Malvada Belleza

Capítulo 5. Bosque silencioso.

—¿Quién es la belleza que está tras de ti? —interroga uno de los chicos.

—Largo de aquí.

La situación se torna rara; el chico frente a mí es raro y más el repentino cambio de su comportamiento; es muy notable que su cuerpo se ha tensado casi por completo, es como un perro cuando ve a alguien que no le agrada, emanando hostilidad por cada poro.

—Vamos, Branti, queremos conocer a la belleza. —Mis labios forman una línea recta y mis cejas se juntan unos milímetros.

He tenido suficiente de idiotas y egocéntricos en mi vida, suficiente con Charles.

—A mí no me apetece conocerlos, ¿seguimos con la compra? —Aprecio como mis palabras le brindan calma a Brant.

—Eres una Halton —asevera uno de ellos.

—¿Cómo lo sabes? —Exteriorizo un rostro un poco desconfiado tras mi pregunta.

—Eres la heredera de la señora Halton —musita sorprendido.

—Tyler, cállate —ordena Brant, gruñéndole.

—¿No lo sabe? Pero no es como…

—Hermano, vámonos. —Uno de sus acompañantes lo atrapa de un codo tirando de este. El chico ignora a quien lo sostiene y se libera, camina hacia mí, dejando su rostro a solo centímetros del mío.

—¿Qué serás? —Se pregunta en tono bajo con mucha intriga al tiempo sus ojos me escrutan con una curiosidad que es imposible disfrazar.

—La que te va a golpear si no te alejas. —Le sonrío sin ganas.

—Nos veremos pronto. —Hace un guiño con su ojo para retirarse con los demás.

—¿Estás bien? —Se preocupa mi acompañante.

—Sí, ¿amigos tuyos?

—Para nada, nunca en la vida —inspira con pesadez—. Conocidos de adolescencia.

—Ya.

—¿Seguimos?

—Por supuesto.

Usamos el tiempo para llenar el cochecito de la compra, incluso llevo un limpiador de telarañas, no tengo claro cómo usarlo, solo estoy segura que por su nombre limpia cosas y no solo las telas de arañas, también he cogido unos líquidos para asear los elementos de la cocina, mi poca experiencia en el área doméstica me hace bastante incompetente a la hora de hacer ciertas elecciones.

—Bienvenidos a Nasuak. —El nombre del supermercado es un poco peculiar.

—Hola —me limito a saludar.

El chico al ver a Brant desvía su cabeza dejando su cuello al descubierto, casi parece como si se lo estuviese enseñando, no obstante, es más como si pasa de él, como si lo ignorase, Brant se pone notablemente incómodo, pero es mejor ignorar la situación. Tengo esa extraña sensación de que hay alguna cosa que yo no sé o como que me oculta algo, pero ni sé qué cosa puede ser.

Puede ser que se sienta asustado por perder su empleo, empero, yo no pretendo despedirle, no puedo con las tareas domésticas, mucho menos con alguna de los terrenos de la abuela. Brant me ayuda con la entrega de todos los productos al chico de la caja, no se tarda la gran cosa y se concentra en mirarme de reojo mientras yo veo una revista en el escaparate cercano, escojo dos y se las entrego para pagarlas.

Fijo mis ojos en el muchacho; tendrá unos dieciséis años, cabello marrón y una sonrisa bastante amable, oigo el precio y le extiendo la tarjeta, él la recibe y hace la transacción.

—La clave, por favor. —Acomoda el datáfono, así mismo, digito la clave, vislumbro como el dinero se descuenta.

—Gracias.

Guardo la tarjeta en el momento que me la regresa. En el momento que estoy por  empujar el cochecito, el sujeto de cabello negro lo hace primero, mostrando su caballerosidad nuevamente, eso me hace sonreír, si bien no permito que me vea.

—Espero verla pronto —me dice el cajero.

—Igual. —Sacudo mi mano en el aire al tiempo que salimos del establecimiento.

—¿Necesitas algo más? —me indaga a la par que deja las bolsas en la camioneta.

—No, nada.

—Mejor —murmura, elijo ignorar su comentario.

Si le pongo atención a su manera de actuar pronostico que me dará un ataque de estrés antes de que salga el sol mañana, es mejor dejarlo pasar, tengo que preocuparme por otras cosas.

Darcy. —Oigo una voz, giro la cabeza para ver a Brant empero el sigue con las bolsas.

—¿Dijiste algo?

—¿Qué? No nada. —Me da una mirada singular.

Eso ha sido inusual, por alguna razón desde que me caí en el estanque ese, siento los oídos muy diferentes, es como si fuesen más sensibles, pero a veces como si tuviesen un tapón dentro, nada más me falta que enfermar.

—Listo, a casa.

Subo al auto, saco mi móvil para concentrarme en ver la cobertura. Sospecho que mi operador aquí no funciona muy bien porque no me entra ni una bolita de señal.

—¿Qué tal la has pasado?

Lo miro por el rabillo del ojo.



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En el texto hay: banshee, brujas, hombrelobo

Editado: 23.04.2021

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