– Nunca olvidaré los dolores que sentí...– aquel jovencito hablaba un inglés casi perfecto, aún así algunas partes de su relato se volvían confusos o inaudibles ... porque su voz le temblaba demasiado– Mi corazón se paró por unos minutos. Por unos minutos estuve clínicamente muerto. Y al despertar no podía dejar de llorar ...
Mew se imaginó aquellas lágrimas de alegría por encontrarse vivo ...
Pero el jovencito lo miró fijamente y como si hubiese leído sus pensamientos negó con la cabeza y dijo :
- Lloré porque me desperté, ... lloré porque no había muerto ...
La mano fuerte de Gulf se aferró a la de Mew y se acercó a él. Sentirlo conmovido le hacía vibrar de emoción todo el cuerpo.
El viejo edificio en ruinas, parcialmente oscuro, uno de los últimos de la calle sur del campamento de refugiados de Aida, en aquella sufrida Gaza, estaba prácticamente en silencio.
Desde los ventanales desnudos, se podían ver otros ventanales con luces parpadeantes de fogatas improvisadas; fogatas idénticas, pensó Mew, a la que aquel grupo de jovencitos había encendido en el centro de aquel extenso salón, que antes había sido el lugar de reunión de una familia numerosa y que ahora no era más que una habitación en ruinas, fría, con inconfundibles manchas de hollín en las paredes, rastros de un incendio y con una alfombra semi destruida con los bordes quemados extendida en el suelo, en un rincón húmedo. Mew miró a Gulf un momento y volvió a mirar la alfombra.
– Es lo único que quedó de mi casa en Khan Yunis. Pertenecía a mi abuelo. Me queda esa alfombra y esta llave– Gulf le mostró a Mew una llave dorada que colgaba de su cuello– Todas las noches miro esta llave y duermo sobre esa alfombra.
Mew utilizó una vez más su inhalador. El pequeño recipiente estaba casi vacío.Le costaba respirar, le dolía el pecho; ya habían pasado muchas horas desde que estaba allí, Oyendo a aquellos jovencitos, todos menos uno menores que él, hablándole, contándole, mostrándole sus heridas de guerra, como si buscaran convencerlo de algo...
Mew había decidido quedarse a pesar de las advertencias. No era un lugar seguro para él. En cualquier momento, un avión de guerra israelí podría sobrevolar y dejar caer sus bombas. Mew no hizo caso de la advertencia. Solo se limitaba a escuchar sin decir nada. Porque sabía que nada de lo que le dijeran lo convencería. Porque ya estaba convencido, aunque ellos no lo supieran, cuando se reunió con Gulf en la costa del Mediterráneo aquella mañana.
Mew sentía que la cabeza le iba a estallar de dolor por todo lo que había visto y leído en la computadora personal de su padre a hurtadillas.
Aquellos jovencitos solo le estaban confirmando lo que Mew, con terror, con tristeza, con vergüenza, había descubierto : le habían mentido toda la vida ... y si no hacía algo pronto, él mismo se convertiría en cómplice de aquel genocidio sistemático que ocurría desde hacía mucho contra aquel pueblo palestino indefenso. En unos pocos meses, Mew se vio a sí mismo vestido con ropa militar y arrestando y torturando aquellos mismos niños cuyos únicos crímenes eran ser palestinos, jugar a la pelota en el guetto donde los habían obligado a vivir, y arrojar piedras...
- Sé ahora que me escribiste a mi antiguo barrio. Y yo te escribía a tu antiguo domicilio, sin saber que te habías mudado...Pero al mes de irte a Estados Unidos, un misil israelí cayó justo en el edificio donde mi familia y yo vivíamos. Entonces, dejé de recibir tus cartas...Esa mañana antes de irme, todos estaban reunidos allí y yo ... nunca me lo voy a perdonar ... esa última vez, que vi a mis padres con vida ...– la voz de Gulf temblaba de manera incontrolable– nos dieron la noticia de que íbamos a tener un nuevo hermano. Ya éramos siete ... y yo ... comencé a llorar indignado. ¡No traigan más niños a este infierno!, les grité,¡ No sean egoístas! Me fui corriendo y no paré de correr hasta llegar a la esquina. Y entonces, escuché la bomba caer ... de una familia de 30 ... solo quedé yo. Y lo último que recuerdo de mis padres fue la mirada seria de mi papá y las lágrimas de tristeza de mi mamá.
Mew lo abrazó con fuerza, mientras derramaba tantas o más lágrimas que el propio Gulf. También se había enterado de eso, lo había leído en un informe. Sin dejar de abrazarlo, Mew levantó la vista y se encontró con los ojos penetrantes y serios del mayor del grupo, al que lo habían presentado como " tío" ...
" Tío" había sido el primero en contar sus experiencias a Mew. Sus palabras de le habían clavado en el corazón, quizás para siempre :
" Desde que estuve en la cárcel siento como si estuviera muerto ...
...En unos meses entraré a la milicia y así quizás volvamos a vernos", había dicho tío como al pasar.
Mew se estremeció. Sabía lo que significaba para un joven palestino convertirse en miliciano de Hamás. Pero acaso, ¿ se le podía reprochar?
"Tengo 18 años y estuve en la cárcel dos años y medio por arrojar piedras. Pero no me arrepiento. Si yo no arrojo piedras, entonces ¿quién lo hará?... Entraré a la milicia para vengar a mis primos ...
"Tío" y Gulf no eran parientes, pero por lo que Mew había escuchado del propio Gulf, había sido "Tío" quien se había hecho cargo de él, años atrás, después de que aquel misil lo dejara completamente sólo en el mundo...
"Tío" tenía la mitad del rostro y las manos cubiertos de manchas blancas, difusas. Mew no necesitó escuchar más su historia. También lo había leído en uno de los informes clasificados : fósforo blanco ... un arma letal que incinera y quema todo al primer contacto; capaz de erosionar el metal, el concreto ... y la piel humana ... Solo unos pocos" afortunados" sobreviven ... un arma prohibida en cualquier guerra; un arma que Israel produce a gran escala con el mayor de los orgullos ... un arma diseñada para buscar destrucción masiva y que esa destrucción sea con sufrimiento.
En aquel Crepúsculo, mientras Mew se alejaba del edificio en dirección al muro, mientras veía al grupo de niños con "tío" y Gulf a la cabeza, haciendo una fila interminable ante el camión cisterna de agua humanitaria de la ONU, en medio de la aterradora noche sin ninguna luz eléctrica a la vista, sintió que acababa de dejar la inocencia de la adolescencia atrás para siempre.