La sorpresa fue gigante para ambos, ya se habían resignado a perderse. Carlisle estaba en un shock que lo dejo inmóvil, por el contrario, ella sin pensarlo dos veces corrió directo hacia él. Cuando estuvo en frente de su hermano el dolor invado su cuerpo, la hizo caer de rodillas y retorcerse en el piso mientras veía como la joven rubia la miraba directo a los ojos, Carlisle volvió en sí y con un grito ordeno a Jane que parará, lo cual no hizo hasta que Aro, quien miraba fascinado, se lo pidió. Carlisle levanto a Mabel del suelo y sin importar quién se encontrará allí, la agarro fuertemente y ambos se fundieron en un abrazo que sólo dos hermanos que se aman pueden darse.
—Vaya chicos, ¿Qué pasa?, ¿Qué es todo esto?, me permites —dijo Aro ofreciéndole su mano a Mabel, quien extrañada miro a su hermano confundida.
—Dale la mano, podrá ver todos tus recuerdos —Mabel un poco asustada le dio su mano a aro, quien con la mirada perdida y como extasiado le acariciaba su pequeña y delicada palma.
—Así que son hermanos de sangre, vaya, vaya, y ustedes creían que estaban muertos, jajá, fascinante, es una lástima que tu hermana deba morir Carlisle.
Así era, Aro había decidido que todos deberían morir, Carlisle reaccionó de inmediato, no estaba dispuesto a perder a su hermana una vez más, pidió a Aro de todas las maneras que perdonara la vida de su hermana.
—Estoy dispuesto a hacer lo que sea —dijo como última opción.
—¿Lo qué sea? —Aro tenía algo entre manos.
—Así es —sentenció.
—¡No! No lo hagas Carlisle, de ninguna manera permitiré que mis amigos mueran y yo permanezca viva, lo siento Carl no merezco tu sacrificio, perdóname —Carlisle se quedó sin palabras, volvió donde su hermana le dio un último abrazo, beso su frente "Te quiero" le dijo y se alejó de nuevo.
Uno a uno el clan Vulturi descuartizaba y quemaba los cuerpos de los amigos de Mabel, primero fue Shelly, luego Dori, Yossi y finalmente Terri. Era su turno, ya tenía a dos vampiros sosteniendo sus brazos cuando...
—¡Paren! —era Aro, todos se quedaron quietos y mudos—. Señorita Cullen, solo por el gran aprecio que le tengo a su hermano voy a hacer una excepción con usted, se le perdonara la vida —Mabel quedo de cuadritos, no sabía si estar triste o feliz, miro a Carlisle quien no podía creerlo, hubo unos segundos en los cuales todos se quedaron inmóviles, el primero en quebrar el hielo fue el mismo Aro—. ¿Qué esperas niña? Vete —Carlisle fue hasta donde Mabel y tomo su mano para sacarla de allí.
—Gracias Aro —dijo su hermano y salieron del palacio.
Esa noche Mabel y Carlisle salieron a la ciudad a hablar sobre todo lo que había pasado, esa era probablemente la primera y la última vez que estarían juntos, pues al otro día Mabel tendría que desaparecer del mapa si quería seguir viva. No la desaprovecharon, recordaron todos los momentos y aclararon las dudas. Habían pasado muchos años desde la última vez que se vieron y ninguno podía creer que el otro estuviese vivo, "Me voy a España" fue lo último que Mabel le dijo a Carlisle, y se fue.
Era 1700 y Mabel llevaba varios años resistiendo la tentación y alimentándose de animales tal como le había insistido su hermano, era de noche y caminaba en las solitarias calles de un barrio de Sevilla, una anciana caminaba en dirección contraria directo hacia ella, a varios metros de distancia la pudo oler, jamás había sentido ese tipo de esencia, y le resultaba fascinante. A medida que la mujer se acercaba la adrenalina empezaba a subir por su cuerpo y cuando estuvo lo suficientemente cerca se abalanzo sobre ella, mordió su cuello, mientras chupaba su sangre observó la cara de la anciana, quien con su horrible rostro la miraba a los ojos y se reía burlona sin mostrar atisbo de dolor, Mabel comprendió "Es una bruja", la soltó inmediatamente y salió corriendo, podía ver a tres mujeres tras ella en sus escobas mientras se reían. Vaya error matar a una bruja, ahora nunca podría librarse de la venganza de sus hermanas. A lo lejos pudo ver un barco a punto de zarpar, En el cielo se veían los rayos del sol saliendo, no lo pensó dos veces, salto dentro del barco y se escondió en unas cajas, el barco zarpó. Sabía que las brujas no podrían perseguirla, pues la luz del sol las mataría, pero ahora estaba en allí, sedienta y sin saber a dónde iba.
Ocho días después, el barco llega a su destino en las costas de sur América, Mabel había llegado a Cartagena en la nueva Granada.
Para su mala suerte, había llegado a la mitad del día a uno de los lugares más soleados y calurosos del mundo, pasadas las 6 de la tarde Mabel salió a escondidas de la embarcación, y empezó a recorrer las calles de Cartagena buscando algo apetitoso. Al norte, juntó a la muralla, vio un esclavo que yacía en el suelo, sangrando y a punto de morir, se acercó lentamente, cerró sus ojos, e hizo de él su cena. Tenía que escapar de allí antes del amanecer pues no había manera de esconderse de los rayos del sol, miro a su alrededor y sólo había una manera de salir: por la gran muralla. Se arriesgó y saltó a lo más alto, allí se encontraban dos soldados españoles, quienes la miraron atónitos, un segundo después, ambos intentaron asesinarla con sus fusiles, y como era de suponerse, terminaron muertos.
Una vez afuera, Mabel estaba desorientada, América era territorio inexplorado para ella. Perdida, vio como un carruaje salía de la ciudad y poco a poco se adentraba en el valle, lo siguió por cinco días hasta llegar a Santa Fe, la ciudad capital. Allí se encontraban los virreyes y los altos mandos de la colonia. Era el sitio perfecto para ocultarse, el clima frío y nublado le sentaba de maravilla, decidió quedarse ahí, se las arregló para conseguir una casa a las afueras de la ciudad y pasar desapercibida.