La semana estaba pasando con rapidez para Maedow. Entre los estudios, los entrenamientos y las video-llamadas que Seung le hacía por la noche antes de dormir, los días habían pasado volando y sin darse apenas cuenta.
Ya era jueves por la noche y el cantante la llamó para hablar con ella y verla antes de irse a la cama. Estaban teniendo una agradable conversación cuando un mensaje llegó al móvil de la chica. Intentó disimular su sorpresa y miedo a partes iguales, y continuó hablando con el chico sin pensar en aquella frase por parte de su ex entrenador.
Quería borrarla cuanto antes, pero el teléfono no dejaba de vibrar con cada texto nuevo que le mandaba.
Al principio le pedía perdón por todo lo que había hecho en el pasado, por no haber dejado a su esposa antes. A medida que los mensajes se quedaban sin leer, la actitud del hombre cambió por completo. Ya no eran ni tiernos ni románticos.
Llegaban insultos por doquier y amenazas, incluso alguna que otra foto que la chica no había podido ver bien porque no quería meterse en la supuesta conversación.
—Pequeña, ¿te encuentras bien? —quiso saber Seung al ver en sus ojos algo extraño que no reconocía con exactitud por la mala calidad de la señal del internet.
—Sí. Solo estoy cansada.
—Entonces dejaré que descanses. Recuerda que mañana tenemos una cita. Te recogeré a las nueve.
—De acuerdo. Hasta mañana.
La joven cortó la video-llamada y respiro hondo para tener el valor suficiente para ver las fotos y leer las frases que su ex entrenador le había dejado.
Con cada palabra que leía una angustia se atascaba en su pecho y las lágrimas resbalaron por sus mejillas cuando abrió las imágenes.
Ella y Seung estaban abrazados en el parque de atracciones. En la última foto, se estaban besando delante de la noria con las luces encendidas y llevaba un texto completándola:
—<<Déjalo o sus seguidoras acabarán contigo>>.
“Hijo de puta”, maldijo la chica arrepentida de haberlo conocido. ¿Cómo no se dio cuenta antes de cómo era en realidad? Se sorbió la nariz enjugando las lágrimas que resbalaban por sus mejillas y abrió la foto que la pareja se hizo en su cita mientras cenaban sentados en el banco de hormigón.
¿Cómo iba a dejarlo? No se había percatado de cuánto lo quería hasta ese momento en que lo debía perder para protegerlo de las amenazas de ese hombre.
Puso el móvil en la mesita de noche, de pie, para poder ver la imagen, apoyó la cabeza en la almohada y se durmió pocas horas antes de que amaneciera.
***
La alarma del teléfono de la chica sonó demasiado pronto en opinión de ella, lo paró y se levantó para arrastrar los pies hasta el baño anexo. Se lavó la cara para despejarse, se arregló y bajó a la cocina para coger una barrita de cereales. Le dejó un beso a su madre en la mejilla y se marchó rumbo a la universidad.
En las primeras clases no había podido concentrarse. Su cabeza no dejaba de dar vueltas en cómo le iba a decir a Seung que no quería seguir con él. Bueno, sí quería, pero la estaban obligando. Eso no se lo diría, claro.
¿Cómo le dices al hombre que sí amabas que lo dejas? ¿Qué razón le das para alejarlo, así como así, de tu vida?
—Maedow, ¿te encuentras bien? —le susurró Jerome inclinado hacia su oído para que solo ella pudiera escucharlo.
La chica miró a su alrededor cuando escuchó que el maestro los mandaba a callar, tragó saliva con dificultad y asintió a su amigo para que no se preocupara.
El joven no se había quedado conforme con esa respuesta, así que, en cuanto la clase terminó la agarró del brazo para que no se escapara y le preguntó con preocupación:
—¿Qué te ocurre?
—Nada.
—Siempre estás atenta a las explicaciones de los profesores y hoy parece que tu cuerpo está aquí, pero no tu mente. ¿Qué te tiene de esta manera? —quiso saber sin dejar que se marchara.
Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y bajó la mirada para que su amigo no la viera llorar de aquella manera. El chico la abrazó dejando que llorara en su hombro y le acarició el pelo rubio con suavidad.
—Cuéntame qué es lo que te tiene así, por favor. Me estás partiendo el alma —le suplicó él tragando la congoja que estaba atascada en su garganta.
—No sé qué hacer —lloriqueó la muchacha dejando la camisa de su compañero empapada por las lágrimas que derramaba sin control.
—¿Con qué?
Su amiga se alejó unos centímetros para poder sacar el móvil de su bolsillo y le enseñó los mensajes y las fotos que su ex entrenador le mandó aquella noche.
Los ojos del muchacho se abrieron de par en par al leer todas esas frases que pasaban de ser tiernas a ser una gran amenaza con todas sus letras, además, estaba alucinando con las fotos de la pareja. Podía ver en sus rostros que estaban enamorados, pero a su ex entrenador no le importaba.
—¿Qué hago? —le inquirió ella al coger un pañuelo de papel de su bolso para limpiar sus lágrimas.
—Cuéntaselo a tu novio. Si es tan famoso e influyente como dice este hijo de puta, seguro que él sabrá cómo encararlo para que deje de amenazarte. No cometas el mismo error que tu hermana Faith —le recordó al leer en las revistas lo que la chica había pasado por culpa de la obsesión de su compañero de trabajo.
La joven lo pensó durante unos segundos asintiendo con la cabeza y decidió lo que debía hacer. Jerome tenía toda la razón y no iba a dejar que su ex entrenador la privara de su felicidad ahora que, por fin, la había encontrado.
Le quitó el móvil de las manos a su compañero, buscó a Seung en su agenda y le mandó un mensaje para decirle que tenían que hablar de algo muy importante. Lo esperaría en su casa para tener más privacidad y, con la protección que les brindaba aquellas cuatro paredes, dejarían las cosas claras.