Maldición de millionario

Capítulo 10

-Estas son las mañanitas que cantaba el rey David. Hoy por ser el día de tu santo te los cantamos aquí. - Entrando en la habitación los tres, canta Justa, llevando el pastel. 

-Despierta mi bien despierta. Mira que ya amaneció, los pajaritos cantan, la luna ya se metió. - Canta Refina, tirándose le encima. 

-Feliz cumpleaños, hijo. - Alegre, aplaude Darío. 

Leonel está mirando a los tres, todavía llevado por el sueño. - Ustedes. - Los reprende con voz ronca, mezclada con enojo y sonrisa. 

Despertado del todo, cuando bajo los encontró, esperándolo en la sala, con regalos. Por lo que, sentado enfrente de ellos, los abre: del padre recibió estuche con bolígrafos con palabras de que ya no haga errores, de madre una corbata y de su amiga su colonia. Todos los regalos ha recibido con una sonrisa y encantado acepta lo siguiente.

-Vamos a comer. - Dice Justa. 

 

 

-Feliz cumpleaños a ti. - Viene cantando de una voz disonante. 

-Ay. - A Refina se le escapa el horror, mientras por el suyo Leonel se queda congelado. - No me digas, Sarina Dosetti. - Compartiendo la misma mirada, justo antes de que entro, con su nombre anunciado.

-Felicidades, mi vida. - Viniendo hacia él, le estampa un sonoro y largo beso en la mejilla, dejándolo rojo por su carmesí labial. 

-Sarina... - Fingiendo alegría y gusto, dice Leonel. 

-Sí, soy yo. Cuando tiempo, ¿No? Ah, hola, veo que unas cosas no cambian. - Dice, saludando con desagrado, al verla a Refina.

-Hola, a ti también, Sarina. - Con sonrisa le devuelve el saludo. 

-¿Cómo está, el birthday boy? - Pregunta, al sentar en su regazo sin el permiso y apretando sus mejillas como si fuera una tía. 

En cambio, Sarina es de su edad. Su característica más fuerte es su voz chillona y los labios pintados de rojo, siempre rojo. Cada temporada cabía su color de pelo, desde que él la conoce las cambio doce, ahora es pelirroja y no le queda muy bien con su labial y ojos grises. Y pesa sobre su regazo, a pesar de su figura. 

Por lo que disimulando una mueca, Leonel responde. - Muy bien. - Con dificultades respiratorias, por sentir que sus piernas están perdiendo sangre... 

-¿Qué fue de ti, Sarina, que ya un tiempo ni voz de ti? 

-Ay, querida, qué gusto es saber que los falte. - Dice, volviéndose a mirar a Refina, para después dedicar su respuesta a él -. Me fui a un crucero y desde ahí me quedé viajando. 

-Me da gusto por ti. 

-Y a mí que te pude llegar como el regalo. - Mientras él está obligado a disimular su reacción, por educación, no le pasa la de Refina que rueda los ojos, no exactamente la reacción que tendría él, sin embargo... - Que bueno que te lograste deshacer de esa tramposa de Ángela, nunca me gustó. 

A punto de explotar por el comentario, en buscada de paz y ayuda, Leonel vuelve a mirar a Refina que con la mano le deja claro que no la escuché y que corta la plática. - Sarina, de verdad gracias. - Intentando levantarse -, ahora sí no te importa, nosotros necesitamos irnos. Tenemos unos planes. 

-¡Aa! Puedo ir con ustedes, no es problema. 

-Sarina... - Comienza Leonel de explicarle, siendo cortado por Refina, que si lo saco, dándose cuenta de que él nada más se hubiera hundido más. 

-Con gusto, no obstante, no creo que te interesa estar presente en nuestras reuniones de negocios. 

-¿Reuniones de negocios? ¿En cumpleaños? - Pregunta, volteándose hacia él, con el ceño fruncido. 

Él se encoge de hombros, mientras Refina vuelve a responderle. - Si, que puedes. Mercado nunca duerme y que mejor regalo para cumpleaños que cerrar un acuerdo ventajoso. 

-Y yo pensé que esto pudiera ser tu regalo. - Le dice, mientras con la mano deja claro que se refiere a su cuerpo, pícara y tocándole la corbata. - Y hay más. - Agrega, viendo que él sigue el camino de su mano. 

-Si, con mucho gusto, pero deberá ser en otro momento. - Agarrándolo de la mano, le dice Refina, agregando, mineras hace los pasos. - Vámonos, Leonel.

Dejándose arrastras muy rápido por Refina, a Leonel no le queda ni el tiempo de despedir a Sarina, de lo que ni se lamenta. 

 

 

 

 

A la salida del restaurante se dirige una muchacha de pelo rubio, lacio. Ojos castaños y su figura cubierta por un look profesional, con tacones. En las manos sostiene una carpeta. Frente las sillas, su camino es obstruido por otra persona. Al ver que ambos toman la misma dirección cada vez, comienzan a reír, viendo que él se detiene, lo hace y ella.

-Leonel. - Se presenta, mirándola y extendiéndole la mano. 

-Leonarda. - Aceptando la mano. 

-¿Te puedo ofrecer algo por inconveniente? - Haciendo referencia a la mesa. 

-No es necesario, gracias. - Leonel asiente con la cabeza y comienzan a caminar en lados opuestos que enseñan con el dedo. Al voltear sé antes de irse del local, Leonarda cambia de opinión, diciendo. - ¿Propuesta sigue en pie? 

-Claro. 

Cuando se sientan, Leonarda se da cuenta de que una mujer los está mirando y que Leonel le devuelve las miradas y la sonrisa, por lo que pregunta - ¿No estoy molestando? - Apuntando hacia la mujer con el dedo para dejarle claro a lo que se refiere. 

-No. De ninguna manera, es mi mejor amiga, deberíamos hablar del trabajo mientras comíamos, pero supongo que comprendes que eres mucho mejor compañía que el trabajo. 

-¿Y a ella no le molestará? 

-Por la sonrisa que nos dedica no lo diría.



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En el texto hay: amor, muerte, amisad

Editado: 31.01.2023

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