Tal y como Seung le aseguró, el lunes después del almuerzo, Maedow entró en la pista de tenis del polideportivo y se encontró con una de las grandes leyendas del deporte. Su boca se abrió de par en par al ver a la mujer peloteando, moviéndose por la pista de tierra con agilidad, rapidez y destreza.
—No puede ser —murmuró la chica mirando a su alrededor para ver si estaba en la pista correcta.
Vio el número tres en grande en lo alto de las gradas y volvió a poner su atención en la tenista que seguía peloteando las bolas que la máquina le lanzaba.
—¿Por qué no vas a entrenar? —le preguntó el cantante llegando hasta ella.
—Ella es… ¿Ella es mi nueva entrenadora?
—Claro. ¿No te parece bien?
—Por supuesto que me parece bien. ¿Cómo conoces a Gilda Hibauk? Es una de las mejores tenista de toda Valterra —quiso saber la muchacha con sorpresa en su voz.
—En realidad la conoce Joon. Por lo visto fueron juntos al instituto. Vamos, tienes que entrenar —apoyó su brazo en los hombros de ella y la guio hasta la mujer que paró al verlos acercarse.
—Buenas tardes. Supongo que vosotros sois Seung y Maedow, ¿verdad? —inquirió la tenista parando la máquina de pelotas y estrechando sus manos para saludarlos.
—Encantado de conocerte. Joon me ha hablado mucho de ti. Espero que la ayudes a hacer su sueño realidad —le dijo el chico dedicándole una gran sonrisa amable.
—Si sigues mis consejos e instrucciones, tú y yo nos iremos en noviembre a los Juegos Olímpicos dispuestas a ganar la medalla de oro.
—Genial. Muchas gracias por aceptar ser mi entrenadora —le agradeció la joven aún sin poder creer que estuviera delante de aquella leyenda.
—No hay de qué. ¿Empezamos?
La chica asintió con entusiasmo, observó a Seung hasta que se sentó en la primera fila de las gradas y ella sacó su raqueta para comenzar.
***
La nueva entrenadora era genial y la muchacha estaba encantada con aquel cambio para mejor en su vida. Aunque la felicidad se disipó por unos minutos cuando llegó su antiguo entrenador para darle la clase del día.
El hombre se quedó con el rostro petrificado, sin saber qué estaba pasando en aquella pista. Se acercó a la chica, la cogió del brazo para alejarla hacia una esquina y le preguntó con los dientes apretados:
—¿Se puede saber qué está pasando?
Maedow abrió la boca para contestar, pero la cerró cuando una voz masculina la interrumpió:
—Estás despedido.
El hombre miró a su espalda y vio a Seung con el rostro serio, la mandíbula en tensión por los dientes apretados y la mano formando un puño, además de no estar solo. Dos hombres-armarios observaban con atención y dispuestos a atacar si hiciera falta.
—¿Quién ha decidido eso? —inquirió el entrenador sin soltar el brazo de la chica.
Ésta hizo una mueca de dolor en su rostro al sentir cómo la mano del hombre se cerraba alrededor de su brazo, haciendo que la sangre no fluyera con normalidad.
El cantante dio dos pasos hacia la chica, agarró la muñeca del hombre con fuerza y lo alejó de ella con pequeño empujón, controlando sus ganas de estamparle el puño en la cara.
—Yo lo he decidido junto a sus padres y ella —respondió Seung con la voz más grave por la furia y sin tartamudear.
—¿Y quién eres tú para decidir nada?
—Eso no es de tu incumbencia —convino la muchacha asomando la cabeza por un flanco de su amigo.
—¿No? ¿Eso crees? Soy tu entrenador y tu novio, creo que algo me incumbe.
—Primero, eres su ex entrenador. Segundo, no llegaste a ser su novio porque ella no quería enredarse con un hombre separado de su mujer que solo busca la diversión con jovencitas. Y tercero, ya que tienes tanto interés, soy su novio —le explicó el cantante sin apartar sus ojos de él. No se fiaba ni un pelo de ese cretino.
—¿Novio? ¿Me has estado engañando con él? —la interrogó con el ceño fruncido y dando un paso hacia ella.
La mano del más joven de los miembros del grupo se apoyó en el pecho del hombre parando su arremetida y aguantando la impulsividad que siempre había tenido.
—No te ha engañado con nadie porque no estaba contigo. Y ya es hora de que te largues, no pintas nada aquí —le aseguró el chico con los dientes apretados.
El entrenador se mordió el labio inferior y alzó la mano para agarrar la del joven, pero la de éste se desvaneció como si del aire se tratara. Los ojos negros del hombre se abrieron de par en par y se alejó un paso más, con miedo en el rostro. Observó al chico con los ojos entrecerrados durante un minuto que a la joven le pareció una eternidad y se marchó de la pista con la venganza reflejada en su mirada y sus palabras silenciosas.
La tenista había podido ver la reacción del cantante, pero aún no podía creerlo. ¿Cómo había hecho eso con la mano? ¿Lo habría soñado o, simplemente, se estaba volviendo loca?
Seung dio media vuelta sobre sí mismo y la miró con atención y preocupación.
—¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo? —le preguntó observando la rojez de su brazo.
—Nada que no se cure en unos minutos. ¿Desde cuándo somos novios? —inquirió ella intentando no pensar en el truco de magia tan extraña que el chico había utilizado para zafarse del agarre de su ex entrenador.
—No se hubiera ido si le digo que soy tu amigo.
—Pero te has expuesto a que se lo cuente a la prensa.
—No me importa. Se arregla con una rueda de prensa y diciendo la verdad.
—¿Estás seguro? No quisiera ser atacada por tus seguidoras.
—No lo serás. Continúa con el entrenamiento, te esperaré para llevarte a tu casa.
La chica asintió dedicándole una sonrisa tímida y agradecida a la vez, se encaminó hacia la entrenadora y se dispuso a pelotear durante los quince minutos que quedaban.
***