Solo Devi se quedó acompañando a May con una mirada taciturna y un rostro trémulo, proyectándose de forma casi astral hacia la línea divisoria por donde se había ocultado la gran estrella, bañándose poco a poco de luz de luna. May se quedó a su lado, en el borde del acantilado por el lado norte de la propiedad, con los pies colgando en el vacío y el cabello esparcido entre las flores silvestres y la hierba, observando las luces que iluminaban la noche. Esperaban una visita nocturna que llegaría a tiempo para la cena.
Sara llegó levitando sobre el muro, caminaba como si bajara unas escaleras invisibles; May estaba sorprendida, podría haber actuado como una chiquilla emocionada si no se hubiese contenido por vergüenza, Deva no reacciono en lo absoluto, como si fuese lo más normal del mundo. Claro. Para ellas que toda su vida vivieron entre magia y cosas extrañas debía ser cualquier cosa, pero no para ella. Sara traía consigo un bolso y entre sus botas una varita. Sara en realidad vivía a las afueras de un pueblo cercano, pero en temporada escolar vivían en una casa cerca de los límites del oeste, así podía tener visitas humanas y un domicilio para seguir llevando una vida común sin sospechas.
En la cocina las tres mujeres con delantal servían la cena, pronto llegaría el padre y Ritter estaba hambriento después del gran día. May les hizo señas a las chicas para que esperaran. Se dirigió en silencio y con calma donde la cocina probando del estofado. Pasó por delante de Dina una vez más ignorándola, evitando cruzar la mirada con su madre se dirigió a su abuela con la misma suave voz de siempre.
-Mis amigas se quedarán a dormir, haremos una pijamada.
-Eso suena bien. ¿No Ilda?
-No, no recuerdo haber dado permiso…
Ilda calló de pronto, al ver el rostro en blanco de May. No sonreía, no fruncía el ceño, solo un rostro relajado y flemático. La maldijo internamente, odiaba esa maldita cara, sabía que en el fondo se burlaba de ella.
-Nosotros se la dimos –intervino Brigette- le hace falta estar con sus amigos. Además, a mí me parecen muy buenos muchachos.
-¿Pero qué cenaran? –dijo Dina- Solo cocinamos para la familia.
-Pediremos pizza, no te preocupes por nosotras.
-No es preocupa...
-¡Suficiente, Ilda! -la detuvo la abuela- Es hora de cenar, regresen al comedor.
Briggette tomó dos platos saliendo de la cocina; Ilda tomó la jarra en las manos acercandose amenazante, hinchó su pechó irguiendose con superioridad.
-No creas que puedes salirte con la tuya, mocosa
-No entiendo a que te refieres -respondió indiferente- ¿No me he portado bien estos ultimos días?
-No quieras burlarte de mi pequeño monstruo -siseo- recuerda lo que te advertí.
-Deberías estar feliz, no estamos en problemas -respondió- una pijamada no afecta a nadie, puedes estar tranquila, madre.
-¡No vuelvas a llamarme madre! -rabió- escupes en mi cara cada que dices esa palabra.
-Eres mi madre. Aunque a nadie le guste.
-No necesito que me lo recuerdes.
Dina se quedó en la cocina al último, mientras May buscaba galletas y jugo bajo el escrutinio de su hermana. Dina conocía a la perfección a la psicópata de su hermana, sabía bastante bien que aquella cara inocente y ese intento de sonrisa santurrona era pura fachada. Debajo había una chica aterradora, una verdadera mala semilla ¿Cómo es que nadie se daba cuenta de la excesiva apatía de su hermana? Ni siquiera era una actriz tan buena, su patética actuación no le alcanzaba para sonreír o reír como la gente normal. “Por todos los cielos…” Pensó con rabia. “Ni siquiera puede llorar como cualquier persona”. Al tomar los vasos, Dina se interpuso en su camino produciendo apenas un imperceptible fruncir de cejas.
-Crees que engañas a todos con tu papel de mosca muerta pero a mí no. Eres mala y aterradora, un monstruo.
May dio pasos tranquilos a Dina hasta quedar a un par de centímetros, la menor retrocedió invadida de pronto por el temor, quedando paralizada momentáneamente. Mayrin tocó levemente su hombro con el suyo estando lo suficientemente cerca de su oído.
-Es cierto. Somos malas. –Dijo con impasible dulzura- Pero al menos una no causa daño por gusto.
Al alejarse Dina se sostuvo de la barra para evitar caer. Esa actitud podía cortarla como mil cuchillas. Se estremeció dejando escapar un sollozo antes de reincorporarse e ir al comedor. Recordando con repulsión a la verdadera May. La niña a la que todos temían, la que susurraba a solas en su casa, la que caminaba por los patios inmersa en su propio mundo, aquella misma que tenía una mirada psicópata hacia sus compañeros y que tenía arrebatos extraños y decía cosas perturbadoras y aterradoras sobre muerte y guerra a los otros compañeros.
დ ❧❦☙ დ
May regresó haciendo equilibrio con las cosas que por suerte fueron atrapadas por las chicas, bastante logro fue cargar con todo sin tropezar. Ya que May sabía un poco de sus secretos, Sara comenzó a usar palabras y términos distintos, reemplazando palabras como “normal” por “humano” y frases que para ella no tenían mucho sentido o simplemente no entendía. Si bien, en ningún momento pidió permiso para una pijamada, sus abuelos la cubrieron, pidieron pizza para cenar, soda de uva y teorías conspirativas acompañadas de pay de moras, helado y galletas frías. Subieron a la terraza para tener privacidad y luz de luna. Tal vez era la primera pijamada pero estaba segura que no sería como ninguna.
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Editado: 05.09.2023