La ciudad se parecía esa mañana de sábado a un desierto, Manuel desayunó en la cocina cuando escuchó un golpe en la puerta
_ Señorita Cassini-Manuel se levantó de inmediato.
_ Buen día, Dr. Navarro- saludó Isabella.
_ ¿Como puedo ayudarte? Manuel estaba incómodo en presencia de la mujer.
_ Estoy preocupada por un catarro que tengo hace varios días - Isabel mintió.
Manuel le pidió que se sentara en la camilla para poder controlarla.
_ Todo está bien, no percibo nada- dijo Manuel poniendo el estetoscopio en el pecho y la espalda de la mujer.
Isabella salto de la camilla, se sentó en el sofá y bajó la cabeza.
_ ¿Estás bien? - preguntó Manuel.
_ Creo que me estoy enamorando- le dijo la chica
_ Lo siento ... - Manuel no entendió a dónde quería ir Isabella.
_ Sabe, mi padre me dice que no es posible, que nunca podré tenerlo.- Manuel se dio cuenta de que la salud mental de la mujer no era muy buena.
_ Señorita, discúlpeme, pero tengo que trabajar- Isabella no tenía intención de retirarse.
_ Siento que cuanto más me acerco a él, más huye- la chica hablaba de Manuel como si no estuviera allí.
_ Me voy a lastimar, si no puedo tenerte- le dijo la chica, Manuel no salia de su asombro.
_ Isabella, no te conozco. No puedes decir algo como eso.
_ Pero es así, no puedo evitar lo que siento- Isabella se acercó a Manuel con la intención de tratar de besarlo. Manuel la detiene por los hombros. Y le pidió que se fuera.
_ Por favor, no me rechaces- pero Manuel, sin pretender ser grosero la toma del brazo y la lleva a la puerta.
_ Adios Isabella- dijo abriendo la puerta. La chica se pusó a llorar y él cerró la puerta.
Manuel salió correr como lo hacía todas las mañanas y un automóvil negro que estaba estacionado en la esquina comenzó a seguirlo. En el momento en que se detuvo para descansar y beber un poco de agua, un hombre salió del automóvil, lo agarró a punta de pistola e inmediatamente lo hizo subir al vehiculo.
_ ¿Que es esto? ¿Quién eres tú? - Pero los hombres no respondieron nada. Le pusieron una venda en los ojos y le exigieron que guardara silencio. El auto se detuvo en un lugar fuera de la ciudad donde había una fábrica abandonada. Lo guiaron a un lugar que olía muy mal. Le retiraron la venda y los hombres se fueron, dejándolo completamente solo en una habitación sucia llena de humedad. Manuel se acercó a la puerta de hierro y comenzó a golpear con fuerza gritando que lo sacaran de allí. Habia pasado media hora desde que Manuel estuvo encerrado en esa habitación. Cuando un hombre entró y lo llamó por su nombre.
_ ¿Como sabes mi nombre? - Manuel cuestionó. El hombre era moreno, alto y con una mirada sombría. Se había detenido en el lado opuesto de la habitación trasera hacia Manuel. El hombre encendió un cigarrillo y se volvió para mirar a Manuel.
_ ¿Quién eres tú? - El joven lo reprendió.
_ Un amigo- explicó el hombre.
_ ¿Por qué estoy aquí? - preguntó Manuel.
_ Por el libro que el sacerdote te dio- le aclaró el hombre.
_ No sé de qué está hablando- dijo Manuel.
_ Veo que el sacerdote te instruyó muy bien- el hombre caminó fumando por la habitación sin dar demasiados detalles de su propósito.
_ Desde el momento en que el padre Lorenzo te dio las llaves del cofre que encontraste debajo del púlpito. Él te puso en un torbellino de violencia. "Manuel lo miró desconcertado.
_ ¿Qué deseas? -Preguntó Manuel.
_ Te advierto, en lo que Lorenzo te ha metido - le dijo el hombre.
_ Tienes que entregarme el libro.
_ Ah, entiendo- dijo Manuel irónicamente.
_ ¿Qué entiendes? - preguntó el hombre
_ Todo esto es para saber si tengo o no el libro. Bueno, dile al alcalde que no lo tengo. - Manuel se dirigió a la puerta y gritó que le abrieran la puerta..
_ ¿Cuánto pagó el alcalde por encerrarme aquí? - Manuel lo reprendió. Uno de los hombres entró y vendó sus ojos- pero Manuel se negó y el matón lo golpeó en la cabeza con la culata del arma.
Manuel se despertó en una de las camillas de la clínica, se levantó emitiendo un gemido por el golpe que le había dado. Fue a su oficina a buscar las llaves y suspiró de alivio cuando la encontró donde la había dejado. En ese momento, Felipe tocó la puerta de la clínica
_ Felipe - abrió la puerta tocandose la cabeza. El sacerdote ingresó rápidamente a la clínica para hablar con él
_ Estaba preocupado, te estábamos buscando todo el día. ¿Dónde lo estuviste?- le preguntó el agente.