Capítulo XI

(Narrador)

Las estrellas iluminan el primer viernes de julio. Los fuegos artificiales no tienen más que un encanto fugaz en comparación con su milenario brillo. A lo lejos, el bullicio de la fiesta impide desprenderse del mundo real. La música de fondo es demasiado abrumadora para los pensamientos ondulantes de aquella semipenumbra.

Tendida bajo el manto de la soledad, con la vista fija en las alturas, Vanessa dejaba al tiempo transcurrir. Justo tras los arbustos del patio principal había un claro desde donde el cielo daba la impresión de estar más cerca. El sólo esfuerzo de la mano dejaba los astros a disposición de un deseo insatisfecho.

Aquella noche se llevaba a cabo la elección de la reina del colegio. La representante del salón era Renata, luego de que una mayoría de votos la nombrara como la más capacitada para la mención. Alexis tuvo que morderse los labios y guardar silencio ante sus compañeros, aunque en sus adentros distaba de guardar conformidad por la decisión. Aceptó por petición de Anthony, con quien no deseaba enemistarse, y ambos acordaron coincidir en una corta pieza de baile.

En el patio principal los tronos de las candidatas formaban un semicírculo que dejaba contemplarlas a un solo paso de la vista. Estaban sentadas, rodeadas de una específica especie de flor y con un cartel sobre su cabeza mostrando su nombre y el número del salón al que representaban.

Daba cerca de las ocho cuando el espectáculo dio inicio. Cada candidata tuvo que desfilar por la alfombra roja que cruzaba el patio y llegaba hasta la mesa de los miembros del comité. De entre todas las chicas debió ser a Renata a quien le costó más esfuerzo sonreír permanentemente y caminar sobre los enormes tacones que Natalia le había obligado a utilizar para la competencia. El vestido, blanco con detalles verdes, la hacía ver muy bien pero ella lo detestaba. El maquillaje la sofocaba al igual que el fijador del peinado alto. Las luces de los reflectores la enceguecían, completando su tortura.

Tras el desfile se dejó caer cuan pesada era sobre su silla cubierta por lirios blancos.

- ¡¿Qué haces?! ¡No pierdas la elegancia! Los jueces te miran.

Las palabras de Natalia hicieron a Renata dar un vistazo.

- Que se vayan al diablo, ¡no aguanto más estos tacones!

- No te quejes. Debemos ganar.

- ¿Por qué? Ya son dos años de todas formas.

- Pues deben ser tres.

- Ya estoy cansada.

Natalia se cruzó de brazos, fijando sus ojos verdes en la compañera quejumbrosa y antifemenina que tenía en frente.

- Moonray debe estar por aquí, ¿quieres que te vea perder?

Renata abrió los ojos enseguida, incorporándose en el asiento.

- ¿De qué hablas? ¿Acaso sabes quién es?

- Claro que no, pero algo me dice que jamás deja de vigilarte.

Natalia se sonrió misteriosamente.

- Da igual. En todo caso ya sabe cómo soy. Tú y todos saben que no sirvo para esto. Debieron elegir a Alexis.

- Quizá. Es más simpática que tú.

Un par de lirios cayeron sobre Natalia hechos pedazos, arrancados del arreglo y arrojados por Renata como represalia a semejante confesión.

- Ya cálmate – dijo -. Es la verdad. Alexis y tú se parecen bastante, pero ella es más agradable. Tú sueles ser una insufrible la mayor parte del tiempo.

- Oh, que honesta.

- Bueno, pero ella no tenía oportunidad de ganar. Todo lo contrario a ti.

Renata respiró hondo, esperando la explicación de Natalia al comentario.

- Es simple. En el colegio todos te adoran y admiran. Eres demasiado popular y eso casi te asegura la corona.

- Pensé que era un concurso de belleza.

- No solamente. Si te fijas bien siempre es la más popular la que gana, como Raquel o yo. Tú compartes la misma suerte.

- No soy como ustedes.

- Cierto, pero eres la mejor a tu manera.

- Eso quiere decir…

Natalia adivinó la idea de su compañera.

- Eso quiere decir que Vanessa o Iriana hubiesen servido también.

- ¿Y por qué no las eligieron?

La ex reina dudó en responder.

- Bueno, Raquel odia a Vanessa, sabrás las razones – explicó -. En cuanto a Iriana, ella es muy… simple.