeña escena.
La tenía sentada en mi pierna, una mano acariciaba sus pequeños muslos, mientras la otra acariciaba su cintura.
—Es que… —Christian me apunta con el dedo—. Jamás me dijiste que ella te gustaba. Cuando pregunte lo negaste —entrecierra los ojos—. Jamás se dieron muestras de afecto. Eres tan frío con los sentimientos…
—Digamos que me logro entender —explica Melanie sin despegar la vista de mi hermano—. Aunque actuara cortante, por alguna extraña razón sentí que me quería cuidar. Preguntaba por mí, me hacía sentir cómoda, cosa que con nadie he sentido.
—¿Y tú, Matt? —La sonrisa burlona de Deryl era deslumbrante.
—No lo sé. — Me encojo de hombros—. Sólo lo sentí y ya, sucedió.
—¿Ves? A eso me refiero con que eres frío con los sentimientos. —El desespero de Christian me causaba risa—. Exprésate, di que sientes, que pensaste cuando tu corazón latía por ella. Se cursi, carajo.
—No todo debe tener una explicación, un sentimiento, un cómo, por qué, cuando. —A pesar de no haber tomado las palabras me salían por sí solas—. Solamente un día me levanté y mi cabeza empezó a preguntar por ella, mi corazón latía cada vez que la escuchaba. ¿Quieres que te cuente un inicio? Pues yo no lo sé…
Las miradas estaban sobre mí, estaban sorprendidos y exactamente no se porque fue. Quizá el sentimiento o la emoción con la que hable. Por primera vez no me siento asqueado de decir lo que pienso, al igual que no me siento juzgado.
—Cómo crecen estos pequeños. —Christian limpia una lágrima imaginaria—. Que hermosa es la vida cuando expresas lo que sientes.
«Mira quien habla. Tienes a Deryl a un lado y no le dices nada»
—Y tú eres el más indicado para decir esto —me burlo—. ¿Tienes algo que decir, hermano?
—Aún hay cosas que me detienen, pero pronto será. —Amplía su sonrisa. Sabía que “eso” tenía un nombre… Fernanda.
—Yo opino —interviene Deryl—. Que vayamos a casa, sigamos nuestra fiesta ahí en celebración de estos tortolos. Porque aquí ya apesta a sexo.
—¿Vamos? —Pregunto en susurro recargándose en el hombro de Melanie.
—Vamos —besa mi cabeza.
(…)
Christian O'Brien
Una parte de mi se sentía tan radiante de felicidad por mi hermano. Verlo así, tan sereno y calmado al saber que encontró a la chica que tanto espero y aun mejor es saber que ese amor es igual de recíproco. En fin, maravillas de la vida.
Por mi parte, aun espero el momento indicado para decirle a Deryl que ella me gusta. ¿Qué me detienen? Mis manías. Quizá yo no fui muy claro con la plática con mi hermano, pero en sí, digamos que es un problema algo complejo.
Con todas las cosas que pasaron en nuestra infancia, cada uno desarrolló un carácter distinto. Por ejemplo Matt, su forma de expresarse siempre fue escribiendo, detesta que sus sentimientos salgas de su boca, se oculta detrás de un lápiz y una hoja para aclarar sus ideas. Todo se reprime dentro de él hasta el punto que explota sobre un papel blanco.
Por lo contrario a mí, soy demasiado demostrativo, se puede decir que yo oculto mis cosas por medio de una sonrisa o de algún chiste. ¿Cuál es el problema con todo esto? Mis muestras de afecto fueron por medio del sexo y es mi mayor problema, se me metió mucho en la cabeza que el sexo es la solución para todo y bueno. Con Deryl ahora, la deseo tanto, la quiero tanto. Pero yo no quiero repetir lo mismo que hacía con las demás, quiero que esto sea único, quiero dejar que los sentimientos me ahoguen y no sólo reprimirlos en un acto carnal.
—¿Por qué tan pensativo, grandote, ya te hizo efecto el alcohol? —Ríe por lo bajo y me abraza por la espalda. Estaba preparando el sofá para ver nuestra película.
—Ya se me bajó un poco. —Giró para abrazarla de frente.
Su risa fue aún más contagiosa, tal parece que no se le va a olvidar cómo entró a la casa para vomitar todo.
—Me imagino que si. —Sus manos suben hasta mi pecho aventándose contra el sillón—. Sólo a ti se te ocurre beber tanto —se sienta a horcajadas sobre mí.
—No pensé ponerme así —acarició sus piernas. Tenía puesto una pequeña falda negra, sus piernas estaban al descubierto y esos tacones hacían que sus piernas lucieran más espectaculares.
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Editado: 09.03.2024