'Actos moralmente incorrectos'
ANDERS.
Me despierto desorientado. El no saber qué hora es me hace doler el cerebro.
La cama en la que estoy chirría cuando me muevo, <<Vamos para el nivel 3>>
Me levanto lentamente para evitar un mareo viendo a algunos de los muchachos dormidos; otros, se sirven comida.
El sol no ha dejado de estar ahí en todas las horas que hemos pasado aquí <<No hay día ni noche>>
Me acerco a la mesa de buffet libre donde los tripulantes se sirven. Me encuentro con Faraday y me como un chicle de menta sin demasiado apetito.
—Capitán. —me saluda. —Buenos días.
—Buenos días, muchacho. —ya no le corrijo diciéndole que ya no tengo ese puesto. —¿Qué hora es?
—Estamos a dieciséis horas y veintitrés minutos de la entrada; eso quiere decir que serían las seis de la mañana del 6 de septiembre afuera.
Su indicación me da dolor de cabeza.
—¿Las dos de la mañana y este puto sol...?
Asiente.
—Es difícil acostumbrarse, lo sé.
Bebo algo aprovechando el tiempo y la gente va despertando conforme las agujas del reloj se mueven.
Observo el panorama. Nada me llama la atención, sin embargo, el ver a Knavs Turner siendo auxiliada por Salvatore me extraña. No parece nada grave, pero todo el mal que le deseo a esa cucaracha anhela saber que tiene una herida mortal.
—¿Qué le pasa a esa? —le cuestiono al grumete señalándola con la cabeza. —Salvatore está ayudándola.
Me da mucha pena Angus.
Está enfocado en esa mujer, esa lagartija asquerosa que no es más que una trepadora y me apuesto mis ojos a que lo único que quería de él era ser la primera dama de la Buena Cassidy. En serio, creo que ni a Aldous le deseé tanto mal como se lo deseo a esa garrapata que solo quiere hacerse con la tripulación entera. <<Ahí te has pasado. Creo que a nadie le has tenido tanto asco.>>
Se lo noté ahí mismo, y estoy seguro de que tiene un plan para manipular a Craber a su antojo y quedarse con el barco, me di cuenta cuando era la cabecilla de mi destitución como capitán.
Solo espero que la naturaleza haya hecho su ciclo mortal y le hayan arañado el estómago causándole una infección mortal.
—Creo que una sirena le mordió y aunque no es una herida profunda, puede agravarse con el paso del tiempo. —explica él dándole una mirada desinteresada. —Sinceramente, ojalá se le abra la carne del brazo y se le caiga.
Faraday me susurra esto último haciéndome sonreír.
Me giro para servirme algo de comida.
Paso el rato charlando sobre banalidades con el grumete, la gente va apareciendo y preparándose para el siguiente nivel. <<Esqueletos>>
De repente, un calor asfixiante amenaza con matarme. <<Quedan esqueletos, hadas, morfos y xenomorfos, y malditos krakens>>
La imagen de Dalina viene a mi mente instantáneamente. <<Por ella. Por nuestro hijo>>
Pensar en ellos me da fuerzas en el momento. Siento que me invade una energía interna que se refleja en la imagen externa y me dan ganas de ponerme a saltar por todo el oasis y de tirarme al agua del lago a nadar.
—Faraday. —lo llama Craber sacándonos de nuestra conversación sobre lo profundo del mar. —¿Qué hora es?
Mira el reloj.
—Veinte horas y cincuenta y seis minutos desde que entramos. Es decir, casi las diez de la mañana.
—Perfecto. —dice. —¡Ey! —Llama a los tripulantes que alzan la cabeza prestándole atención. —Coged lo que queráis y preparaos. Nos largamos del oasis.
La gente empieza a murmurar cosas pero a Craber le da igual. Se aleja de nosotros yendo hacia una de las hamacas.
—Yo no tengo nada que coger. —farfullo.
—Yo tampoco. —ríe Faraday.
Los tripulantes empiezan a agarrar comida para guardar como frutas; no sé para qué, si probablemente las pierdan.
Yo voy hasta mi sitio agarrando la espada que enfundo en mi cinturón guardándola con el resto de armas.
Los muchachos se van acumulando cerca del pasillo ancho negro que es la salida y me muevo hasta allí.
Me giro viendo a Faraday llegar, detrás de él viene la cucaracha de Knavs Turner a la que veo andando hacia nosotros sujetándose el brazo, adolorida.
Sonrío sin demasiado disimulo, lo que provoca que Faraday me golpee en el brazo al pasar.
—Disimula. —me susurra. —O se darán cuenta de que quieres pegarle un tiro.
—Me da igual que se enteren. —le respondo. —Solo estoy planeando el final de esa pulga.
Me sonríe de vuelta y me giro adentrándonos en el pasillo que nos quita la luz.
El túnel da varios giros y no hay nada de luz.
La sensación de oscuridad me asfixia, se cierne sobre mí quitándome el aire y más cuando solo se oyen los pasos de los chicos.
Me atrevería a decir que pasan cinco minutos hasta que vemos algo de luz.
—Luz. —indica Craber. —Vamos.
Andamos hasta que llegamos a la salida del pasillo.
El paisaje que vemos al llegar es... simplemente idílico.
Es un largo pasaje que, al final, tiene un conjunto de montañas anaranjadas típicas de un desierto, logro divisar la salida. Hay un pequeño paso de un amarillo más oscuro, y me atrevería decir que... está rodeado de arenas movedizas. Está todo rodeado de palmeras; llega un punto donde dejan de haberlas, la parte llana comienza a descender y se convierte en las arenas que te hunden al pisarla. Craber se agacha, tocando la arena.
—Esta es firme. —informa. —No todo son arenas movedizas.
Comienza a andar por encima de la arena; esta no se hunde, lo que hace que todos empecemos a andar.
El sol me hace cerrar los ojos; pica muchísimo en la piel y me dan ganas de taparme la cara.