Matt O'Brien.
—Ha sido una sesión muy grata, Matt —contesta mi psicólogo al momento de dejar las notas frente a él—. No sabes el orgullo que me ha dado al ver tu avance.
—Hago mi mayor esfuerzo. —Mi cara era seria, pero mi voz era sincera.
—Y se está notando. Esta semana ha sido productiva. —Cruza sus manos en su escritorio—. El hecho de que tomaras tus sesiones en donde las dejamos me hace creer que de verdad buscas mejorar.
—Supongo que sólo quiero darle un sentido a todo —cruzo la pierna.
—¿Acaso ese sentido tiene nombre y apellido? —Sonríe. Algunas arrugas se formaron en su frente.
—No, ese sentido no tiene nombre —río bajo—. Pero si forma parte de las personas que no me juzgan por lo que soy
—Te diré algo, Matt —suspira—. Recuerdo que cuando entraste por aquella puerta tus primeras palabras eran sobre que no querías ayuda, que jamás harías algo por alguien. Ahora, realmente me siento sorprendida que desde que entraste no has dejado de soltar todo lo que te pesa. Y yo te digo a ti, ¿verdad que no es tan malo pedir un poco de ayuda? Jamás te he visto como alguien débil y se que las personas que te quieren tampoco te ven como alguien débil.
—Mi pasado no define mis acciones. —Lo observo—. El hecho de recibir abuso no significa que yo tenga que hacer lo mismo. No soy un espejo. Soy sólo yo y busco ayuda para mejorar para mi, para poder dormir, para poder respirar… Para poder perdonarme.
—Para eso estamos aquí, frente a frente —dice con entusiasmo—. Pedir ayuda no es de débiles y tú has demostrado ser muy fuerte. ¿Te parece agendar cita para la otra semana?
—A la misma hora —afirmó
(…)
—Un charro negro, por favor —pide un chico pelinegro.
—De acuerdo —forzó una sonrisa.
Me muevo por la barra sacando los ingredientes para preparar la bebida.
¿Ya había dicho que me cuesta socializar?
Bueno, estoy en mi trabajo donde la primera característica de un empleado es ser sociable. Comienzo el día bien pero llega el momento en el que me harta estar con gente por todo mi alrededor. Sin comentar que a veces tienes que lidiar con personas con mala copa. Casi no hay gente entre semana pero yo tengo estrés.
—Quita esa cara, guapo —ríe Christian. Deposita la bandeja en la barra—. Asustas a los clientes.
—Y tú, deja de pedir números —levantó la ceja divertido. Mis manos seguían preparando la bebida.
—Yo no lo pedí, ellas me lo dieron. —Aprieta los papelitos en su mano y los tira—. La única que me importa es mi cerecita.
—Apuesto que ya les hubiera sacado los ojos. —Le pasó la bebida al pelinegro.
—Sin hablar de Melanie. —Mueve su cabeza—. ¿Qué tal la rubia de allá? Cada que viene coquetea contigo, supongo que es tu tipo.
—Tengo novia, idiota. —Destapó unas cuantas cervezas
Le paso con cuidado cada botella para que sea acomodada de nuevo a su bandeja. De vez en cuando miraba de reojo a la rubia, estaba vestida cómo cualquier chica de revista. Vestido rojo pegado a sus pronunciadas curvas, tacón rojo por igual y un maquillaje para nada exagerado, su cabello lo tenía suelto y cubría parte de sus pechos. En efecto, ese era el estándar de chica que me gustaba. La gran mayoría eran así, algunas pelinegras, morenas; también pelirrojas. Pero todas con curvas voluptuosas.
No, no la miraba con morbo. Si no por la leve gracia que me daba pensar en que terminaría enloquecido por una chica demasiado diferente a lo que buscaba.
Qué puedo decir, es el amor.
Mi celular replicó en dos mensajes instantáneos y por el sonido emitido sabía a quién se referían, mi Pulga. Deje el trapo, me sequé las manos con mi delantal y tomé el teléfono para leer los mensajes.
“Hola amor, hoy tengo trabajo cómo tutora de Álgebra, saldré un poco tarde, te aviso por si no contesto en las próximas 2 horas. Deryl está ayudando en dirección, nos iremos juntas a casa”
“Te amo, suerte en tu trabajo 😉”
Sonreí cómo un niño al ver su mensaje. Usualmente me preocupo de que no le pase algo al salir de la escuela y ella optó por avisarme en qué lugar estará y en caso de necesitar algo, estar rápido.
Hoy era nuestro aniversario de un mes, las circunstancias no me permitieron pasarlo con ella. Primero los deberes. Pero no me quede con las ganas de prepararle un desayuno y adornarlo con una nota que decía “Feliz mes”. Nunca he sido bueno con los regalos y esa idea me la dio Deryl. Salió muy bien. Me imagino su cara de felicidad al despertar y las burlas de los chicos al ser tan cursis.
—¿Así que novia? —Un par de manos delgadas toman una de las cervezas que tenía sobre la barra.
No respondí nada, solamente tome un abrelatas y destape su cerveza. En qué momento aquella rubia caminó hasta aquí sin siquiera hacer un tipo de ruido, y vaya que con esos tacones es imposible pasar desapercibida.
—Creo que no habla —se une otra voz. Creo que alguien quiere coquetear—. Es el primer hombre que no te hace caso, deberías darle un premio.
#12001 en Novela romántica
#1978 en Joven Adulto
amor adolecente, amor adolescente primer amor, amor adolecente romance
Editado: 09.03.2024