Mami, no quiero dormir |sueños oscuros #2|

9° ANA

El color negro se extendía hasta donde alcanzaba la mirada a cubrir, ocultando entre sus brazos la maldad y perversión que la utilizaban como refugio.

El silencio total de la noche entre mezclado con el abrumador abandono de la carretera, era capaz de erizarle la piel incluso al hombre más valiente.

En medio de las tinieblas, una criatura pequeña cuya forma se confundía con la negrura de los alrededores, sostenía entre sus brazos a una niña inocente, mientras se alimentaba de ella como lo hacen los leones. No importaba si se ensuciase.

Un líquido oscuro escurría de la niña inconsciente dando lugar a un charco en el piso debajo de ambos seres, brillando con fuerza gracias a los rayos de la luna.

La criatura arrojó hacia atrás la cabeza, revelando un desfigurado rostro demoniaco, con grandes agujeros donde deberían ir sus ojos que parecían atravesar toda su cabeza, y de ellos brotaba un aceite café de aspecto repugnante y olor pútrido.

En su torcida boca con labio leporino bilateral se dibujaba una sonrisa satisfecha, al tiempo que utilizaba una de sus huesudas y largas manos con garras para limpiarse el líquido que se escurría de ella, y que era prueba del atroz acto que acababa de cometer con la inocente que yacía en el suelo. Desmayada, pero viva… aún.

El ruido de un auto se dejó oír por fuera de la casa, haciendo a un lado al anterior silencio.

La criatura se incorporó dejando al descubierto su cuerpo similar al de los humanos, cuya carne lucía en su totalidad podrida y se encontraba invadida por gusanos.

Alan abrió la puerta con tanta fuerza que ésta se golpeó contra el muro. Él y Valeria entraron con desesperación y con el interruptor principal encendieron todas las luces, así iluminarían hasta el último rincón y tendrían luz suficiente para buscar a su hija en cada rincón del lugar.

Sin embargo, su atención fue capturada hacia el segundo piso, pues la voz de Susy estaba llamándolos desde su habitación, sonando tranquila pero confundida.

El cuarto de Susy era el único rincón de la casa que se mantenía en la penumbra.

Valeria y Alan se aproximaron a las escaleras a toda prisa, dando lugar a fuertes ceños fruncidos en sus rostros.

Sin embargo, se detuvieron a medio camino, pues ante la mirada perpleja de ambos, el cuerpo de Susy logró distinguirse entre la oscuridad, atravesando la madera del suelo para levantarse con dificultad, tal cual lo hace un alma cuando emerge del infierno.

Su piel estaba arrugada, pálida y seca, además de que los brazos le temblaban al resistir su propio peso.

A su vez, otra niña con un aspecto mucho más vivo salió de detrás de la puerta. Su apariencia era idéntica a la de Susy, con la salvedad de que por su rostro se deslizaban lágrimas espesas de color café y olor repugnante, además de tener dibujada en sus labios una sonrisa malévola.

«Ana…», fue lo único que pudo pensar Alan antes de que, en menos de un segundo, la puerta se cerrara de forma abrupta capturando a Susy.

Los dos adultos subieron las escaleras corriendo y empezaron a golpear la puerta con ira, al tiempo que le gritaban a Ana que abriera ésta. Alan víctima de la desesperación y la rabia, maldecía a gritos a la criatura.

Una risa inocente pero espectral atravesó la puerta para llegar hasta los oídos de la pareja, que detuvo su forcejeo por abrir la puerta.

—Yo no puedo dormir. —Escucharon decir a la voz de Ana con un tono dulce pero espectral—. Pero es tiempo de que tú lo hagas.

Alan y Valeria se quedaron congelados frente a la puerta. Sus corazones golpeaban con brusquedad contra sus pechos, estaban desesperados, pero no podían moverse. Sus cuerpos temblaban con ímpetu.

Hubo silencio…

—¡NOOOO! —gritó Susy con una voz tan aguda que casi parecía, que le desgarraría las cuerdas vocales—. ¡POR FAVOR, DEJAME! ¡AYUDA! ¡MAMÁÁÁÁ!

Valeria se dejó ir contra la puerta conforme los gritos de su hija se volvían más fuertes y desgarradores, golpeando sin importarle el daño que esto le hiciese a su propio cuerpo. Sólo quería abrir la maldita puerta de una vez por todas, y alejar a su pequeña de esa cosa.

—¡AUXILIOOOO! ¡PAPÁÁÁÁ! ¡NOOOO!

Gritaba más y más Susy mientras del interior de la habitación se externaba el ruido de golpes y objetos rompiéndose, armado un espeluznante escándalo.

Alan comenzó a darle le patadas a la puerta hasta que…

—¡AHHH!



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En el texto hay: terror psicológico, demonios, horror

Editado: 07.03.2018

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