Make You Feel My Love - Hacerte Sentir Mi Amor

20

AHMED ÜLKER

—Yo…, lo siento mucho… —empezó.

—¿Qué pasó doctora? —atiné a decir con un hilo de voz.

—Siento mucho que no haya recibido noticias sobre su esposa a tiempo —regresó su mirada tras ella, donde estaba una enfermera—. Su esposa se encuentra estable desde hace unas horas. Tenían que pasar a verla desde ese tiempo, pero al parecer la enfermera se olvidó de avisarles, por lo que no podrán verla hasta mañana.

Sentí que un gran peso se quitaba de mis hombros al saber que ella estaba bien. Pero al recordar que no mencionó a mis hijos, volvió mi preocupación.

—¿Y los bebés? ¿Qué pasó con ellos? —estaba preparado para la peor noticia, pero sabía que iba a doler igual.

—Ellos están perfectos, no hubo necesidad de escoger entre sus vidas porque logramos estabilizar a la madre a tiempo —mi alma regresó a mi cuerpo—. Son muy fuertes, sobre todo la niña que al ser más pequeña tenía más riesgos de no sobrevivir.

«¡Es una niña!» Quería saltar de la felicidad, pero no podía perder la cordura, no ahora.

Tras despedirse la doctora, todos vinieron a abrazarme y a felicitarme. Estábamos felices, sin embargo, yo aún no podía estar completamente tranquilo. Tenía que verla con mis propios ojos para poder estar seguro que ella y mis hijos estuvieran bien.

Mi abuelo, como era de esperarse, llamó al director del hospital para que nos dejaran pasar a verla. Y en menos de diez minutos, el mismo director llegó con nosotros para autorizarnos pasar. Incluso logramos que colocaran otra cama en el cuarto de mi Sultana para quedarme con ella toda la noche.

—Ya está todo listo, pueden pasar a verla —dijo el director—. Sin embargo, deben hacerlo de dos en dos para que los otros familiares de pacientes no nos exijan lo mismo. Eso es todo, me tengo que ir —se dirigió a mí—. Espero que su esposa se recupere muy pronto. De mi parte pondré a los mejores especialistas a su servicio.

—Gracias por todo.

Después de hablar con todos, decidimos que yo entraría al final para quedarme toda la noche en la habitación. Primero entraron su padre y su hermano, los cuales estaban desesperados por verla, al igual que todos.

Mientras esperábamos que salieran, las personas que menos deseaba ver aparecieron frente a nosotros.

—¿Qué hacen aquí? ¡Larguense! —dijo el abuelo mientras se acercaba amenazante a ellos.

—Nosotros solo venimos a pedirles una cosa —respondió desesperado el padre de Mariam—. Una última cosa Ahmed, por favor…

—No, a mi no me vengan a pedir nada porque no pienso mover un dedo para ayudar a su hija.

Sabía que para lo único que habían venido era para evitar que su hija fuera encarcelada. No podía creer que siguieran pensando que no haría nada contra ella, cuando casi pierdo lo más valioso de mi vida por su culpa.

—¡Nos lo debes Ahmed! —gritó la madre llamando la atención de todos a nuestro alrededor.

—Yo no le debo nada a nadie señora, así que váyanse ahora mismo de aquí, si no quieren que…

—¡No! No me iré de aquí hasta que quites la acusación contra mi hija.

—Él no quitará nada señora, así que lárguense si no quieren que todo el mundo se entere de lo que hizo su hija y sus empresas se vengan abajo. —mi padre sabía jugar sus cartas y estaba seguro que en este momento todos los inversionistas que trabajan con la familia de Mariam, estarían rompiendo sus contratos para ganar uno con nuestra empresa.

—Está bien, nos iremos. —el padre de Mariam sabía lo que le convenía.

Antes de irse, la madre se acercó a mí. Su mirada llena de odio poco o nada me importaba ahora.

—Todo esto es tu culpa, tu enamoraste a mi hija y alimentaste ese amor con tus acciones durante todos estos años —no refuté porque sabía que lo que decía era verdad. Jamás debí tratarla como lo hice, así no se tratan los amigos y ahora lo sé—. Si tu esposa o mi hija mueren, será completamente tu culpa.

Su esposo por fin la tomó del brazo y la sacó del lugar.

Los recuerdos de Mariam y la forma de comportarse conmigo llegaron a mi mente y cada vez me sentía más estúpido. ¿Cómo no me di cuenta que la trataba como una novia y no como una amiga?. Sabía que no era mi culpa totalmente, pues la pude haber confundido todos estos años con mis acciones, pero jamás le pedí que seamos algo más que amigos, siempre le dejé en claro que para mi siempre fue la hermana que quise tener.

—Deja de echarte la culpa —Anastasia se sentó a mi lado—. Lo que hizo Mariam no tiene ninguna justificación válida. Ella casi mata a tu esposa e hijos solo por un capricho que se volvió en un problema mental, así que deja de mortificarte porque tu no tienes la culpa.

Por primera vez agradecí tenerla a mi lado. Desde siempre había sido buena con las palabras de consuelo.

—Gracias mamá, no sabes lo mucho que necesitaba escuchar esas palabras.

Cuando terminé la oración me di cuenta de lo que hice. La había llamado “mamá”. Me salió tan natural que parecía que llevaba haciéndolo desde siempre. Y la verdad es que me gustó hacerlo.

—Tu-tu… ¿me acabas de…?

—Si, te acabo de llamar mamá, eso es lo que eres ¿no? —alcé los hombros restandole importancia.

«Esa palabra me gusta cada vez más»

—Anastasia, vamos, es nuestro turno —mi padre se acercó y la ayudó a levantar.

Mi madre no dejaba de verme con lágrimas en sus ojos y estoy seguro que de no ser por la aparición de mi padre, me hubiera abrazado.

«Mi padre dañando siempre los mejores momentos»

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—Entonces mañana en la mañana estaremos aquí, pero por favor Ahmed, si pasa algo, cualquier cosa, nos debes llamar —dijo por quinta vez mi abuelo—. Yo estaré al pendiente toda la noche y…

—Si abuelo si, ya pueden irse, yo les llamaré de inmediato si pasa algo.

—Ya vamos papá —intercedió mi padre—, dejémoslo entrar rápido que de seguro quiere estar con su esposa e hijos y tú no lo dejas.




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