Madammes: Guardianes de Donna Hadhaka

20. Te creo

Daniela

No podía creer lo que acababa de pasar. Habría podido matar a aquel muchacho fácilmente. Me había sentido poderosa y letal. Fuerte. Superior. Podría acostumbrarme a ello. También a mi desinhibición. Era consciente del espectáculo sensual que estaba ofreciendo y no me importó en absoluto, es más, sus miradas me hacían más fuerte. Poderosa, poderosa y especial. Doblegar a ese hombre había sido lo más erótico que había hecho nunca y su sangre en mi boca no me causó la repulsión esperada. ¿Desde cuándo era un monstruo?

—Eres tan especial como te sientes. No te avergüences, es tu naturaleza... aquí cada uno tiene sus peculiaridades —la voz de Donna estaba en mi cabeza ofreciéndome explicaciones no requeridas. ¿Consuelo?

—Me siento como una auténtica zorra.

—No lo eres —fue la voz de Kai la que me contestó. Seco, frío y muy, muy nervioso.

—Vete, Guardián.

Eso era el canadiense, un Guardián. Igual que Lucía, Vanessa o Kirian, el hombre cuyo cuello acababa de lamer con alevosía. La niña irrumpió en el dormitorio donde había despertado y donde, inútilmente, había pretendido refugiarme. Ya éramos tres allí dentro. Podía escuchar mi corazón bombear calor hasta las uñas de los pies.

—No voy a ningún lado, Donna. Mi lugar está aquí, con ella.

—¿Después de lo que acabo de hacer? ¡Casi lo mato! ¡He bebido su sangre, Kaiden! ¿No me aborreces?

—No es precisamente aversión lo que siento ahora mismo, créeme. Especialmente —dijo despacio—, después de lo que acaba de pasar, Daniela.

Donna nos miró atentamente y volvió los ojos abandonando la habitación con una pose infantil y caprichosa. Yo sentí aún más calor.

—Supongo que has ganado —le dije al rubio frente a mí.

—De ser así quiero mi premio.

Sus ojos habían pasado del marrón oscuro a uno más vivaz y vibrante. Si quedaba alguna célula de mi cuerpo que no ardiera de pura pasión y desenfreno en aquel momento, su mirada me catapultó a la locura. Sus pasos le acercaban a mí y yo retrocedía.

—No te acerques —imploré. No sé cómo lo hice porque lo que deseaba era lamer su piel, su sangre, su alma... comenzaba a sentir una presión en la sien solo proporcional al bullicio de emociones que me alborotaban por dentro, como si estuviera hueca y un gran tambor resonara gritando mi deseo por ser llenada y sentirme repleta del canadiense.

—No luches —decía. ¿Cómo osaba? Unas horas antes era la loba más inútil en la manada. En aquel momento una Guardiana cargada de fantásticas y poderosas habilidades por descubrir. ¿A esto se refería mi madre? Ella sabía que mi pasado y mi futuro discrepaban en grandes términos. Mi cabeza se agitaba negando todas las posibilidades, las opciones, el significado de palabras huecas. Negando las veces que había deseado poder vivir sobre mis propios pasos, sin riendas, sin censuras y sin amenazas.

—¿Qué piensas? —insistió.

—En correr —la sinceridad se me escapó a borbotones—, pero no de ti, a pesar de lo que acaba de ocurrir —reconocí con vergüenza.

—Eres una guerrera, Guardiana, no debes avergonzarte de tus habilidades. A mi me cautiva ver de lo que eres capaz. Me he sentido en el infierno mientras estabas encima de él y ver cómo lo lamias a él, en lugar de a mí, me ha matado por dentro. Pero creo que voy a tener que acostumbrarme. Yo también tengo mis peculiaridades como dice HadhaKa y tú tendrás que acostumbrarte también —pensó en silencio durante unos segundos y añadió—, aunque quizás sea mejor que la próxima vez que te acerques de esa forma a otro hombre no te importe que lo mate después —sonrió en el sutil intento de hacerme sentir mejor. Lo consiguió.

—¿Por qué? Detuve mis pasos sintiendo su proximidad como un regalo de Navidad. Me rendía.

—Tu abuela era una Doncella de Donna HadhaKa y tu madre una Guardiana. La Donna ha desbloqueado tus donnes para que te puedas defender ahora que ya no pueden protegerte. Tasi te ha mantenido oculta...

¿Anastasia ha hecho qué?

—No... Por qué quieres que te lama a ti y no a él. Por qué llevo soñando contigo meses y por qué ahora sé tanto de ti como tú de mí.

—La esencia de la vida se basa en el amor en todas sus variables. El amor a la naturaleza, el amor a los hijos y el amor en la pareja. Los Guardianes nacemos emparejados. Solo hay una pareja para cada uno y muy pocos de ellos la encuentran, sobre todo ahora que las batallas entre seres sobrenaturales, y la caza durante siglos, han diezmado nuestra población. Tú naciste para mí y te llevo esperando desde que tu corazón comenzó a latir.

—¿Entonces no me queda más opción? ¿He salido de una cárcel para entrar en otra?

Y si me dijera que sí no me lamentaría porque, ya en aquel momento, su piel era mi mejor lugar en el mundo. No esperé a que sus manos me rozaran, lo busqué con mis dedos en sus mejillas, navegué en su mirada de promesas y anclé mi mundo en el mar de sus ojos. Porque de todo lo que ocurría a mi alrededor, de todo lo que había vivido hasta aquel instante él era lo único real, lo único imprescindible para que el tiempo siguiera contando con sentido. Como esa palabra clave que te saca de una pesadilla.




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