(Renata)
Iniciaba junio, trayendo consigo un verano frío y la sensación de un secreto bien guardado. Las lluvias habían desaparecido, lo que me aliviaba tanto o más que los días nublados y tristes que se volvían costumbre en la presente estación.
Desde hace días que me era insoportable asistir a clases, tanto por la ausencia mental de dos de mis mejores amigos como por la presencia no grata de la nueva estudiante.
En una inusual extravagancia se había presentado ante todos con una reverencia al estilo japonés.
“Gusto en conocerlos a todos. Mi nombre es Alexis Carpio” – había dicho -. “Espero que nos llevemos muy bien.”
La odié desde que la vi. Lo mismo sintió ella. Nos recorrió una peligrosa electricidad por el cuerpo cuando tuvimos que trabajar juntas en una prueba de física. Ella cree que lo sabe todo. También yo. Casi nos asesinamos durante esa hora.
Supo hacerse hoyo en el corazón de los docentes con rapidez asombrosa. Es una buena alumna al parecer, aunque dudo que tanto como lo aparenta.
En deportes es bastante ágil, tanto que Vanessa la acogió en nuestro equipo a pesar de transcurrido el tiempo regular para las inscripciones. Me cuesta aceptar que hizo bien.
Encima de todo era pelirroja, más bien una mezcla entre castaño oscuro y rojizo. El color de mi cabello. ¿Por eso dicen que nos parecemos? Mi piel no es tan pálida como la suya, y aunque nuestra figura tiene proporciones similares soy un par de centímetros más alta. También es mayor a mí por casi un año. Eso basta para desechar la infame teoría de la “gemela” que estuve oyendo susurrar por ahí.
Muy a mi pesar debía cuidarme de ella. Desbordaba para los demás una extraña simpatía que la hacía llevarse con todo el mundo. Hasta con Tomás le funcionaba el truco. ¡La odio! Que me parta un rayo si no coquetea descaradamente con él.
Pero por mí – pensé -, pueden irse juntos al infierno.
En medio del coraje me vino a la mente el recuerdo de la tarde anterior. Me había topado con Moonray durante uno de mis tantos paseos a la deriva. Mi mirada perdida se encontró de pronto con los oscuros ojos de aquel desconocido, que sin palabras me tomó de la mano para conducirme velozmente hacia la zona tras los altos árboles del jardín.
- ¡Suéltame! ¿qué pretendes? Gritaré si no te detienes.
Él paró en el acto, dando media vuelta.
- Le agradezco que no lo haga, o tendré problemas.
Bastó su pedido para sonrojarme, pero tomé fuerzas para rebatirlo. Di un par de vueltas alrededor de aquel misterioso sujeto, tratando de encontrar algo en él que pudiera identificar. Me era urgente aprovechar la oportunidad para descubrirlo, a pesar de desconocer qué ganaría con ello.
- ¿Quién eres? ¿Se te hace gracioso el disfrazarte de tan ridícula manera solamente para jugar al héroe? ¿Qué esperas obtener de todo esto?
- Lo que quiera usted darme – respondió él, con un brillo intimidante en el fondo de sus ojos negros.
Obligada a esquivar la vista, mis ojos buscaban algún punto donde fijarse. Me debatía entre atacar y correr, enojada conmigo misma por percatarme de lo débil que me volvía. Algo en él me dejaba a merced de su voluntad, de sus deseos. Rogaba porque no se diera cuenta, porque mi fachada de fortaleza lograra protegerme de los alcances que pudiera probar sobre mí.
- Llámeme cuando lo necesite, srta. Alvarado. Le prometo que acudiré de inmediato.
- Dudo eso.
- Haga la prueba y lo verá. O no lo haga, da igual. Sabré cuando lo precise, ya que existo con el propósito de protegerla.
Eché a correr tras escuchar las últimas palabras, agotando mi único escape y resistiéndome a mirar atrás. Cuando me sentí lo suficientemente lejos aminoré la velocidad y traté de recobrar el aliento.
Sé fuerte – me dije ante la imagen de mi recuerdo. Esperaba tener tiempo para prepararme la próxima vez que lo viera.
En los libres de la clase, sin bastante energía como para levantarme y socializar, me dedique a ojear el periódico estudiantil. El reciente artículo de Liz copaba la primera página. Mencionaba nombres de profesores y estudiantes con reputación sombría, entre ellos la lcda. Paulina Carpio –nuestra profesora de literatura-, pero no encontré referencia alguna acerca de Abel.