Madelyn

3 DE AGOSTO

Tomó una respiración profunda antes de entrar a aquel lugar, le había dado muchas vueltas al asunto pero al final había optado por hacerlo. El proceso fue menos doloroso de lo que esperaba, y el resultado increíble. El chino, el tatuador, había mezclado los colores de una forma que daba la impresión de que el dragón era en tercera dimensión.

Seguidamente, fue al centro comercial y compró ropa.

Cuando regresó a casa, fue directo a la cocina y se hizo un emparedado. Mientras se lo comía, pensó en Emma, y en las enormes ganas que tenía de volver a verla. Eran amigos desde el jardín de infancia, siempre juntos,  unidos, hasta que llegó Liam y le robó su cariño.

No era un delito hacer lo mismo, ¿verdad?

Al regresar a la sala, encontró a su hermana revisando los paquetes.

 —Abrigo de cuero. Pantalones negros. Camiseta con diseños musicales. Uhm, esto no parece tu estilo, Javi.

—Dame eso. —Le quitó la ropa—. ¡Que sea la última vez que revisas mis cosas!

—Eso que estás haciendo no está bien —murmuró Lourdes—. Tú no eres eso. Tú no te vistes así.

—No tienes derecho a meterte en mi vida.

—Sí tengo derecho. Eres mi hermano y quiero lo mejor para ti.

La puerta principal se abrió y apareció su padre.

—¿Qué es esa gritería que tienen? —preguntó el hombre, dejando su gorro de policía sobre un perchero.

—Es… Boberías —dijo el pelirrojo.

—¡Boberías, no, papá! —protestó Lourdes—. Javi está cambiando su forma de vestir por Emma, quiere parecerse a…

—Lulú —la interrumpió su padre—, tu hermano está bastante grandecito para tomar sus propias decisiones. Además, los hombres tenemos distintas formas de conquistar chicas.

—¿Fingiendo ser quienes no son?

—No importa el camino, sino el fin —afirmó el policía—. Y ya dejen de estar discutiendo que no me gusta verlos así. Pídanse disculpas —ordenó, y a los hermanos no les quedó más que obedecer.

 

*****

 

Debían de ser las ocho de la noche cuando Emma escuchó unas piedrecitas golpear su ventana. Su corazón se aceleró, la única persona que hacía eso era…

Despacio, corrió la cortina, entonces lo vio. Allí, junto a la motocicleta, con el cabello negro a la altura de los hombros, su abrigo de cuero y una sonrisa, mágica, como las canciones de Bob Marley.

Era él. Era Liam.

Emma le hizo señas de que esperara y escapó por la puerta de atrás.

—¿Damos una vuelta, nena? —preguntó él.

Emma no lo dudó. Necesitaba estar con él. Abrazarlo. Decirle tantas cosas. El viaje duró unos quince minutos hasta el antiguo faro. Su lugar favorito. Donde Liam le pidió ser su novia y donde se besaron por primera vez.

—¿Y cómo está Paty? —preguntó Emma, cuando se sentaron en la arena.

—Bien. Confió en que haya aprendido la lección. Y tú, ¿cómo estás? ¿Cómo van las cosas con Ronnie?

—Igual. —Se encogió de hombros—. Liam, yo…

—Emma —la interrumpió—, perdóname, te juro que lo último que hubiera querido era lastimarte.

—¿Qué pasa? ¿Ya no me quieres?

—No es eso.

—¿Te gusta Karla?

—¿Qué? ¡Claro que no!

—Te vi con ella.

—Emma, no hay nada entre Karla y yo. Te lo juro.

—Entonces, ¿por qué me terminaste?

—Ya te expliqué. Quiero un tiempo a solas.

—¿Y qué hacemos aquí?

—Buena pregunta —suspiró él—. No lo sé, supongo que extraño hablar contigo… ¿qué has hecho estos días?

—Nada interesante —respondió, aunque en el fondo le sobraban ganas de hablarle sobre su vecina.

—Ven, vamos a bañarnos —la animó Liam.

—Es que yo… No tengo traje de baño.

—Báñate en ropa interior.

Emma accedió. Se metieron al agua y nadaron, sin caricias como antes, pero con la misma complicidad. Ella no supo cuánto tiempo pasó exactamente, pero hubiera querido que los minutos se detuvieran para no tener que regresar a casa. Ese sentimiento no era nuevo. Siempre que salían juntos era lo mismo. La misma emoción. El corazón fuera de control. Y las ganas de no separarse. Entre risas y jugueteos, él la terminó besando. Un beso corto, con olor a mar y sabor a nostalgia. Un beso sin reproches de por medio, como si nada hubiera pasado, como si aún fueran aquellos chiquillos que soñaban con que su amor era eterno.

—Seamos amigos —dijo Liam, después que se vistieron

—¿Amigos?

—Sí. —Emma guardó silencio—. ¿Estás molesta?

—Molesta no. Confundida. Me traes aquí, me besas, y luego me pides que seamos amigos. No te entiendo, Liam.

—Yo tampoco.



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En el texto hay: mentiras, intriga, amor

Editado: 02.03.2021

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