Trabajó prácticamente sin descanso durante los últimos cuatro días; su madre había logrado regularizar su nuevo trabajo y con Dina en la escuela casi todo el día el papel de cuidadora de la casa había sido delegado a ella. No tuvo problemas para modificar sus horas de sueño, en realidad ya lo había hecho poco después de llegar; se levantaba a las seis treinta y se acostaba a las once totalmente agotada; por lo que sacrificó otra hora más de sueño y activó su modo criada a la máxima potencia para limpiar lo descuidado y arreglar los destrozos que habían causado sus inquilinos forzados. Si lo miraba por el lado amable, al quedar solo ella y su abuela a cargo de la maison, era libre de hacer los arreglos y escoger las comidas que quisiera. Con mucho trabajo en poco tiempo logró que las áreas comunes tuvieran una nueva vida, llenando todo con aromas y colores que le fueron negados todo el verano y le gustaba fantasear con quedarse y arreglar el resto del lugar, entonces podrían afirmar que vivían en un palacio de ensueño.
Temprano cocinó los desayunos para Dina y sus padres, con una sonrisa y siempre dispuesta a dar lo mejor de sí para después salir a recoger algunas flores antes y llenar las habitaciones comunes con sus bellas delicadezas, le gustaba salir a caminar en la niebla matutina, cuando la brisa salada entraba por sus poros y todo lucía solitario; luego de entrar abría ventanas dejando entrar el frescor por todas partes y aseaba con la misma prisa con la que se deslizaba de pasillo en pasillo buscando y calmando a las sombras, porque siempre había más que hacer; por ello estaba muy agradecida, su chico le hacía todo más ligero, terminaba en la mitad del tiempo y podía llenar ese hueco con más quehaceres. En las tardes para las seis treinta se dedicaba con su abuela al cuidar del huerto al que seguían aferrándose con uñas y dientes y se daba un baño para preparar la cena justo a tiempo.
Luego de las meriendas paseó con la abuela manteniendola al tanto de lo que sucedía; sentía que ya no debía seguirle ocultando cosas, aun así se guardó palabras y cuido de otras y si bien no quería pecar por mentirosa lo haría de cualquier manera por omisión, solo para no preocupar más a ninguno de sus abuelos. Por las noches, tras lavar los platos hacía sus rondas como siempre, en esa semana había avanzado más que en dos meses, al menos así lo sentía. Aprendió por sí misma a llamar a las almas y hacer que la siguieran, a calmarlas cuando se encontraban en crisis -eso por casualidad en uno de los ataques de su ángel- he incluso a sanarlos, volviéndolos algo más que una sombra borrosa, algo más parecido a una persona, descubriendo que, tras compartir con ella sus memorias, estos desprendían una perla, todos, salvo aquellos que le eran más tangibles, como Ninel o Disán.
Desde el fin de semana su relación con su padre había mejorado por puro milagro, compartió con él algunas de las cosas que había hecho ese verano, antes de conocer a Sara y a Devi, parecía más amable, incluso salió una tarde, al llegar temprano a casa, a pasear por el terreno junto a Brigitte y May, hablando por primera vez de sus días de niño en Teurel; se volvió mas tolerante y su humor parecía haberse templado un poco, aunque quizás ello se le debía a que el abuelo se había enfermado. Étienne se lo había mencionado a May días atrás, el bisabuelo Ritter se había enfermado y había sentido mejor, pero el lunes por la tarde fue llevado a emergencias porque no podía respirar dado a que su simple tos se agravó tras la llovizna ligera de ese día.
La familia pasó esa tarde en la sala de espera hasta que su padre llegó por ellas; fue entonces que el doctor les dió la terrible noticia: el abuelo era viejo. No solo eso, era un nonagenario, por lo que su salud era más delicada que el anciano promedio, lo que significó un golpe al orgullo del bisabuelo que se negaba a presentar cualquier signo de debilidad. Lo dejaron en observación, esperando por su turno de ser nebulizado y le agendaron unos análisis a primera hora para cerciorarse de que no hubiesen sorpresas o preocupaciones. May consideró seriamente el cancelar todo y dejarlo todo para dedicarse por completo a su bisabuelo, pero este, sabiendo ya de los planes para el fin de semana, prácticamente le obligó a prometer que no cancelaría a sus amigos por él. En principio se rehusó, fue una batalla entre ambos por ver quien se rendía de persuadir al otro, pero la traición de su abuela al apoyar a su padre fue la estocada que hizo ceder a May. Aún así, modificó algunos planes, cancelando el subir a los juegos mecánicos o la visita al parque acuático del miércoles y jueves; en respuesta, lo chicos también hicieron otras modificaciones, dejando el final de la banda y el campamento para el viernes y la salida al cáspita para el sábado por la noche.
-Es bastante curioso que sea un mal augurio -comentó con cierta incredulidad- Siempre di por hecho que se trataba de amor más bien ¿Conoces el mito de Selene?
-Pues a mí no me sorprende en lo absoluto- refutó Lady Dalia- Es algo de gitanos supongo, yo conocí un par de ellos, leían cartas y la suerte, aprendí a leer estrellas con uno de ellos... y a tocarlas...
-Pues yo creo que son tonterías -opinó Ninel- ¿Cómo podría dar mala suerte la luna? Es solo una gran roca girando alrededor nuestro.
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Editado: 05.09.2023