—Si vamos a hacer esto, necesito que pongamos algunas reglas.
La voz de mi hermana me despertó, me estaba quedando dormida, de nuevo, contra la ventanilla mientras mi mirada se aburría del lúgubre paisaje.
No era mi culpa que Coven Hills no ofreciera las brillantes vistas a las que estaba acostumbrada, ya no estaba en Santa Bárbara; jamás volvería si pudiera evitarlo. Había cruzado el país entero para hacer mi punto.
—Sé que esto no es convencional, que te mudes tan cerca de terminar el año escolar, pero mamá necesitaba una pequeña ayudita mientras ella y Joseph se acostumbran a la nueva vida de casados —siguió parloteando mi hermana, aun si yo no di señales de estar siguiendo su conversación. Pero así era Ella, le encantaba escuchar el sonido de su voz. Lo había heredado de nuestra madre.
El coche se detuvo cuando la luz del semáforo se volvía roja, y Ella pudo, al fin, enfocar su mirada en mí. Ella era…preciosa. De una forma delicada y suave que heredó de los lazos sanguíneos de la familia de nuestra madre, ambas poseían una belleza que sólo mejoraba con el pasar del tiempo, ese cabello rubio miel sólo se iría aclarando hasta encontrar un punto ideal con el blanco pálido que evitaría que algún día tuviera que pensar en preocuparse por canas; los ojos almendrados no eran justo, no cuando esos pómulos altos parecían haber sido moldeados en alguna sala quirúrgica. Pero así de injusta era la genética, ella no sólo había recibido la belleza ancestral de nuestra madre, sino que también era la persona más inteligente que conocía. Se había mudado a través del país apenas terminó la universidad, consiguiendo convertirse en la principal investigadora de un laboratorio genético de algún anciano millonario que residía en este pueblo olvidado por el mundo, realmente no me sorprendería si estuvieran abriendo algún portal a otro mundo o diseccionando aliens en algún complejo súper secreto; cuando le pregunté al respecto a mi hermana ella sólo se había reído y respondido que su investigación no era para nada tan emocionante. Algo sobre unas plantas nativas de la zona, que nos llevó a ella tomarse horas relatándome sobre los aburridos secretos del mundo vegetal, y a mí intentando no cabecear o roncar mientras dormía con los ojos abiertos.
No era un secreto para nadie que yo no compartía ni la belleza delicada de mamá, ni el cerebro impresionante de mi hermana.
No, yo era todo dureza y brusquedad.
Desde el tono apagado con el que había nacido mi cabello, volviéndose sólo más oscuro y aburrido con el pasar de los años; hasta los ojos demasiados pequeños para un rostro poco definido, con rasgos angulosos en la nariz y las cejas como si viviera con un ceño fruncido. Que no compartiera ni siquiera el tono suave verdoso de los ojos de mi madre simplemente era algo que jamás le perdonaría a la naturaleza, en cambio había sido condenada a llevar siempre los ojos oscuros de mi padre, que todo el mundo confundía con negros, aunque yo discutiera que eran cafés.
Todo en mí era un discurso de protesta, comenzando por las puntas azules brillantes con las que había teñido mi aburrido cabello cuando me había cansado de ser sólo manchas oscuras en un lienzo sin vida.
Como si Ella me leyera el pensamiento, su mirada se demoró en dichas puntas antes de seguir con su discursito de madre suplente.
—Quisiera pedirte que te enfocaras en terminar la escuela sin incidentes, sé que seguías siendo hostigada por rumores en Santa Bárbara, pero aquí nadie sabe lo del accidente, puedes hacer como si fuese un nuevo comienzo y volver a empezar. Piensa en quien siempre quisiste ser, Maine, aquí puedes ser esa persona…
Mis oídos zumbaron con sus palabras, pero ella sólo me ignoró mientras el semáforo se ponía verde y seguíamos recorriendo la única calle principal de este pueblo. Accidente. Así es como ella y mamá seguían refiriéndose a aquello, como si eso fuera todo lo que había para decir al respecto. Como si alguien pudiera hacer algo así sólo de forma accidental.
La bilis subió a mi boca.
Afortunadamente mi hermana detuvo el coche en su entrada y terminó su discurso mientras salía del auto y bajaba una de mis maletas.
Tragué con dificultad, obligándome a controlarme antes de seguirla.
La casa era bastante bonita, moderna y llena de vidrio, casi perdiéndose entre los árboles del bosque que se atrevían a acercarse demasiado; no era un secreto que el señor Keller le pagaba muy bien a su investigadora estrella.
—Te preparé una habitación de la planta superior, usualmente la usaba como un gimnasio improvisado, pero ya moví mis cosas al sótano y compré una cama nueva. Las cortinas y la ropa de cama también son nuevas, no recuerdo cuál es tu color favorito, pero supuse que a todas las adolescentes les gusta el rosa, ¿verdad?
Hice una mueca mientras llegábamos a la habitación, mi habitación, y esas chillonas cortinas fucsias me daban la bienvenida. No quise mirar hacia la cama, un rápido vistazo me había mostrado que Ella había combinado ese fucsia chillón con almohadas naranjas neón.
Gracias a Dios que había empacado mi propio juego de sábanas.
Observé el resto, aceptando de mala gana que era un espacio más amplio que mi antigua habitación, una de las paredes era en su totalidad una biblioteca que la lectora en mí agradecía y se emocionaba por llenar esos estantes; la maleta que aún descansaba en planta baja estaba repleta en su totalidad de libros. Salvo por su para nada halagadora paleta de colores, Ella lo había hecho bastante bien.
#10679 en Fantasía
#4017 en Personajes sobrenaturales
romance paranormal, humor misterios y magia, vampiros adolescentes
Editado: 28.01.2022