Malvada Belleza

Capítulo 4. Maestro de los raros.

BRANT

Ha transcurrido una semana de la llegada de la rubia y sus hermanos a la casa de nuestra antigua jefa. Ella no ha salido ni una sola vez desde aquella mañana cuando se cayó al nacimiento del roble. 

Unos hombres vinieron hace unos días a realizar arreglos, sacaron muchas pertenencias de la señora Circalia y se las llevaron en un camión, aunque quisiera haberles dicho algo, el abuelo nos prohibió por completo hacer o decir algo; según su opinión, no tenemos que inmiscuirnos y en especial yo no tengo que hacer escenas de niño malcriado.

Respecto a la chica, quisiera verla otra vez en un plano que no sea a través de la ventana y yo trepado en un árbol analizando que cosas hace. Tiene unas costumbres raras la verdad, se pone una cosa que cubre sus ojos para dormir en las noches, come poco, a veces está sentada sola mirando hacia algún solo punto y de la nada su corazón se acelera.

Nunca antes una chica me había parecido tan interesante e irritante como ella, cosa la cual me altera, porque si ella es normal no podré hacer nada más que verla desde lejos.

—Deja de mirar hacia la casa. —Matthew me desconcentra.

—Es cierto, da miedo, tus ojos cambian y ni te enteras —se mofa Noah.

—Cállense. —Bebo el último sorbo del refresco para dar por terminado mi almuerzo.

—Espero que no se dé cuenta —masculla Jake.

—¿Por qué no sale de casa? —me interesa saberlo.

—Su hermano me ha dicho que ha estado indispuesta —responde, volteo a verle.

—¿Por qué no me lo habías dicho antes? —lo reprendo con molestia.

La madera de la casa de por sí me dificulta inmiscuir mis oídos dentro, solo puedo oírle y verle a través de los cristales, aunque, la casa no tiene muchos, motivo para impacientarme más.

—Necesito comprobar si es mi chica.

—Si es tu complemento las cosas se darán solas —dictamina el abuelo.

—¿Solas? Acaso ves que se estén dando —gruño desasosegadamente.

—Debes ser paciente.

—Además de que hay algo raro con ella —infiere Matthew, estirando sus labios—. Su olor cuando la vimos la primera noche, era difuso, no olía a nada, era como una hoja en blanco sin escritura alguna, pero ahora tiene un aroma, puedo sentirlo y la encontraría fácil si se extravía.

—Yo no estuve esa noche así que no lo sé. —Se encoge de hombros Gabriel, indiferente.

—Tampoco yo —añade Noah, mascando con la boca abierta.

—Su olor la hacía pasar totalmente desapercibida —concreta Jake dándole un bocado a su sándwich—. ¿Creen que fue la señora Circalia quien se lo hizo?

—Puede ser una opción muy viable —concuerda el abuelo—. Pero no sabemos cómo es su madre, si pudiésemos llevarla con Cleofe o preguntarle un poco más sin que sospeche, podríamos hacer mejor nuestro trabajo.

Todas las cosas que dicen me hacen querer entrar a la casa y entablar una conversación con ella, empero, no creo que pueda verla a la cara siquiera, además mi ropa está llena de lodo porque llovió ayer, no sería presentable que me viese así.

¿Desde cuándo me importa cómo me vea una chica? Sacudo mi cabeza y parpadeo cinco veces de seguido.

—Está noche hay reunión en el mismo lugar de siempre, espero que se queden en casa —nos informa el abuelo.

—¿Por qué? —interroga Jake, extrañado.

—Han estado pasando cosas fuera de lo común en el pueblo, tenemos que hablar con el grupo. —Sus palabras no me alientan.

—¿La convocaste tú? —Asiente ante mi interrogante.

—No puedo dejar que las personas entren en pánico, tenemos que hacer lo mejor que podamos. —Y así es el abuelo, trabajando por el bien de los demás.

 —¿Hora? —inquiere Matthew, encogiendo un hombro.

—Media noche, todos llegan por sus propios medios y ustedes saben que no deben asistir —delimita, limpia su boca y guarda el portacomida vacío en su bolsa—. Sigan trabajando, el dinero no llega estando sentando mirando hacia las nubes —se incorpora del prado y se va hacia los campos de siembra.

Regreso mis ojos hacia la casa otra vez, tengo que dejar de hacerlo, no puedo concentrarme en dormir por la duda que llevo en la mente.

—Podría invitarlos a comer al pueblo —da una idea Mathew.

—¿Tienes dinero? —Le veo con desdén tras preguntarlo.

—No. —Sonríe fingidamente.

—Cathia podría dejarnos pagarle otro día en la cafetería —espeta Gabriel, haciendo su intento por ayudar.

—¿Por qué no la llevas a la universidad? Nosotros hemos ido a las clases de estos días, pero ella no asiste aún. —Es cierto, sus hermanos tampoco han ido al instituto.

—Sus hermanos están en el mismo grado que yo. —Volteo a ver a Jake.

—Podremos verlos a todos. —Ya que el instituto del pueblo no tiene mucho dinero, la universidad tiene dos aulas para los alumnos de último curso de instituto. Eso facilitará nuestra labor.



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En el texto hay: banshee, brujas, hombrelobo

Editado: 23.04.2021

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