Eran las siete de la noche del viernes 3 de noviembre de 1995. después de un día muy cansado en la oficina por fin llegué a casa, tenía tanto trabajo por hacer, pero el cansancio era demasiado que lo único que pensaba era en llegar a casa y descansar.
Abrí la puerta de mi departamento y encendí las luces de la sala, puse un poco de música y me saqué la chaqueta para ir a la cocina para preparar algo de comer, remangué los puños de mi camisa y me puse a cocinar; un poco de papas fritas y una tortilla de huevo fue la cena de aquella noche. Terminé de cocinar y fui a la mesa para poder cenar, abrí la botella de vino y me serví una copa para poder tomarla mientras cenaba.
Por la costumbre que doña Rosa había inculcado en mí, levanté la mesa y fui a lavar los platos, el reloj marcaba las nueve de la noche y una gran taza de café esperaba por mí. Apagué las luces de la cocina para luego ir al sillón para leer un libro y terminar mi taza de café, todo iba bien hasta que la comida y el café comenzaron a hacer efecto lo que hizo que las letras de vean cada vez más pequeñas hasta el punto de no poder ver ninguna de ellas.
De repente un sonido muy fuerte me despertó, pensé que era el gato que siempre venia por las noches o tal vez solo era por el cansancio que tenía, vi la hora y había pasado una hora, fue tan raro porque apenas y cerré los ojos cuando escuché el sonido, así que lo único que hice fue apagar las luces y prepararme para ir a dormir.
Me puse el pijama y luego fui a cepillarme los dientes, cuando de pronto escuché un sonido que venía de la cocina y fui a ver qué había pasado, tenía que caminar con cuidado ya que las luces estaban pagadas y tenía que cruzar por la sala para llegar a la cocina, para mi sorpresa la luz estaba prendida y en el piso estaban varios platos rotos, no tenía la más mínima idea de cómo pudo haber sucedido, así que recogí los trozos con mucho cuidado de no lastimarme y los bote en la basura, apagué las luces y me fui a dormir.
Me senté en la cama con tal cansancio que sentía como el peso del día cerraba mis ojos, puse alarma en el despertador y me acosté a dormir. La luz de la lámpara alumbraba todo el cuarto y entre dormido y despierto pude notar como se iba formando una sombra junto al armario, no pude distinguir que era, mis ojos se cerraban hasta el punto de quedar totalmente dormido.
Hace varias noches venia teniendo varios sueños muy raros, en varios de ellos no podía distinguir si era realidad o solo un sueño como en este caso.
Estaba caminando por un chaquiñán (un camino entre las montañas) y tres sujetos altos y con atuendos muy blancos se presentaron frente a mí, el reflejo del sol en su ropa no me permitía ver sus rostros, pero el miedo que sentí al verlos hizo que corriera muy rápido y al cabo de unos metros pensé que los había perdido, pero uno de ellos salió de un costado del camino y me interrumpió del paso, su resplandor hizo que me quedara inmóvil y ciego por un instante, traté de moverme pero no pude cuando de pronto sentí que ese sujeto puso su mano en mi pecho, justo en mi corazón y pude sentir como toda mi fuerza se iba hasta el punto de desmayarme.
Desperté muy agitado, todo mi cuerpo estaba temblando y empapado por el sudor, como si en verdad hubiera corrido, intenté recuperar el aliento y fui a la cocina por un vaso de agua para calmar mis nervios, mientras tomaba el agua pensaba en lo que había pasado, pude sentir como si no hubiera sido un sueño, todo era tan real, pude sentir el como el viento golpeaba mi rostro, fue tan real que cada vez me asustaba más.
A la mañana siguiente escuché el despertador, pero me sentía muy cansado, no tenía ganas de levantarme, pero aun así fui a tomar una ducha para ir a trabajar. todo iba bien hasta que salí de la ducha y vi en el espejo algo que simplemente no podía creer ¡Una especie de marca estaba en el lugar donde aquel sujeto del sueño puso su mano! era una especie de quemadura, pero al momento de tocar no sentía ningún dolor. Me quedé sin reacción alguna, no quería creer que tenía esa marca, si lo hacía tenía que empezar a pensar que no son solo sueños, así que no le di importancia y fui a cambiarme para salir a trabajar.
Pensé que estrés del trabajo estaba causando toda esta confusión y lo que tenía que hacer era olvidarme de todo eso y concentrarme en las cosas que en realidad eran importantes, recogí mis cosas y salí casi corriendo a la oficina, cuando llegué a la parada del bus escuché que alguien gritaba mi nombre y regresé a ver y era Fernando, mi amigo de toda la vida.
—Fernando ¿Cómo estás?
—Poco más y no te alcanzo. ¿Cuál es la prisa?
—Disculpa Nando, estoy un poco tarde para llegar al trabajo.
—Pero no para que corras de esa manera, por cómo te ves nadie diría que eres atlético o algo parecido.
—¿Por qué lo dices? – Le pregunté-
—Te ves fatal, amigo mío. Parece como si estuvieras dormido, deberías descansar.
—No es para tanto, Nando, pero te agradezco por preocuparte. Hablamos luego, ten un buen día.
—Cuídate, Julián. Es bueno verte
Después de hablar con Fernando seguí caminando hasta la próxima estación, ya que el bus estaba tardando mucho en venir. Al cabo de unos minutos llegué a la estación sur para coger el viejo autobús 18, era todo un patrimonio, lastimosamente era la última vez que vería el sol ya que era su último viaje. Como nunca aquel día iba mucha gente en el autobús, en especial una persona que me quedaba viendo lo que me hacía sentir incomodo, todos iban bajando en varias paradas, pero esa persona no se bajaba en ninguna, pensé que me quería robar o algo de eso, así que llamé al cobrador del bus para que me ayudara, pero lo que me contestó me dejo finalmente confundido.