El silencio en el auto es acogedor, pero no ideal para una mañana tan hermosa, Caeli va con la vista al frente y yo voy mordiéndome la lengua con las ganas de preguntarle escalándome por la garganta.
—¿Te gusta vivir en Berlín, Bastian? —La volteo a ver por un segundo, aunque sus ojos siguen al frente.
—Toda mi vida he vivido aquí, creo que me gusta por costumbre, ¿Y tú?
—Desde que nací hasta mi adolescencia viví aquí, pero después fui a Estados Unidos y viaje por otros países. Me gusta Berlín, me gusta Alemania en concreto, pero ahora que volví hace meses, lo vi muy diferente a como lo recordaba.
—¿Y eso es bueno? Oh malo.
—Es curioso, piensas conocer un lugar, pero después es totalmente diferente, los cambios son positivos, me gusta.
—Me alegro. —lo pienso y me decido— ¿Irás con tus amigos a la noche?
Ella suspira en su asiento y se encoge dentro de él, acomoda su cinturón y por fin me mira, aunque solo lo siento por el rabillo del ojo.
—Creo que lo dejaré para mañana, no sería correcto dado lo de ayer. ¿Tienes trabajo hoy? Bueno siempre tienes, me refiero a si estarás en casa o en tu oficina —se apresura a decir ella.
A veces sus ideas salían de su boca de forma desordenada y ella intentaba ponerlas en orden con tanta velocidad que sus manos se movían con tanta prisa. Y por último siempre se disculpaba por no expresarse bien, aunque yo le entendería aún si no hablara con palabras.
—Si, tengo algunas juntas con socios y papeles que firmar.
—Entonces estarás en tu oficina.
—Si.
—Es una lástima, te iba a pedir que pasáramos el día en casa, te lo debía después de todo. —ahora mismo podía escuchar mi corazón latirme por los oídos.
—¿Todo eso solo porque me lo debías? —Se la respuesta que quiero escuchar, pero también sé que no la tendré.
—Bueno, pasar tiempo contigo no está mal. Tu compañía es agradable.
Asiento y sigo conduciendo, ella vuelve con la vista al frente y ahora el silencio parece hacerme doler el cuerpo. Nos paramos en un semáforo en rojo, algunos niños que van a la escuela cruzan la calle con ayuda del guardia de cruce. Cuando el semáforo se pone en verde volvemos a movernos.
—Mis juntas son a diferentes horas y la mayoría del tiempo solo debo de revisar papeles. Podrías acompañarme a la empresa, claro. Si crees que será aburrido puedo dejarte en casa.
—¡No, si quiero! Será divertido ver tu trabajo, prometo no distraerte ni molestarte.
Ella me mira emocionada y eso me hace sentir igual o más emocionado a mí, de que ella tenga interés en algo mío, así sea lo más aburrido. Cambio de camino para ir a la empresa, cuando estamos cerca su cara se ilumina al ver el enorme edificio de casi veinte pisos y enormes ventanales.
Entro al estacionamiento y estacionó el auto en mi apartado. Caeli toma su bolso en mano y yo mi maletín, salimos del auto, ella parecía una niña pequeña en una excursión de la escuela. El aire frío nos pega a los dos.
—Oh Dios, como es que hace tanto frío en otoño, en el auto la temperatura estaba mejor —se queja ella y la entiendo, aunque no siento tanto frío sí que es percibido.
Mete sus manos entre los bolsillos de su abrigo y se encoge de hombros. Le hubiera dado el saco de mi traje, la tela no era tan cálida, hubiera dado lo mismo.
—Adentro hay calefacción, vamos rápido.
Le rodeó los hombros con el brazo, subimos por el ascensor hasta el piso de mi oficina. Cuando las puertas del elevador se abren puedo ver a mis empleados quedarse en silencio. Me acerco a Bianca, mi secretaria.
—Buenos días señor Rusher. Puedo preguntar quién es su visita.
—Ella es mi esposa, Caeli. —ella saluda de forma tímida a los que logran escuchar y voltean a verla, Bianca abre los ojos como si no concibiera la noticia.
—Señora Rusher es un placer por fin conocerla, es tan hermosa como en la foto. —ahora la sorprendida es Caeli
—¿Foto? —ella me voltea a ver, pero la vergüenza no me deja verla a los ojos.
—La foto de su boda en la oficina del jefe, es muy bella en persona.
—Muchas gracias.
—Bianca estaremos en mi oficina, que nadie nos moleste por favor, avísame cuando sean mis juntas de la tarde.
—Claro señor, que tengan un buen día.
Tomo a Caeli de la cintura y la guío a mi oficina, cuando entramos le indico que puede sentarse en un sillón largo que tengo, así se sentiría más cómoda que estar en una simple silla.
Pero antes de sentarse se quita su abrigo y lo deja en el perchero al lado de la puerta, la calefacción aquí es la indicada y sus mejillas que antes se miraban rosadas vuelven a tener un color natural.
—Tu oficina es muy grande y bonita.
—Gracias.
Ella camina a mi escritorio y me apresuró a llegar antes, pero ella toma la dichosa foto enmarcada del escritorio en sus manos.
—Con que está es la foto. Salimos muy bien en ella, aunque no comprendo porque no sonríes abiertamente en las fotos Bastian.
Se la quito de las manos y la miro detalladamente, no sonreí no porque estuviera molesto, estaba realmente feliz. Me había casado, con ella. Solo no sabía cómo sacarlo a la luz. En cambio, ella tenía una enorme sonrisa. Me aclaro la garganta y la coloco de nuevo en su lugar.
—Trabajare en unos papeles, si necesitas algo dímelo y se lo pediré a Bianca.
—Está bien.
El resto del día fue aburrido pero agradable, ella estaba en su teléfono recostada en el sillón, la miraba reírse por el rabillo del ojo. Se había descargado una aplicación para leer libros en línea, eso la mantenía bastante entretenida.
Me parecía que hoy más que nunca todos los empleados querían entrar a mi oficina, algunos venían por asuntos importantes y otros solo estupideces sacadas de la nada. No era tonto, sabía que venían solo para conocer a Caeli.
A ella misma le hostigaba un poco toda esa atención desmedida, no me lo decía, pero el cómo actuaba me lo decía solo. Deje de recibir visitas y cuando fueron mis juntas por la tarde, ordene que nadie entrara a mi oficina. Solo ella tenía permitido estar ahí.
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Editado: 16.10.2024