Viejas, desconchadas y deslavadas, algunas parcialmente caídas, otras como si tuviesen heridas de guerra; otras tan torpemente diseñadas que no tenían la forma de ser otra cosa, más de lo que ya eran, a Mayrin le parecía como si se hubiese tomado casitas distintas para formar estructuras de tres pisos. Los pilares góticos y griegos sostenían fachadas y balcones victorianos. Para ser desastres arquitectónicos encontraba cierta belleza artística, como collage de museos abstractos. Sus tonos descoloridos por el tiempo tocaban un pálido grisáceo casi del mismo tono de las nubes que comenzaban a acumularse y profundizar la oscuridad en su interior, en el amplio cielo anunciando una futura tormenta los ocasionales truenos sonaban lejanos, casi como susurros relajantes de viejas nanas. "El escenario perfecto para una escena gótica de terror" dijo su hermana a su lado con notorio sarcasmo. Lindo. Pensó dentro de sí.
La nueva casa de May no era muy distinta a estas, en lo alto de la colina se alzaba, la mansión De'Ath de Maison Colony. Era el final del complejo de casonas de lujo que habían sido construidos cerca de dos siglos antes. A medida que se acercaba el auto al terreno de la mansión, más torcida se hacía la mueca de horror de su hermana menor. A nadie le gustaba el nuevo lugar, aunque tampoco había muchas opciones, su padre lo había perdido todo. Sus empresas, sus autos, su casa, sus vidas. Solo podía empezar de nuevo en la vieja propiedad de la familia, una mansión que su madre heredó de unos tíos con quienes tuvieron contacto y quienes no tuvieron a nadie más a quien heredar. Todo lo que les quedaba se encontraba bajo décadas de polvo y óxido.
Las rejas chirriaron de forma que no pudo sino quebrantar a su madre que rompió en llanto. Parecía una pesadilla de la que quería despertar. May pensó en lo melodramática que estaba siendo su mamá, su abuela la tomó por los hombros consolandola, lo normal hubiese sido que su hermana montara la escena, pero se encontraba demasiado asqueada en ese momento para hacerlo. May cruzaba la segunda mitad de sus 16, en un par de meses, justo a tiempo para el nuevo año sería mayor de edad, su hermana por otro lado apenas tocaba los 15. Estando en la flor del drama adolescente ¿No se suponía que ellas debían montar el melodrama y romper en llanto por el fin de su vida social y todas aquellas tonterías por el estilo? Al menos se tenían, era lo que más debía importar en ese momento.
May no tenía problemas con dejar atrás su vieja vida. Incluso lo veía como algo bueno. No tenía muchos amigos a los que apegarse y siempre quedaba la esperanza de las visitas. Las escuelas eran todas iguales en esencia, en todas habían chicos raros y chicas engreídas; a donde fueran, su hermana encontraría nuevas amigas como ella y un nuevo novio. May no se despidió de sus amigos, se mudaron sin avisos, su padre llegó la noche antes de la mudanza ordenando empacar. Para la mañana del día siguiente un pequeño camión de mudanzas subió lo que a sus padres le pareció lo más indispensable. Un mensaje de texto bastó a May para despedirse de ellos. A su hermana la mitad del camino. Tras un par de días de caminos llenos de túneles, puentes y mucha niebla, su hermana y su madre pasaron del llanto a las quejas, y de las quejas a un soñoliento silencio. Allí estaban ahora, frente a su nueva vida.
-No puede ser que nos mudamos- Dijo la menor -de todos los lugares ¿Este fue el que escogiste?
- No es como si tuviésemos mucha opción- susurró entre dientes su madre disgustada.
-Esto solo será temporal princesa- dijo su padre- pronto tendremos una mejor, primero debemos establecernos.
-Y esperar que su padre no lo arruine esta vez- dijo su madre al salir del auto.
- Ya basta Ilda. He tenido suficientes quejas de ustedes.
Ilda caminó detrás de su marido con la cara de disgusto bien marcada en su ceño. Siendo una mansión resultaba más grande de lo que su casa anterior era. Habiéndose mudado de manera tan repentina no habían tenido ocasión de revisar el estado de la casa, e incluso si la hubiesen revisado, el padre de Mayrin ya había decidido que se vendería. Siendo tan antigua y tan grande debía venderse en un buen precio, por el momento ocupan la planta baja, no necesitaban más, sin mencionar que realmente era poco lo que llevaron consigo.
Nada se le reprochó al padre. May ayudó a su bisabuelo a entrar, mientras su hermana se resignó a ayudar a su abuela con sus maletas. Las puertas chirriaban provocando ecos que resonaban hasta el último rincón de la casa. El padre resopló anotando mentalmente la compra de aceites para ellos. Mayrin entró con sumo cuidado pensando en la fragilidad del edificio, encontrando que en realidad era bastante más firme de lo que parecía a primera vista. Un poco de mantenimiento devolvería la vida a la casa. Pensó May. Las habitaciones fueron repartidas esa misma tarde. La cocina fue torpemente preparada para usarse y la luz eléctrica fue reconectada. Era mucho trabajo por hacer para una sola tarde, hacerlo con prisas para aprovechar la luz del sol; dado que la luz de las lámparas y los focos no funcionaban del todo y dado que la tormenta se acercaba desde el mar la prisa por cerrar las ventanas del lado este, que era donde las habitaciones en mejor estado se encontraban.
Era un alivio que la casa no estuviese totalmente vacía como todos habían esperado, sino que se encontraba en gran parte amueblada y cubierta por sabanas que habían perdido el blanco por capas gruesas de polvo. Habían quedado maravilladas las mujeres al encontrar que no estaban polvorientos, y tampoco estaban tan desgastados como uno esperaba. No es como que a su madre y a su hermana les gustara la decoración, pero era algo menos que limpiar, y algo menos de que preocuparse por el momento. May miraba con los ojos muy abiertos cada detalle de los interiores, imaginando estar dentro de una historia de los tiempos de su abuela, le parecían de lo más pintorescos. Algo acogedor con una temperatura baja debido al clima. Algo desagradable y fría según su hermana.
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Editado: 05.09.2023