Isabella se separó de Joaquín apenas y lo miró; él se quedó mirando fijamente a Pamela, pensando qué secreto tendría por contarle y que también pueda contar al resto. Suspiró y se armó de valor, girándose hacia ella, tomando sus manos entre las suyas.
—Algo que no te confesé es que me encontré con Pilar el martes —comenzó él y nadie entendía quién era ella, ni Pamela, porque habían secretos que consideraba que eran solo de ella y de Joaquín. Isabella no dijo nada, solo lo miró, esperando que continuara—. Sorprendentemente, nos abrazamos y volvimos a perdonar; realmente, realmente la perdoné Isa —continuó él, y ya ambos se sentían en su burbuja—. Vino a Nueva York a visitar a un amigo y está de vacaciones, ya pronto se regresa a Chicago, con su novia. Viven juntas y aunque sus papás no están de acuerdo, al menos están intentando asimilar todo ello.
—¿Por qué no me lo contaste? —susurró ella.
—No encontré el momento, no sabía cómo decírtelo, cómo explicarte que finalmente la dejé atrás, finalmente aprendí de ella, de mi pasado. No quería que pensaras alguna otra cosa… lo siento, tenía miedo —terminó él.
Isabella suspiró también y asintió. Habían cosas que eran difíciles de decir y estaba agradecida que Joaquín lo haya hecho; a pesar de que había formado parte de un reto, podría haber escogido no hacerlo.
—Así es como logramos salir adelante —dijo ella entonces, sonriéndole y dándole un beso suave en los labios—. Gracias.
—Pame, convertiste esto en una burbuja de amor —se quejó Esteban y todos rieron, incluídos Isabella y Joaquín, quienes salieron de su burbuja—. Bueno, bueno, quiero que me toque a mí para ampliarla; Joaquín cédeme el lugar ya que tú ya jugaste. —Cuando el aludido asintió con la cabeza, continuó—: Leo, ¿verdad o reto?
—Reto —respondió él, tomando un sorbo de su cerveza.
—Perfecto. Te reto a que le des un beso a Alberto que no ha dejado de mirarte desde que llegaste.
Ambos se sonrojaron e Isabella se mordió el labio inferior, deseando que se cumpla el reto. Hace tiempo que Alberto había estado buscando el amor y quizás finalmente lo había encontrado. Amaba a Esteban por hacerles dar el paso.
—¿Y si Alberto no quiere? —dijo Leonisio, inseguro.
—Alberto sí quiere —respondió él entonces, poniéndose de pie y acercándose a Leonisio, quién estaba al otro lado de la mesa.
Isabella se sorprendió de la valentía de su amigo, pero le dio gusto por él. Cuando ambos se miraron a los ojos y se dieron el respectivo beso, todos aplaudieron; sin duda se formaría una pareja más en el grupo y le gustaba la idea que fuera con un amigo de Joaquín. Alberto y Leoinisio formaron entonces la llamada burbuja de amor; sin embargo, el juego continuó y Leonisio escogió a Isabella.
—Isa, ¿verdad o reto?
—Reto —dijo, valiente, y esperaba que no fuera algo muy loco.
—Te reto a que te tomes de lleno la margarita que acabo de pedir y le hagas un baile sensual a Joaquín. Te diría que se lo hagas a Esteban, pero él va a disfrutar más y tu novio me va a matar —agregó, riendo. Joaquín lo fulminó con la mirada y luego se pasó la lengua por el labio inferior, mirando a Isabella.
—¿Puede ser solo el baile? —dijo ella, riendo ya nerviosa.
—Noooo —dijo Teresa entonces—. Porque de esos bailes seguro ya le has dado varios, pero sin alcohol.
En algo tenía razón su amiga. Armándose de valor, se levantó del sillón y fue por la margarita; en todo el camino, Joaquín la miró intensamente, deseando que aquel baile se lo diera de manera privada, y no aquí. Aquel era su castigo.
—Uno…. Dos… tres… —contaron todos antes que Isabella comenzara a tomarse la margarita de lleno.
Cuando la terminó, se tambaleó apenas y riendo fue hacia Joaquín, quien no había despejado su mirada de ella. Se sentó a horcajadas de él y Joaquín la tomó del trasero susurrándole, sin importarle que quizás Pamela y Pablo—que estaban a su lado—lo escucharan:
—Me encantaría que estuvieras desnuda y en esta posición. Lo anoto.
Ella se sonrojó y golpeó suavemente su pecho, antes de comenzar a mover su cuerpo contra el de él, intentando hacer un baile sensual. Cuando la situación se puso un poco caliente y los ojos brillantes de Joaquín sobrepasaban las lunas de sus lentes, Teresa y Leoinisio les dijeron que se detengan. Pero la promesa de repetirlo, en privado, quedó pendiente en el aire.