—Caius yo… Claro que acepto —se dispuso a poner suavemente el anillo en mi dedo, se levantó y me dio un beso en los labios.
— Te amo —me dijo.
—Yo también te amo.
—No puedo esperar a que seas la señora Vulturi.
—¿Vulturi?
—Sí, vas a ser mi esposa —comprendía perfectamente el tradicionalismo de Caius.
— me refiero a que, ¿Vamos a vivir con el resto de los Vulturi?
—Sabes que algún día tendremos que volver —dijo mientras acariciaba mi cara.
—¿Por cuánto tiempo?
—Querida, sabes que no lo sé, todo depende de Aro.
—¿Y qué hay de mi familia?
—Tendremos que avisarles.
— ya deben saberlo.
Y así era, mi familia ya lo sabía, o al menos una parte de ella, todos mis primos lo hacían, pero ni Carlisle ni Esme y mucho menos mi madre estaban enterados.
Me hacían muchísima falta, trataba de comunicarme con ellos lo más que pudiese, pero muchas veces era imposible, ya había arreglado la situación con mi mamá, pero no la había visto en persona desde que la deje. En un principio le pedí a Alice que no dijera nada de mi relación con Caius pero ella ya se los había dicho, recibí muchas advertencias, regaños y hasta lástima. Intente explicarles que estaba enamorada pero ellos simplemente no entendían, y sabía que esperaban que se acabara pronto, y si así fue cuando se enteraron que éramos novios, no quería imaginarme que me dirían ahora.
Una semana después salimos hacia Volterra, era un lindo lugar, pero no me cabía en la cabeza pasar el resto de mi eternidad viviendo allí y mucho menos trabajando con los Vulturi, lo único que me mantenía ahí era Caius, yo simplemente estaba dispuesta a hacer todo por él.
Aro y toda la orden nos recibieron muy alegres, por un momento sentí que me querían, todo era extraño pues de cierto modo esa iba a ser mi nueva familia, me quede en una esquina observando, todos estaban quietos simplemente inmóviles, perdidos en sus mentes, con sus túnicas negras, parecían fantasmas, no podía imaginar que pasaba por las mentes de cada uno, sólo sabía que Caius me miraba fijamente desde el otro extremo de la habitación, en un segundo llego a mí, "Vámonos a otro lugar" me susurro en el oído, después vi como los turistas entraban a la habitación.
Al día siguiente me encontraba sola en la terraza del Palacio, la mañana estaba nublada por lo que nadie podía verme, miraba desde allí arriba a las personas caminado por la calle con sus cámaras fotográficas, mirando todo con asombro, tan inocentes de lo que podía pasarles, caminaban en grupos, familias enteras se reían y abrazaban, eran como la mía, sólo que ellos no tenían la certeza de poder estar juntos para siempre. Pensé en los turistas de la noche anterior, y me imaginaba lo devastadas que estarían sus familias, tan devastadas como yo cuando murió mi padre. No pude evitar extrañarlo, pero no sólo a él también a Emmet, Rose, Edward, Esme, Carlisle, por supuesto a mi madre y aunque fuese un poco extraño también a Alice, desde que empezó mi relación con Caius algo en ella había cambiado, era como si de repente me hubiese empezado a querer, como si en verdad se preocupara, no sentía en lo absoluto que fuese falso, sólo se me hacía muy extraño, "es impresionante lo que la distancia puede causar en las personas" pensé.
Tenía una necesidad urgente de ver a mi familia, era un vacío en el estómago que me pedía tenerlos a mi lado, desde la noche que Caius me propuso matrimonio no había hablado con ellos, tenía miedo, más bien tenía pavor de lo que pudiesen pensar, por lo que no los llamé, crucé los brazos e intente retener mis lágrimas, cerré los ojos y cante muy suavemente "hijo de la luna" aquella canción mora que mi madre me cantaba cuando era una niña, lograba calmarme, y mientras cantaba pensaba en el dolor de aquella gitana que después de tenerlo todo tuvo que entregar su hijo a la luna, y tras ser su niño albino su marido le enterró un cuchillo a muerte, "si su esposo la amara no la hubiese matado, no se puede ser tan cruel" pensé, después recordé todo lo que me habían dicho sobre Caius, las cosas terribles que hacía y comprendí que él nunca me haría algo como eso, ni siquiera podía imaginarlo matando a una persona, siempre era tan lindo y correcto con migo, que no me cabía en la cabeza que lo llamarán asesino, nunca estuve presente cuando se alimentaba, y aunque supiera que se alimentaba de humanos, estaba tan enamorada que era incapaz de ver sus defectos.
La sensación de tristeza se fue y por mi cuerpo pasaba esa electricidad que sientes cuando piensas en la persona que amas, sonreía para mí misma, decidí ver a Caius, pero algo me detuvo, alguien dijo mi nombre a mis espaldas, conocía perfectamente esa voz, giré incrédula, pero ahí estaba, mi primo y mi mejor amigo, Emmet Cullen, corrí a abrazarlo.
—¡Oh! como te extrañe Emmet.
—Sí, sé que soy indispensable para ti.
—Tonto —le pegué suave en el brazo.
—También te extrañe Mari.
—¿Qué haces aquí? —dije todavía atónita.
—¿Qué no puedo venir a ver a mi prima?
—Claro que puedes idiota —le dije sonriente.
—Idiota tú —dijo poniendo cara de ofendido.