—Eva, hazme favor de ayudarme a revisar todo lo que hay dentro de ésta oficina, cada documento que te parezca sospechoso déjalo sobre mi escritorio y por favor pide a inmobiliario me hagan llegar una silla nueva para mi escritorio inmediatamente.
Cuando permaneces mucho tiempo usando la misma silla, ésta absorbe tu energía y se queda incrustada como una piedra a la tierra. No deseaba sentir la mala energía de Adolfo.
Caminé por la empresa recordando las risas de mis padres como la mía al verlos tan enamorados y felices los tres, fui única hija, amada totalmente, siendo la prioridad de ambos. Mi padre mandó hacer una sala de juegos para su hija en la empresa, pero lejos de estar en la sala de juegos que sí disfrutaba bastante con otros niños, me gustaba salir a caminar por la pradera, corría entre flores amarillas y violetas del campo. Me encantaba dejar los zapatos afuera de la empresa y correr descalza. A veces me encajaba espinas, pero sonriendo yo misma me las quitaba. Mi cabello bien peinado con el viento se alborotaba y regresaba con el cabello suelto y esponjado. A mamá no le molestaba, al contrario. Sonreía llamándome "Mi pequeña princesa" a pesar de ir creciendo continuaba haciendo lo mismo, era responsable en la parte de mi trabajo que me correspondía, como el supervisar que se tallaran las piedras adecuadamente, y buscar nuevas. Era mágico encontrar piedras de colores en el manantial, donde gustosa me desvestía sin que nadie me viera y nadaba como pez bajo el agua. Así hasta la edad de 19 años que sentí la mirada penetrante de alguien observándome, era Ji, que no articulaba palabra alguna, ambos estábamos dentro del agua desnudos, ambos habíamos entrado por diferentes lugares pero al nadar por debajo del agua nos encontramos.
—Lo siento mucho, me voy a dar vuelta para que se pueda marchar señorita Angélica.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Trabajo para su padre.
—Nunca te he visto. ¿Cómo te llamas?
—Tengo desde los 15 años trabajando, ahora tengo 23. Me llamo Ji.
—Está bien, no le digas a mi padre que me viste en el manantial nadando, que sea un secreto por favor o me castigaran, ¿Sabes guardar un secreto?
—Sí señorita, lo haré.
—Solo dime Angélica, confiaré en ti Ji, adiós.
Ese fue nuestro primer encuentro, la forma en que nos conocimos aun cuando él ya me conocía, pero yo nunca antes lo vi en la empresa de mis padres. Me atrajo su mirada penetrante, no pude sostenerle la mirada quizás por sus rasgos orientales, su personalidad es muy fuerte, definida, podría decir inquietante para mí.
Llegué a la sala de juegos, me detuve respirando hondo antes de abrir la puerta de mi infancia. Al hacerlo me percato que ya no era una sala de juegos, ahora es una bodega de cosas desechables. ¿Quién se atrevió a modificarlo? Vi pasar a Cristina y le hice la misma pregunta.
—Disculpe, no sé quién es usted, yo no llegué a ver una área de juegos, sería genial tener una para traer a nuestros hijos quienes somos madres solteras o simplemente no tenemos quien los cuide en casa. ¿Cómo sabe mi nombre?
—Me parece una excelente idea, considéralo hecho. Lo veo en tu gafete, yo soy Angélica, la dueña.
—Discúlpeme no lo sabía, siempre hemos visto como dueño al Lic. Adolfo, a Martha como máxima autoridad por encima del señor Ji.
—Dime Cristina, ¿Qué día es la reunión con todo el personal?
—No hay tal reunión.
—Dile a la Lic. De recursos humanos convoque a una reunión con todo el personal ahora mismo, en el patio, en una sala, donde sea posible y sea cómodo para todos.
Han cambiado las formas establecidas por mi padre, siempre había un día de reunión con todos los trabajadores para saber si tenían una queja, una sugerencia, si había malos tratos de parte de algún jefe inmediato. Todo lo referente a un mejor equipo de trabajo, un área segura y amena.
Les hice saber a todos los empleados que solo yo era la autoridad en la empresa fundada por mis padres, muchos me conocían, otros eran hijos de padres trabajadores de mi padre, conocían solamente mi nombre, estaban felices de verme, de establecer las mismas reglas de antaño pensando únicamente en el bienestar del empleado y así mismo el crecimiento en armonía de la empresa. Establecí un buzón para recibir sugerencias como quejas que solo yo revisaría.
Ya llegada la tarde sentí deseos de correr al manantial que la mayoría de los días visitaba al salir de trabajar en el pasado. Ahora no llevaba un levis, unos shorts, llevaba un caro vestido de seda. Pero de la misma manera que de niña dejé mis zapatillas, y corrí al manantial de la pradera, permitiéndole al viento me despeinara y esponjara mi cabello, agradeciéndole sus caricias. Dudaba en quitarme el ceñido vestido, miré a mi alrededor y no había nadie, dejé caer el finísimo vestido de seda sobre las piedras mojadas del agua que salpicaba. ¡Qué maravilla! ¡Que olor exquisito de la naturaleza! no hay mejor melodía que el agua cayendo sobre las piedras, el movimiento de las hojas de los árboles con un ligero viento y el fresco aroma de algunas plantas con flores raras. Mis amigos balbuceaban ligeramente sobre mis oídos... "él está observándote" "está en el lugar de siempre" Sonreí interiormente, pensé que en cualquier momento entraría al agua conmigo, que podríamos hacer el amor como tantas veces en el pasado.