Magia en Verot

II

Kalus se inclinó ante los reyes y retrocedió un par de pasos antes de iniciar su caminata para abandonar la gran sala del rey. A pesar que su maestro Albert le comentó que ese asunto le competía exclusivamente al rey consiguió persuadirlo, aludiendo que debería ver como su padre actuaría en una situación así.

La sensación de consuelo recayó en el rey, la reina desvió su mirada clara a la gran ventana aún con las manos trémulas.

—Es una gran noticia, padre —habló Aiden sonriendo, fascinado—. La hechicera aceptó venir.

—Ciertamente lo es —admitió—. Esperamos pronto esa hechicera se marché de Verot. Tengo el deber de recordarle el tratado entre Lipman y Eslut.

—¿Disculpe, padre? —cuestionó el joven, extrañado—. Permítame darle una diferente perspectiva, creo que sería de gran ayuda que aquella hechicera compartiera sus conocimientos con nosotros.

—¡Aiden! —exclamó el rey, pasmado—. Hijo mío, es una pésima idea. No podemos permitir que esa hechicera continúe un minutos más en este reino. Te he educado para proteger Verot de las amenazas exteriores.

—Pero, padre. Conocer el porqué de su magia sería una muestra de que estamos dispuestos a aprender.

—Aiden, retírate —ordenó exasperado, viró observando el rostro inquieto de su esposa, con el mínimo contacto de sus miradas entendieron que estaban pensando—. Retírate —volvió a repetir acariciando el puente de su nariz.

Aiden respiró hondo, sacudió su cabeza un par de veces con indignación, retrocedió esperando que su padre cambiara de opinión, pero no fue así, lo único que le permitió visualizar fue su ancha espalda y su semblante agotado por los años.

 

 

Dejó sus gafas sobre la mesita de luz y rozó su frente con el toque de su dedo índice, todavía la vibración de la cruenta voz de su padre resonaba en las cuatro paredes de la habitación. El exasperante recordatorio de que estaba condenado reinar desconociendo el mundo exterior cruzó por su cabeza.

¿Cómo podría pensar que su padre se rehusaría a obtener más conocimientos del otro continente? 

—Es molesto… —el príncipe arrugó sus labios indignado al recordar las facciones reacias del rey y la mirada baja de su madre.

¿Tendría que convivir toda su vida con esa frustración?

—¡No es justo! —exclamó lanzándose sobre su gran cama, sus ojos azules se clavaron en las inscripciones que decoraban ostentosamente su techo. Su mundo era el palacio y Verot su complemento, tal vez hace años su querido hermano se realizaba las mismas preguntas, desde que abandonó el mundo su aspiración de ver lo que existía fuera de los muros de Verot acrecentó,  estaba al tanto de que se debía a que secretamente adoptó los deseos de su hermano en conjunto con el suyo.

En la soledad de su habitación anheló ver a la Hechicera de las mariposas. Ella representaba lo desconocido, aquello que tenía prohíbo ver.

—Si solo pudiera verla… —murmuró, extendió su brazo en dirección al techo teniendo el vano antojo de apreciar el cielo azul.

Aiden abrumado por sus pensamientos pataleó liberando un frustrado gruñido. Sus dedos se clavaron sobre sus ojos y presionó buscando alguna manera de hablar con ella. Era definitivo, haría lo posible para ver a la Hechicera de las mariposas.

La única opción era dejar el palacio. 

—¡Si!  

Aiden brincó desde su cama y se internó en su gran armario. Debía desistir de darle vueltas al asunto, él sería el próximo rey de Verot y eso implicaba que debía ser decidido.

Con una sonrisa triunfante resolvió la manera en la cual su curiosidad se vería satisfecha.

 

 

Kalus se ofreció a escoltar al príncipe durante su compra de libros. Si bien el rey se negó rotundamente ante la idea de pensar en su hijo caminando cerca de la presencia de la misteriosa maga proporcionó su autorización gracias a la intervención de la reina.  

—Su majestad, note en usted una gran inquietud —el joven se estremeció ante la afirmación de Kalus, giró ligeramente su cabeza escuchando el murmulló de los ciudadanos y el sonido en unísono de los automóviles que circulaban cerca de su transporte.

Aclaró su garganta asintiendo inmediatamente, no debía demostrarle a Kalus su gran curiosidad sobre la hechicera, Kalus arrugó su entrecejo claramente interesado en las palabras de Aiden.

—Así, es. Necesitaba unos cuantos libros, escuché que hay un autor nuevo y realmente quiero leer sus obras —aseguró moviendo sus manos. Kalus asintió pausadamente, intentó recordar si había escuchado algo acerca de un nuevo autor popular en Verot.

—Creí… —el hombre calló negando con un gesto, internamente estaba satisfecho de confirmarle al rey que su hijo no estaba mostrando alguna intención de ver a la Hechicera de las mariposas.

El auto estacionó frente a la gran librería de Verot, Aiden avivadamente se colocó una gorra y alisó su camisa azul para verificar que estuviera lo suficientemente arreglado como para evitar ser reconocido. Miró de reojo a Kalus, verificando que no tuviera alguna expresión sospechosa.




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