Well I found a woman, stronger than anyone I know. She shares my dreams, I hope that someday I’ll share her home... Aun sonaba la canción en el salón cuando ella giró y se encontró con los ojos llenos de preocupación de Joaquín; a pesar del alcohol que ambos llevaban, estaban suficientemente conscientes para saber que algo había sucedido hace unos instantes.
—Isa, ¿qué pasa? ¿Estás bien? —dijo él, ahuecando su mejilla con su mano—. Ey, ey, no llores —agregó, cuando vio que empezaba a derramar lágrimas.
I found a love, to carry more than just my secrets. To carry love, to carry children of our own…
Isabella se sentía tan tonta, por todo, por arruinar el momento, por recordar, por llorar, por ser tan vulnerable.
—Nada, nada —dijo, tragando—. Solo me trajo recuerdos y ya —agregó, haciendo un gesto con la mano, indicando que no quería hablar más del tema.
Se atrevió a levantar la mirada y se encontró con el ceño fruncido de Joaquín y con preocupación en sus ojos y se odió más por eso.
—De verdad, estoy bien —dijo, limpiándose las lágrimas y respirando hondo.
We are still kids, but we’re so in love. Fighting against all odds, I know well’be alright this time…
Darling just hold my hand. Be my girl, I’ll be your man…
Ante aquellas palabras, Joaquín sostuvo la mano de Isabella, quien intentó retirarla pero no pudo por el fuerte agarre, y la apretó. No la iba a presionar y la entendía; él también había tenido momentos así, donde quería sufrir en soledad, donde no quería que nadie se preocupe. La entendía… Ella cerró los ojos cuando sintió a su corazón saltar y se mordió fuerte el labio inferior, resistiendo las ganas de hacer lo que le decía su impulso.
I see my future in your eyes…
Isabella abrió los ojos apenas un segundo después y Joaquín la estaba mirando fijamente, ya no con el ceño fruncido, sino con brillo en sus ojos (y no por el alcohol) y la mandíbula apretada, como si estuviera también evitando algo.
Baby… I’m… Dancing in the dark with you between in my arms. Barefoot on the grass, listening to our favorite song…
El rostro de Joaquín para entonces estaba a escasos centímetros del suyo y supo que era inevitable lo que sucedería después. Alejando todos sus pensamientos, cerró sus recuerdos, su mente, su lógica, las palabras de su jefe, incluso las de Pamela, y se dejó llevar… al igual que Joaquín lo estaba haciendo. Y con eso, cerró sus ojos al mismo tiempo que Joaquín lo hacía, y acercó su rostro al de él.
I have faith in what I see. Now I know I have met an angel in person. And she looks perfect…
Sus labios chocaron y después de tantas lunas sin ser besada, Isabella se sintió en el paraíso. Se le erizó la piel y su corazón dio brincos y brincos. Al principio solo fue un choque, casi roce de labios, como saludándose; luego, ambos entreabrieron los labios, juntando esa parte del cuerpo además de las manos que ya mantenían unidas bajo ellos. Cuando sus bocas ya estaban explorando más, Isabella se atrevió a acercarse más a él y colocar su mano en su pecho, al tiempo que él la jalaba contra su cuerpo y colocaba una mano en su cintura. Sus lenguas no tardaron en entrelazarse y cuando lo hicieron, ella ya tenía su mano en su pelo corto y él en su espalda baja y lo único que existía eran ellos dos, en su burbuja, y sus bocas fusionándose.
I don’t deserve this. You look perfect tonight.
—Marianita, cuidado te tropiezas al salir —gritó Esteban justo cuando se abría la puerta del salón y salía la susodicha.
Aquella acción hizo regresar a la realidad a ambos y justo cuando Mariana los vio besándose, ellos se apartaron, avergonzados. Mariana los miraba con los ojos desenfocados, efectos del alcohol, pero sabía perfectamente lo que había sucedido allí. Isabella no sabía dónde esconderse y tenía la cabeza hacia el piso, completamente sonrojada. Joaquín, tenía la cabeza hacia un lado, pero una pequeña sonrisa se había formado en sus labios. Ese beso… ese beso… había sido mágico.
No fue hasta que Mariana susurró para sí misma o para ellos que tenía que ir al baño, que salió de la escena, tambaleándose hacia su destino. Isabella y Joaquín se quedaron aún en silencio y la primera aprovechó ese momento para moverse.
—Yo… eh… —dijo, levantando la mirada por fin, evitando a toda costa sus ojos. No quería ver lo que había en ellos, no quería perderse en ellos como hace unos minutos—. Yo… lo siento Joaquín —finalizó.